Capitulo 2

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"Hoy es un buen día para despedirse."

Al abrir los ojos, un dolor punzante le atravesó la cabeza, una y otra vez

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Al abrir los ojos, un dolor punzante le atravesó la cabeza, una y otra vez. Parpadeó con dificultad, tratando de enfocar su visión mientras la punzada persistía.

"Mierda", pensó, agradeciendo mentalmente seguir con vida. Llevó una mano temblorosa a la parte de su cabeza que le provocaba ese dolor insoportable y sintió algo húmedo en su cabello. Al bajar la mirada, sus dedos estaban manchados de sangre. Un escalofrío de terror le recorrió la espalda.

"Debo salir de aquí", se dijo, luchando por no caer en el pánico.

Miró a su alrededor, con la vista aún borrosa, buscando desesperadamente una forma de escapar. Estaba encerrado y esposado, lo que complicaba aún más su situación. Trató de ponerse de pie, pero el mareo lo hizo tambalearse. Se aferró a los barrotes de su celda para no caer.

De repente, el sonido de unas llaves lo sacó de su aturdimiento, obligándolo a concentrarse. Un hombre de aspecto amenazante, con una cicatriz profunda en la mejilla, se acercaba lentamente. Jugaba con un manojo de llaves mientras caminaba, y Gulf lo notó enseguida; olía a Alfa. Sintió un profundo asco mientras arrugaba la nariz. Odiaba a los Alfas, especialmente a los que no podían resistirse a esparcir sus feromonas por donde pasaban. Al observar el uniforme del hombre, reconoció el emblema del reino de Haewn. Al menos, ahora sabía dónde estaba.

—Ven aquí —ordenó el hombre, su voz cargada de autoridad.

Gulf no se movió, intentando mantenerse firme a pesar del miedo que comenzaba a invadirlo.

—Escucha, fui estafado. Yo no tengo nada que ver en esto. Kaownah Kittipat es tu hombre, no yo —intentó razonar, aunque su voz apenas mantenía la calma.

—Apresúrate —replicó el hombre, esta vez con un tono más amenazante.

El corazón de Gulf comenzó a latir con fuerza. Sabía que no había forma de que aquel hombre lo escuchara. La desesperación se apoderó de él, temiendo ser golpeado hasta morir.

"Prefiero la horca", pensó, en un intento de armarse de valor.

El hombre, al ver que Gulf no respondía, abrió la puerta de la celda y lo agarró por la camisa, empujándolo bruscamente hacia la salida.

—¡Muévete!

Gulf comenzó a caminar, los nervios apretándole el pecho. Cada paso que daba lo acercaba más a su muerte, lo sabía. La rabia empezó a mezclarse con su miedo. Estaba a punto de dejar a su hermano solo, lo habían engañado como a un niño.

Había trabajado para Kaownah durante cuatro años sin fallar nunca. ¿Por qué lo había traicionado ahora? Se lo preguntaba una y otra vez, sin encontrar respuesta. Conoció a Kao en uno de sus peores momentos, cuando había perdido toda esperanza de encontrar un trabajo.

Su madre había muerto cuando él tenía 14 años, dejándolo a cargo de su hermano menor, Win. Abandonó la escuela y buscó trabajo, pero la mayoría de las personas no lo tomaban en serio por su complexión delgada. En su pueblo, los hombres fuertes eran los preferidos para el trabajo en el campo, por su fuerza y resistencia. Entonces, Kaownah apareció en su vida, ofreciéndole ser mensajero. Le pagaba dos monedas de plata por cada carta o paquete que entregara a pueblos vecinos o lugares remotos. Un día, Kaownah le pidió que llevara opio, algo prohibido en Onseker. A cambio, le prometió cinco monedas de oro si lograba la entrega con éxito. Gulf se negó rotundamente, y le hizo prometer a Kao que nunca lo obligaría a transportar algo así.

Estaba tan metido en sus recuerdos que no se dio cuenta de que habían llegado a una gran puerta. De pronto, la realidad volvió a golpearlo; sus manos comenzaron a sudar y su respiración se aceleró.

El guardia que lo empujaba golpeó la puerta tres veces. Desde dentro, una voz fría y autoritaria respondió:

—Adelante.

Ya volví, pidoperdón :(

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Ya volví, pidoperdón :(.

El anilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora