Capítulo 6

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Lena

Esa misma noche preparo lo poco que tiene Jack en casa, todo cabe en un bolso pequeño. Me voy a la cama con los ojos hinchados de llorar, pero segura de que he tomado la mejor decisión de mi vida.
El despertador suena y mi cabeza va a estallar de un momento a otro, ya es viernes, y aunque es poco común en mí, decido llamar a la oficina y decir que la migraña ha hecho acto de presencia.
Me tomo una pastilla que tengo para el dolor y voy por el teléfono para llamar, cuando veo que tengo 52 WhatsApp, tres de “Pequeña mocosa”, 2 de Sam y el resto de Jack.

Pequeña Mocosa: ¿Estás bien? Sabes que si necesitas algo me tienes para lo que sea. Buenas noches.

Sam: Cariño no sé nada de ti, Jack ya ha tenido que llegar. Llámame cuando puedas por favor.

Los de Jack son para pedirme perdón, rabia por no entender, pasando por volver a pedirme perdón, después que me voy a arrepentir de haberlo dejado, que me quiere, que cambiará por mí si hace falta y un largo etcétera. Al final dejo de leer, mi cabeza no da para más y leer lo que me pone Jack me pone más y más nerviosa.
Llamo a la oficina y contesta Jess.

Jess soy Lena, hoy no podré ir, la cabeza me va a explotar.

—¿La migraña otra vez?

Sí, ¿podrías avisar al Señor J'onzz?

—Sí, no te preocupes, yo se lo digo, mejórate.

—Gracias.

Intento dormir, tengo la casa completamente a oscuras y no se escucha nada, pero la cabeza no cesa, el dolor va a peor y ya tengo náuseas, eso es un gran problema, si empiezo con vómitos terminaré en urgencias.
A los pocos minutos siento como una arcada sube, no puedo controlar las ganas de vomitar y voy corriendo al baño, donde me dejo caer en el suelo y acabo vomitando en la taza del inodoro. Cuando logro recuperarme algo, me doy cuenta de que he tardado demasiado en ir a urgencias y que Jack no está para llevarme.

Como puedo llego a la sala y agarro el teléfono, parece que tengo un taladro en el interior de la cabeza, siento hasta como bombea la sangre.

Yo: Necesito que me lleves a urgencias.

No pasan ni dos minutos y ya oigo el timbre de la puerta y sé que es ella. Al abrir ve mi cara demacrada y que todavía estoy en pijama.

Joder ¿qué te ha pasado? ¿Ese hijo de puta te ha hecho algo?

—No tranquila, es la migraña. Solo necesito que me dejes en urgencias y ya está, después volveré en…—antes de terminar de decir la frase, otra arcada me viene y salgo corriendo hacia el baño.

Kara viene corriendo detrás de mí y me sujeta la cabeza, cuando ve que intento apoyar la espalda en la pared me ayuda y va a buscar algo.
Veo como toma una toalla, la moja y me la coloca en la nuca con suavidad.

Mi madre también tiene migraña. Vamos a vestirte y te llevo a urgencias, pero voy a esperar hasta que te pongan tratamiento y eso no es negociable.

Yo ya no tengo ni fuerzas para contestarle, solo asiento y dejo que Kara me guíe hasta la habitación y me ayude a vestirme.
Cuando llegamos a urgencias soy la primera en pasar, ya tienen en mi historial que sufro de migrañas y me pasan inmediatamente, tras verme el médico me pone tratamiento intravenoso y oxígeno.
Con lo que me han puesto me quedo dormida y cuando despierto veo que ya no tengo el gotero puesto y que mi dolor casi ha remitido, miro el reloj y han pasado tres horas desde que llegué. Lo primero que pasa por mi cabeza es Kara, debe de estar fuera preocupada.
Localizo a una enfermera y la llamo.

Ya te has despertado ¿estás mejor?

—Sí, muchísimas gracias.

—Llamo al médico para que te vea.

—Sí, por favor.

Me doy cuenta de que mi bolso se lo ha quedado Kara, no puedo escribirle diciendo que estoy bien, así que espero que venga el médico y me dé el alta.
Cuando salgo, la veo sentada en las sillas de la sala de espera, al verme se levanta y se dirige hacia mí.

Hola, bella durmiente ¿ya estás mejor?

—¿Cómo sabes que he dormido?

—Mi madre casi siempre se quedaba dormida también, y a parte hablé con una de las enfermeras y me dijo que estabas dormida y no te querían despertar.

—Gracias—le digo agachando la cabeza.

Ella me levanta la cara y me mira a los ojos.

No tienes que darme las gracias, anda vamos al coche y a desayunar algo, porque me muero de hambre.

Llegamos al estacionamiento y cuando me subo a su coche me sorprendo.

Joder, es el coche de la mocosa—le digo con los ojos muy abiertos, el interior es increíble—antes no me había fijado con el dolor de cabeza que llevaba.

Un regalo de mi madre, de fin de carrera—me dice encogiendo los hombros.

Las hay con suerte.

—Suerte la mía de estar aquí contigo—me dice mirándome fijamente a los ojos.

Kara yo…

—Tranquila, ya hablaremos. Aunque me temo lo que me vas a decir. Pero ahora no, por favor.

No digo nada, hoy no es un buen día para hablar de nada con ella. Mi cabeza creo que tampoco soportaría una discusión con nadie ahora mismo.

Jack te ha estado llamando, el teléfono no ha parado de vibrar y cuando lo he mirado he visto que era él.

—No quiero hablar con nadie, bueno realmente ni quiero ni puedo—le digo, y me giro a mirar la ciudad por la ventana del coche.
Paramos en una cafetería, y aunque haya estado tres horas durmiendo en una camilla, apenas son las diez y media de la mañana. Desayunamos y volvemos al coche, el teléfono vuelve a sonar.
Kara me mira y yo le enseño la pantalla, es Jack otra vez, necesito casi que huir de mi casa o se presentará allí.

Creo que lo mejor será buscar algo de ropa e irme a casa de una amiga, Jack se pondrá muy pesado—comento en voz baja Kara no dice nada, lleva un rato pensativa, llegamos al estacionamiento del edificio y antes de que pueda bajar me dice:

Dime que sí.

—¿Eh? —pregunto confundida.

Que me digas que sí—insiste.

¿A qué? —pregunto entornando los ojos.

—Mi madre tiene una casa de campo, la heredó de mis abuelos, tranquila mi padre no sabrá que voy y Jack no se enterará de donde estás. Mis padres no están tampoco muy bien últimamente.

La verdad es que la idea no me disgusta, pero la miro seria y antes de que pueda decir nada, ella me dice:

Prometo portarme bien. No te tocaré si tú no quieres, seremos dos amigas pasando un fin de semana en la casa de campo para despejarnos de la ciudad, y de ese imbécil, claro—dice todo eso con la mano derecha levantada y la palma de su mano mirando hacia mí.
Se dibuja una sonrisa en mi cara, y en un arrebato le doy un beso en los labios.

Me parece un plan perfecto—le digo finalmente.

Vuelvo a tomar mi móvil y le escribo a Sam para que no se preocupe. Veo que Kara se queda mirándome.

Escribo a una amiga, tenía que contestarle los WhatsApp de esta mañana, le he escrito que estoy bien y que me voy al campo a pasar el fin de semana.

Subimos a la casa, cada una agarra algo de ropa, agarro el bolso de Jack con sus cosas y se las dejo al conserje, le digo que Jack pasará a buscarlas y que ya no puede subir al apartamento.
Nos subimos al coche y ponemos rumbo al campo para pasar el fin de semana con la que pensaba hasta hace una semana, que era una mocosa malcriada.

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