Capitulo 20

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"Mantengo mi deseo incumplido en mi corazón. 

Incapaz de ponerlo en palabras".

Mew observaba con inquietud cómo Gulf entraba en la sala, sus pasos tensos y una expresión que intentaba esconder bajo una calma forzada

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Mew observaba con inquietud cómo Gulf entraba en la sala, sus pasos tensos y una expresión que intentaba esconder bajo una calma forzada. El eco de la advertencia de su padre seguía suspendido en el aire, impregnado de feromonas de ira que flotaban como una amenaza invisible casi imperceptible. Siendo un Alfa, Mew percibió la atmósfera opresiva con claridad, pero también detectó algo más. Gulf no era el mismo que había entrado. Algo había pasado en aquella sala.

Cuando Gulf pasó junto a él, notó algo peculiar. Su rostro estaba ligeramente enrojecido, una señal casi imperceptible, pero suficiente para que el pensamiento perturbador cruzara su mente. ¿Había su padre...? La duda lo inundó, y con ella, una mezcla de enojo y frustración. Aunque la relación entre ambos seguía siendo distante y forzada, Mew sentía una inexplicable necesidad de protegerlo. Quizás era porque ahora eran esposos, pero había algo en Gulf que lo hacía querer acercarse más, aun cuando todo lo que recibía era rechazo.

El momento del baile se acercaba, Mew no podía ignorar las miradas expectantes de los nobles. La presión de su posición como príncipe y Alfa pesaba sobre él, pero en el fondo, lo que más le preocupaba era lo que había sentido en Gulf. El rastro de las feromonas de su padre seguía presente, un recordatorio del poder y control que el rey ejercía sobre su pareja.

Sentía que su sangre hervía solo de pensar en lo que había ocurrido en esa habitación, en lo que su padre le había dicho o hecho a su pareja. Esa demostración de poder y control sobre su pareja lo enfurecía más de lo que estaba dispuesto a admitir. El Alfa dentro de él rugía, deseando borrar cualquier vestigio de otro Alfa, incluso si ese Alfa era el rey. Quería marcar su territorio, dejar claro ante todos, especialmente ante su padre, que Gulf le pertenecía. 

Mientras cruzaba el salón, las feromonas del rey seguían presentes como un recordatorio de lo que no podía controlar. El deseo de marcar a Gulf lo envolvía con cada paso. Quería rodearlo con su olor, cubrirlo hasta que nadie más pudiera percibir lo que su padre había dejado. Quería que todos supieran que él era el único que podía estar cerca de Gulf, el único que tenía derecho a tocarlo. Esa posesividad lo confundía, porque al mismo tiempo, sabía que no quería dominar a Gulf de la manera que los demás esperaban. Quería protegerlo, pero sin asfixiarlo.
Sin embargo, el conflicto lo desgarraba por dentro. Sabía que la relación que compartían era una imposición, un matrimonio forzado. Gulf no lo había elegido, y Mew tampoco había tenido la oportunidad de conocerlo realmente antes de que el anillo los uniera. Pero ahora que Gulf era suyo, Mew no podía evitar sentir esa necesidad feroz de poseerlo.

—Gulf —susurró cuando finalmente lo encontró, extendiendo la mano con cuidado, consciente de que su mera presencia como Alfa ya era intimidante para el. Sus ojos buscaron los de Gulf, esperando encontrar algo más allá de la frialdad que siempre parecía mostrarle.

El contacto entre ellos fue... inesperado. Una cálida corriente recorrió a Mew al sentir la piel de Gulf bajo la suya. Pero esa conexión, que para él despertaba algo profundo, para Gulf era una imposición. El rechazo de su pareja era palpable, visible en la tensión de su cuerpo, en la rigidez de sus movimientos mientras Mew lo guiaba al centro de la pista. Cada paso que daban, cada giro en la danza, era una lucha silenciosa entre lo que Mew deseaba y lo que Gulf temía.

Y sin embargo, el simple roce de su mano en la espalda desnuda de Gulf le causó un placer que no había anticipado. Sentir el calor de su piel lo llenaba de contradicciones. Sabía que Gulf se estremecía, pero no de la misma manera. Y a pesar de saberlo, Mew no podía evitar el deseo de estar más cerca de él, de hacerle entender que, aunque no se amaran, él no lo lastimaría. Pero cada vez que intentaba acercarse, chocaba con esa barrera invisible que Gulf colocaba entre ellos.

Mientras la música avanzaba, Mew intentaba leer en los ojos de Gulf alguna señal que le permitiera entenderlo, pero la muralla entre ellos era impenetrable. El rechazo dolía. Dolía más de lo que Mew estaba dispuesto a admitir. Sabía que como Alfa, como príncipe, se esperaba que liderara, que dominara, pero con Gulf... todo eso se desmoronaba. Sentía que no podía hacer nada para cambiar la situación. Su fuerza, aquella que siempre le había dado seguridad, ahora se sentía inútil ante la indiferencia de su actual pareja.

Cuando la música terminó, Mew soltó a Gulf, pero no sin antes dejar que sus dedos se demoraran un segundo más en su piel, casi como si resistiera la separación. Era un gesto pequeño, apenas perceptible, pero para él, significaba mucho. Fue una pequeña rebelión contra la distancia que los separaba.

Mientras lo observaba alejarse, la figura de Gulf se desvanecía entre la multitud, y con ella, algo dentro de Mew se quebraba. Sentía el rechazo no solo en su cuerpo, sino en el alma. Y aunque era doloroso, lo que más le hería era la certeza de que, quizás, nunca podría cruzar ese abismo. Nunca podría ser para Gulf lo que deseaba. Y esa idea lo atormentaba, sin que pudiera entender bien por qué.

 Y esa idea lo atormentaba, sin que pudiera entender bien por qué

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Uy, actu seguida.

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