Capitulo 1

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''En el oscuro abismo de la incertidumbre,
donde cada susurro es un eco de peligro,
nuestros destinos se entrelazaron en un nudo inquebrantable, mientras el tiempo se deslizaba como arena en un reloj de arena invertido"

''En el oscuro abismo de la incertidumbre, donde cada susurro es un eco de peligro, nuestros destinos se entrelazaron en un nudo inquebrantable, mientras el tiempo se deslizaba como arena en un reloj de arena invertido"

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Cuando Gulf salió de casa esa mañana, creyó que sería un día cualquiera.

Desayunar. Hacer entregas. Volver a casa.

Simple.

Nunca imaginó que sería perseguido por la guardia real de Haewn.

El corazón le latía con fuerza, sentía un dolor punzante en el pecho y sus piernas estaban al borde del colapso después de tanto correr. Podía escuchar los pasos tras él, cada vez más cerca, lo que solo aumentaba su desesperación.

"Debí haber desayunado", pensó con ironía.

El bosque se volvía más denso a medida que avanzaba, y él corrió tan rápido como sus piernas se lo permitieron antes de esconderse entre unos arbustos.

Soltó un gruñido de dolor cuando unas espinas rasparon su rostro.

Respiró hondo, sintiendo sus pulmones expandirse con gratitud. Solo entonces sacó el pañuelo que llevaba en el bolsillo. Con las manos temblorosas, desenvolvió la tela para revelar su contenido.

"Mierda. Mierda. Mierda. Mierda. Mierda."

Quería matar a Kaownah. Lo había engañado como a un niño. Las lágrimas de rabia comenzaron a brotar. Su vida estaba en juego, todo por culpa de un estúpido anillo.

"Y ni siquiera es de oro", pensó con amargura.

De repente, escuchó pasos que se acercaban y, sobresaltado, dejó caer la sortija. La agarró rápidamente antes de que empezara a rodar y, sin pensarlo mucho, se la colocó en un dedo.

Agachado, caminó en cuclillas hasta el borde del arbusto y separó algunas ramas lentamente para poder observar a través de ellas. Estaba rodeado.

No podía permitirse rendirse.

Sintió que alguien se acercaba y, sin pensarlo dos veces, se echó a correr. Un hombre surgió de la nada, lanzándose sobre él.

Gulf cayó al suelo con fuerza, siendo aplastado por el peso del extraño.

—¡Lo tengo! ¡Lo atrapé!

—¡Suéltame, imbécil! —gritó Gulf, retorciéndose debajo del hombre, pateando y golpeando su pecho.

Un dolor agudo le atravesó la cabeza, y su visión comenzó a oscurecerse. Pudo escuchar una última voz antes de perder el conocimiento.

—Mátalo.

—Mátalo

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El anilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora