Capitulo 23

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"Sus manos se unieron, no por elección,

 sino por el peso de un destino que habían sido obligados a aceptar."

Mew sostenía una copa de vino, observando cómo sus invitados danzaban al ritmo de la celebración

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Mew sostenía una copa de vino, observando cómo sus invitados danzaban al ritmo de la celebración. Aunque su rostro mantenía una sonrisa de cortesía, su mente se sentía atrapada en un torbellino de dudas y temores. Cada risa, cada palabra de felicitación que recibía le atravesaba como un recordatorio punzante de la responsabilidad que tenia esta noche. El peso de las expectativas lo aplastaba, incluso entre el bullicio de la sala.

"Es solo un brindis por la felicidad", pensó, aunque no podía dejar de sentir que estaba perdiendo el control. Los últimos invitados comenzaron a despedirse, y cuando el último se fue, un suspiro de alivio escapó de sus labios. —Por fin...— murmuró, aunque el alivio se mezclaba con una ansiedad latente. Sin nadie más alrededor, ya no había donde ocultarse. La cruda realidad de su nueva vida como esposo y futuro rey lo golpeaba con fuerza.

El Rey lo observaba desde el borde de la sala, una mirada que Mew siempre había encontrado intimidante. Cuando su padre le hizo una señal para que se acercara, una oleada de opresión lo invadió. "¿Qué querrá ahora?" se preguntó, con un nudo en el estómago. Mew tragó saliva antes de acercarse, ya anticipando una conversación incómoda.

—Mew —comenzó el Rey, su voz profunda resonando como un trueno—. Has hecho un buen trabajo esta noche. Fuiste un excelente anfitrión.

—Gracias, padre —respondió Mew, forzando una sonrisa mientras alzaba su copa, aunque sus manos temblaban. La tensión lo carcomía por dentro.

El Rey sirvió más vino en su copa, y lo que al principio parecía una conversación trivial, pronto se tornó en algo más serio. Cada vez que la copa de Mew se vaciaba, su padre se la llenaba de nuevo, manteniendo el juego de palabras mientras el líquido oscuro fluía sin tregua.

"No puedo beber más". El vino comenzaba a hacer afecto en él, nublando sus pensamientos y torciendo su percepción de la realidad. Sentía cómo el calor del alcohol se extendía por su cuerpo, pero en lugar de apaciguarlo, parecía aumentar la presión en su pecho. Cada trago se sentía como una piedra que caía pesada en su estómago, añadiendo más peso a la carga que ya llevaba.

—Mew —dijo el Rey, sus ojos afilados como cuchillos— no puedo evitar preocuparme por ti y por que cumplas tu deberes.  No olvides lo que debes hacer. Demuéstrale al reino que eres un Alfa, y que eres su futuro rey.

Las palabras de su padre eran como un golpe seco que resonaba en su cabeza. El mandato no era nuevo, pero en ese momento, con el vino fluyendo por sus venas y su mente confusa, la presión se sentía más asfixiante que nunca. ¿Esto es lo que quieren de mí?.

—Pero... —intentó replicar, aunque su voz salió débil, casi inaudible. El vino había erosionado su capacidad para defenderse, y lo único que logró fue un murmullo que se perdió en el aire pesado.

El Rey lo miró fijamente, su sonrisa carente de calidez. —No hay discusión. Solo hazlo.

Mew bebió de nuevo, casi por reflejo, pero con cada trago, sentía cómo el control se le escapaba. El ruido de la sala se desvaneció, y su mente quedó envuelta en un silencio inquietante, como si el mundo alrededor se desmoronara. "¿Esto es lo que realmente quiero?", se preguntó, pero las respuestas no venían. Solo el latido acelerado de su corazón, que resonaba con fuerza en sus oídos.

Cuando el Rey se inclinó más cerca, Mew notó la fría determinación en su mirada. —Recuerda, Mew. La debilidad no es una opción. La marca en su cuello es un símbolo de tu fuerza.

¿Fuerza?. Mew sintió un nudo en el estómago, el mismo que había sentido tantas veces cuando era más joven, pero ahora más apretado, más implacable. La idea de marcar a Gulf, de convertir esa noche en una demostración de poder, lo llenaba de un profundo rechazo, pero no encontraba la forma de expresarlo. Su padre lo veía como un símbolo de fortaleza, pero él lo veía como una traición a sus propios principios. No quería ser un rey que impusiera su voluntad solo porque podía.

Un murmullo cortó la tensión. —El amo Gulf ya se encuentra en los aposentos del amo Mew —anunció una sirvienta, antes de retirarse rápidamente, dejando a Mew solo con sus pensamientos.

El último sorbo de vino se deslizó amargo por su garganta, y Mew supo que ya no había forma de evitar lo inevitable. Es mi deber... pero, ¿a qué costo?. Al darse la vuelta, la sala vacía comenzó a girar levemente, haciéndole perder por un momento el equilibrio. El eco de sus pensamientos lo seguía como una sombra, confundiéndose con los sonidos apagados de su propio tambaleo.

Cada paso hacia su habitación era una lucha. Su cuerpo, pesado y torpe, parecía moverse en cámara lenta, mientras que su mente flotaba, desconectada. El pasillo, normalmente fácil de cruzar, ahora se extendía frente a él como un túnel interminable, ondulante y borroso. Tropezaba a cada paso, apoyando una mano temblorosa contra la pared para no caer del todo, pero la sensación de firmeza bajo sus pies le resultaba inalcanzable. ¿Estoy caminando o flotando? Ni siquiera lo sabía.

Chocó contra una esquina con más fuerza de la que esperaba, el dolor le sacudió el hombro y lo obligó a detenerse un momento, respirando pesadamente, pero incluso esa pausa no aclaraba su mente. El mareo seguía, la cabeza le daba vueltas, y en el fondo de su mente, apenas lograba sostener un pensamiento coherente: No estoy listo para esto...

Su visión era un revoltijo de luces y sombras. En un instante, la pared se acercó de nuevo, y su cuerpo se estrelló contra ella. Soltó un gruñido bajo, pero siguió caminando, tambaleándose, aferrándose al pasillo mientras su mente nublada se ahogaba entre pensamientos difusos. Sabía que había algo importante esperándolo, pero su cerebro estaba demasiado adormecido por el alcohol para procesar cualquier cosa con claridad. Todo lo que sentía era un miedo inexplicable y el incesante zumbido del vino en su cabeza.

Al llegar frente a la puerta, el pomo parecía bailar frente a él, moviéndose de un lado a otro en su visión borrosa. Su mano temblaba al intentar alcanzarlo. Falló una, dos, tres veces antes de finalmente cerrarla alrededor del frío metal. Se quedó allí, apoyado contra la puerta, jadeando, como si hubiera corrido kilómetros.

Su corazón latía con una intensidad que lo desorientaba aún más, y la duda lo envolvía. "¿Seré capaz de ser el rey que todos esperan?" Pero la pregunta se diluía entre las neblinas de su embriaguez.

Empujó la puerta con torpeza, casi cayendo hacia adentro, y tropezó al cruzar el umbral, sus pasos erráticos lo llevaron a tambalearse de nuevo contra una pared. Dentro de la habitación, apenas era consciente de su entorno. La cama, las cortinas, los muebles... todo se mezclaba en una masa indistinguible.

 —¿Gulf?

 —¿Gulf?

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Hola. =)

Me he dado cuenta que no sé cuando introducir a Mew, 

es decir, cuando sería un buen momento para que sepan que está pasando con él.

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