13 Vacío

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Damon

Sonrío y le guiño un ojo por molestar nada más.

—¿Era broma? ¿Es eso? — pregunta con la mano en la manija del auto.

—No es broma. —Abro la puerta del auto y vuelvo a mi asiento anterior—. Pregúntale a Mat si quieres.

—¿Preguntarme qué? —Mat enciende el auto y gira la vista a Camila.

—¿Hacían todo eso con Éter? —pregunta iniciándose hacia adelante en el asiento—. Ya sabes, todo eso.

Mat me mira e inclina la cabeza. Me encojo de hombros. No es como si tuviese pruebas y si las tuviese, no hay policías.

—Eso hacen las pandillas, Cami —Mat fija la vista al frente como si buscara algo—, y a eso se dedican los niños en los barrios al norte de la ciudad. Al menos los que queríamos evitar golpizas.

—Pero, eso es horrible. —Veo su ceño fruncido en el espejo del parabrisas—. No ustedes, claro. Lo que tenían que hacer. ¿Y Lee?

Miro a la niña que ya no es tan niña, pero que aún duerme en todos los viajes. Lee es un caso especial. Intentó robarme cuando ella tenía cinco años y yo algo así como catorce. Era una furiosa niña con el cabello como una pila de hojas secas. La llevé con Éter. Yo me hice cargo. Le prometí que, aunque todo el mundo la dejará, yo no me iría. Y me fui.

—Ella no. Era demasiado joven —digo. Ella creció. Mat y yo empezamos a los doce. Es distinto. No iba a dejar que siga mis pasos—. Y más inteligente que el resto. Por eso le conseguimos tutor.

—Lee es brillante, pero no entiendo porque ustedes no tenían tutores. —Camila se inclina hacia atrás.

—Porque a Day no lo aguantaban en el colegio y a mi me aburre lo académico. —Mat ríe—. Deberías seguirle enseñando a Lee.

—¿Qué hiciste Damon? —curiosea Camila.

—Me lanzó un libro —Mat se queja después de ocho años. Ruedo los ojos—, le dijo a un profesor que su clase era una mierda y se fue, se saltaba clases... bueno hasta que dejó de ir y punto. Igual yo le hacía los trabajos. Se metía en peleas. Una vez —Mat hace lo que puede por aguantarse la risa—, teníamos quince, se aburría y decidió que era genial idea mezclar los químicos de laboratorio: se incendió la mesa.

—Gracias Mat —digo sarcástico.

No necesito hablar sobre todo lo que hice y lo que no pude hacer en el colegio. Las clases me aburrían. No entendía. La única en que me sentía útil era música.

—Suena entretenido tener clase contigo —Camila bromea—. Yo era de los que escuchaban en silencio.

—¿Cargabas como dos mil libros y todo? — pregunto.

No me burlo; Camila me parece impresionante. Pero es muy fácil imaginarla como el estereotipo nerd.

—Tenía una Tablet pero sí. Me chocaba con las columnas por ir leyendo. — Ríe y sacude la cabeza—. Mi hermana me guiaba por la calle cuando caminábamos juntas.

Hablamos del pasado como si con ello el futuro fuera menos desolado, las calles menos vacías. Entonces los sueños tenían algún sentido. El mío resultó roto y defectuoso.

Mat y Camila hablan sobre el colegio. Comparan profesores y materias que no recuerdo porque no prestaba atención. Mis dibujos eran más divertidos y mis problemas más grandes que los de matemáticas. No entendía eso de todas formas. Tal vez faltaba demasiado. Tal vez solo era muy idiota.

Nos detenemos a las afueras de la ciudad en un barrio residencial al lado opuesto del que Mat nos sacó hace semanas. El sol ya está alto entre las nubes, Lee está despierta y yo me estoy volviendo loco en el auto.

Error 410: Sueños RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora