¡Visto!

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Un muchacho asomó la cabeza por el rellano de las escaleras

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Un muchacho asomó la cabeza por el rellano de las escaleras. Su cabello desordenado, rubio como el sol despuntando entre las calles de Noueva York en pleno invierno, era como un faro entre las lúgubres paredes de aquel antiguo edifico.

—¿Damon? — pregunto al vacío y a la puerta cerrada del departamento del tercer piso.

Suspiró y subió una a una las escaleras en lo que se deshacía de la chaqueta gris que llevaba a la escuela.

Su mejor amigo había salido minutos antes que él y eso había sido suficiente para desencadenar un dominó de desastres. Alguien le quitó su bufanda, alguien termino golpeado por eso, aunque Damon había salido corriendo antes de verlo .

Mat sacó la bufanda de su mochila que tiró junto a la puerta. Nadie. Su padre trabajaba, su hermana estaría leyendo en la habitación.

— ¿Andy? — Llamó el chico a la sala vacía y los platos sucios junto al lavabo. Se asomo a la habitación con la litera y la cama. La habitación de los tres. — ¿Has visto a Day?

Andrea levantó la vista del último libro que le habían comprado y que seguro había leído unas quince veces. Uno de sus suéteres la cubría del frío

—Mmh entro hace un rato y no sé. No dijo nada — dijo Andy, su cabello rubio en un nido.

Algún día, aprendería a hacer trenzas para ella , esas que le encantaban en las otras niñas de cuarto grado.

—Otra vez — murmuró Mat. Sonrió para su hermana y le pasó lasniña manos por el cabello — Papá rebaja hasta tarde. Yo preparo la cena.

— No, por Dios no. — se burló la niña colgando de cabeza de la cama . — Day puede ayudarte ¿Por favor?

Mat asintió entre risas y salió entre corriendo y caminando de la habitación.

Desde que su amigo llegó, se había vuelto muy bueno en el juego de las escondidas, pero sin importar que tan bruno era, Damon era mejor. Era bueno en todo lo que sea esconder.

Mat arremangó su camisa blanca ya no tan blanca. Buscó en los lugares comunes. No estaba en los armarios del pasillo, ni en el baño, ni en los gabinetes de la cocina.

Abrió las puertas del armario de limpieza junto a la entrada y se encontró con un cabello oscuro y revoltoso, con dos ojos inyectados en sangre y una mirada aterrada.

Hace días, Tirso lo había traído con un corte en la garganta rojo hierro y la piel congelada, totalmente inconsciente. Bastaba escuchar el rugido de la motocicleta cerca de la medianoche para saber que no era nada bueno. Pero un hospital sólo habría sido un desastre más grande, según dijo Tirso.

Ahora el corte se veía un poco mejor, menos rojo y más rosado, menos marcado. Bien podría ser la luz o la falta de ella que la ocultaba.

Todavía no se atrevía a preguntar qué pasó. Sabía una sola cosa: eran más de una las noches que le había pertenecido a la ciudad y no a alguna casa en particular.

—¡Visto! — dijo y tomó su mano para sacarlo del armario de escobas. — Eres super bueno en esto.

Era un juego y si era un juego no era en serio, podían seguir siendo solo dos niños, dos amigos. Mat sonrío.

Si era un juego podía pretender que no veía el rastro de las lágrimas que tanto le molestaban y podía hacerlo con una sonrisa.

— Supongo — murmuró su amigo.

El cabello de Damon por poco le cubría los ojos en una maraña de rizos. Tiro de las mangas del suéter rosa Barbie hasta cubrir sus manos y apartó la vista de Mat, Era un año menor, pero el chico rubio se sentía infinitamente mayor y q la vez, mucho más joven.

—Nada de supongo — Mat chasqueo la lengua e hizo un gesto para que lo siguiera a la cocina. — Andy dice que cocino horrible y que me ayudes. Yo digo que no me va tan mal y que si no quieres puedes seguir dibujando — porque sabia que deberes no iba a hacer. — pero papá trabaja hasta muy tarde y tenemos que comer. Digo, ahora que tenemos cositas .

Damon tomó el banquito destartalado de debajo del lavabo y se subió al mesón que Mat no necesitaba trepar para buscar la caja de macarrones instantáneos.

El rostro de Mat se iluminó como si le hubiese ofrecido adelantar las vacaciones de navidad.

— Eres un genio — exclamó.

Y nada sabía tan bien como la pequeña sonrisa que se escabullía en los labios de aquel otro muchacho, mas bajito, más callado.

— ¿Que cenamos? — Andy llego saltando desde la habitación a dos pasos de la sala-cocina-comedor y trepó al meson. — Oh ¡Esos me encantan!

—Idea de Day — Mat lo señalo con la cuchara con que batía la comida.

— Pues es un genio — Andy le Giñó un ojo a Mat, un truco que había practicado unos diez siglos frente al espejo.

— M-Mat — dijo Damon con la vista la ventana y los focos que ya iluminaban las calles, como si en ellas se le hubiese perdido algo importante, tal vez su pregunta. — ¿Puedo poner música?

Y esa era la primera petición que le había hecho en una semana.

— Puedes hacer lo que tú quieras.

Error 410: Sueños RotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora