Damon
Estoy tan seguro de que la gente usa este sitio para fantasías horribles como lo estoy de mi nombre. Es una suerte que Camila no haya pensado aún en eso. Pero la ciudad donde mi avatar se materializa parece el Nueva York de siempre, con menos personas, calles limpias y buen olor. Ni frío ni calor, ni ruidos molestos ni el dolor punzante cada vez que mi corazón se acelera.
No diría que es perfecto, solo una realidad mejorada a la fuerza hasta ser completamente estéril.
En mi memoria todavía está el beso de Camila y el sabor de sus lágrimas. Creo que ambos sabemos que no hay más que dos soluciones a esto. El día que encontré a Thomas en el laboratorio hablaba consigo mismo sobre carga excesiva y sistemas biológicos duales, se jactaban de su genio, de su velocidad y lo fácil que había sido conectar dos aparatos en un sistema neuronal. En ese momento, nada tenía sentido; hoy es la esperanza que no guisé darle a Camila.
—¿Day? —una voz familiar me llama a mi izquierda.
Mat aquí tiene el cabello igual de azul que siempre y una sonrisa que aparenta ser verdadera y, para mí, es igual de plástica.
—Eres un hijo de puta —le reclamo sin pensármelo.
Su sonrisa se deforma en una mueca y luego una risa.
—¿Y eso? ¿Por qué estas molesto ahora? —pregunta. Empieza a caminar a mi lado cuando yo avanzo—. ¿A dónde vamos?
En la calle hay pequeños marcadores naranja que trazan el camino que programó Camila. Solo tengo que seguirlos.
—No tengo tiempo de responderte, Mat, pero no voy a evitar que me sigas.
De alguna forma es peor que este vivo aquí. Es un fantasma que me persigue con el eco de sus últimas palabras .Esta versión de Mat no conoce el dolor porque lo han borrado de su mente. Pero todo él es dolor a través del brillo artificial de las gafas.
—¿Qué te pasa, Day? Me miras raro —se queja con un puchero que se quiebra en su sonrisa.
—Nada, Mat —suspiro. Doblo una esquina hacia el parque y lo que parece una estación de trenes inexistente—. ¿Has visto a mi mamá?
Mat, con las manos en los bolsillos de la chaqueta de jean y cierto rebotar en sus pasos, me sigue. Aquí llevo la chaqueta de cuero que solía llevar y de la que me deshice hace meses; mi bufanda no existe porque la cicatriz tampoco está, al menos eso es lo que dicen mis dedos cuando pasan sobre la suave piel en mi cuello.
El camino de árboles se abre a una edificación de vidrio y mármol blanco. Los avatares, algunos más exóticos que otros, entran y salen por las puertas y se dispersan en caminos rodeados de agua.
—Claro. Le encanta la playa y yo voy a veces con Andy —dice y no puedo evitar preguntarme si sabe siquiera quienes son Tirso y Lee—. ¿Por qué? ¿Quieres ir?
Cruzamos juntos las puertas. Las guías naranjas subrayan en las pantallas un tren que acaba de llegar. Subimos juntos a un tren que parece un metro y es demasiado limpio para serlo.
—No, tengo algo que hacer; pero llámala, quiero verla antes de irme —le pido porque no tengo idea de cómo se contacta a otros usuarios desde aquí.
—¿Ir a dónde? —Mat manipula una pantalla holográfica que parece salir de su reloj y desliza entre los miles de nombres—. Siempre vas con tanta prisa, Day. Deberíamos ir a tomar helado o a jugar fútbol o...
Dejo de escuchar todas las cosas que suenan mejor que despertar a Mat de su sueño a la cruel realidad. Desearía quedarme y fingir que esta es la realidad, que podemos jugar todo el día... pero esto es una mentira.
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Error 410: Sueños Rotos
Science FictionLos Metagoogles debían acabar con el dolor y los días malos; en realidad, acabaron con los humanos. Sin la memoria, las emociones y el amor, de ellos queda una carcasa que el músico Damon llama muñecos y que la científica Camila debía convertir en e...