Capítulo 7

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Kara

Lena sigue dormida desde que llegamos, comimos, se fue a dormir y no ha bajado. Esta mañana cuando me escribió me asusté mucho, pensaba que había pasado algo con Jack, todavía no me explico porque continuaba con ese pedazo de mierda.

Ella no lo sabe, pero la primera vez que la vi, fue hace ocho años cuando mi padre iba a empezar a construir el edificio y aquella joven decidió que iba a comprar una apartamento, estaba trabajando para el despacho de abogados que lleva los asuntos de mi padre, yo estaba en las oficinas, ya que era verano y me gustaba merodear por allí.
Cuando la vi entrar sentí que el mundo se paraba, yo que tenía apenas dieciséis años, y estaba sintiendo cosas por alguien que acababa de entrar en las oficinas de mi padre y además parecía más mayor que yo, y por lo tanto más difícil de alcanzar. Me dije a mi misma que sería alguna tontería o las hormonas locas, que se me pasaría.
Pero resultó que no fue así, Lena volvió unas cuantas veces porque no se decidía por la casa que quería, tras indagar mucho, al final supe que compraría un apartamento de la último piso. Yo me acerqué a mi padre con una idea clara en la cabeza, conocía bien los planos de aquel edificio que pretendía construir porque era la mayor obra que iba hacer. Así que le dije que quería el único apartamento disponible del último piso, su respuesta fue que ya había vendido un apartamento y que el otro quería venderlo, pero una vez terminara la obra, ya que podía sacar bastante dinero en la venta. Tras tragar saliva para deshacer el nudo que me provocó su negativa, le dije lo único que sabía que podía funcionar:

Sí me dejas ese estudiaré la carrera que tú quieras y donde tú quieras—mi padre me miró pensativo, le acababa de ofrecer en bandeja hacer lo que él siempre había querido para mí, que no era otra cosa que estudiar lo que él quería sin tener en cuenta lo que quería yo.

Todavía recuerdo perfectamente esa conversación.

¿Estudiarás lo que yo quiera y donde yo quiera? —me preguntó con cara de asombro.

Ajá.

Pero tendrás que sacar buenas notas, no vale con que estudies lo que yo quiera si después lo suspendes.

Sabes que estudiar para mí no supone un problema—le dije encogiéndome de hombros.

Se te quitaría esa idea absurda de estudiar turismo.

—Sí, ya te he dicho que estudiaré lo que me pidas a cambio de ese apartamento.

—¿Por qué Kara? Después de todo lo que hemos discutido con la idea de que no quiero que estudies turismo, y ahora me lo pones tan fácil ¿qué es lo que te gusta de ese lugar?

—La vista, me gusta la vista—le respondí y sentí como subía el calor en mi interior.

Mi padre se quedó pensativo un rato y me dijo:

Esta bien, pero estudiarás arquitectura y será en Londres, en unas de las mejores universidades—sentenció.

Me parece perfecto, no vendas ese apartamento porque será mío.

Me fui con una sonrisa y una idea fija, terminar la carrera y mudarme a ese apartamento para poder verla.

Mi madre se enfadó mucho cuando se enteró que había cedido a las condiciones de mi padre por ese apartamento, así que para que se tranquilizara, le conté todo y el motivo por el que lo hice, pero eso fue peor.
Mi madre no estaba muy contenta con que me gustara una mujer mucho mayor que yo, nunca entenderé el problema con la edad.

Un día me llamó y me contó que la chica del apartamento, que así era como llamábamos nosotros a Lena, estaba con Jack.
Pensé que con Jack no duraría mucho, lo conocía de vista y me parecía un idiota, cosa que se ha confirmado ahora. Aun así, no pude evitar sentir un dolor insoportable en el pecho, acompañado de unos celos enormes porque aquel imbécil podía tocarla y yo no.
Cuando volví de estudiar, pensé que Jack ya no estaría en su vida, aunque podía estar con otra persona, pero para mi sorpresa y disgusto, el menso y pedazo de mierda de Jack seguía con aquella mujer que me volvía loca.

Debo confesar que no le guardé castidad, disfruté y mucho de mi estancia en Londres, conocí a muchas mujeres y lo pasé realmente bien, a pesar de que ninguna era ella. Ninguna hacía que se me cortara la respiración cuando la veía pasar por delante de mí.
Por eso, para poder llamar su atención en aquel edificio lujoso y tan silencioso, lo único que se me ocurrió fue hacer ruido. Sí, ya sé, es bastante infantil por mi parte, pero la desesperación a veces te hace hacer cosas de las cuales después no estás orgullosa.
Pero para mi sorpresa, Lena se limitaba a llamar a la policía o el conserje me llamaba pidiéndome que bajara el volumen de la música. Así que, cambié de estrategia y cuando tuve la oportunidad de provocarla lo hice, y eso dio resultado, vaya que si dio resultado.
Ahora, la mujer que hace que mi corazón se acelere de forma descontrolada, duerme en una de las habitaciones de la casa que mi madre tiene en el campo, creo que mal del todo no lo he hecho.

Pequeña Moscosa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora