Capitulo 19

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"Conozco esa inseguridad, 

porque aunque hables con el corazón, 

al final se convertirá en cicatrices. 

No diré algo tan obvio como: 'Sé fuerte'."

El rey abandonó la sala, dejando a Gulf sumido en un mar de confusión

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El rey abandonó la sala, dejando a Gulf sumido en un mar de confusión. Antes de irse, su voz resonó cargada de feromonas, sofocando el ambiente. Aunque Gulf era un Omega recesivo, no podía ignorar la presión de las feromonas reales, un rastro sutil que, aunque leve, le resultó nauseabundo, como un veneno lento que se deslizaba bajo su piel. Era un recordatorio palpable de su posición vulnerable. El eco de las palabras del monarca seguía resonando en su mente, amenazante, mientras la puerta se cerraba con un golpe seco, sumiéndolo en un silencio ensordecedor.

Poco después, un grupo de sirvientas irrumpió con urgencia, sus rostros reflejaban preocupación mientras se acercaban a Gulf. Con movimientos rápidos y precisos, comenzaron a arreglar su apariencia. Las manos expertas trataban de borrar cualquier rastro de la agresión, aplicando capas de maquillaje para ocultar la hinchazón que empezaba a formarse. Pero por más que intentaran ocultar las marcas exteriores, no podían hacer nada contra la tormenta interna que lo consumía. Los murmullos tranquilizadores apenas alcanzaban sus oídos; estaba demasiado perdido en sus pensamientos, atrapado en el miedo que el rey había implantado en su interior.

Aunque las sirvientas se movían con diligencia, Gulf se sentía desconectado, como si todo sucediera a kilómetros de distancia. Finalmente, lo retocaron y, sin darle tiempo a recomponerse, lo condujeron hacia la salida de la sala. A medida que la música del baile real comenzaba a resonar en el aire, una melodía festiva y luminosa que chocaba brutalmente con su estado de ánimo, las risas y murmullos de los nobles lo invadieron, intensificando aún más su sensación de alienación. El anuncio del baile de los esposos hizo que el salón cayera en un silencio expectante, y las miradas se centraron en él.

De repente, una mano lo sacó de su trance. Mew, con una expresión de calma que intentaba ofrecer consuelo, le tendió la mano. Pero para Gulf, aquel gesto estaba cargado de peso y complicidad. Al alzar la vista, vio el rostro sereno de Mew, pero fue la mirada afilada del rey desde el otro lado del salón la que lo atravesó como una flecha, recordándole su situación. Sintió un nudo en el estómago, un recordatorio cruel de que no había salida. El ambiente se tornó sofocante, y cada respiración se volvió un esfuerzo, como si el aire mismo lo traicionara.

Con un suspiro profundo que parecía intentar deshacerse de la tensión acumulada, Gulf finalmente colocó su mano sobre la de Mew. En el momento en que sus pieles se rozaron, un calor incómodo se extendió por su cuerpo. Había algo en la calidez de Mew que le resultaba intolerable, un recordatorio de todo lo que estaba en juego. Con delicadeza, Mew lo guió hacia el centro de la pista, donde la música alcanzaba su crescendo. Los nobles los observaban con atención; algunos sonreían, otros intercambiaban miradas cómplices. Pero para Gulf, todo aquello era irrelevante. Su mente solo podía enfocarse en el roce de la mano de Mew en su cintura, en cómo su cuerpo se estremecía de repulsión ante ese contacto. Su pulso se aceleraba, y su mente se llenaba de pensamientos dolorosos, como si cada fibra de su ser se resistiera a estar tan cerca de un alfa.

El diseño revelador de su vestimenta, que dejaba su espalda al descubierto, hacía que el tacto de Mew en su piel desnuda fuera insoportable. Una oleada de incomodidad lo recorrió, casi obligándolo a retroceder. El miedo y la repulsión se entrelazaban en su mente, recordándole lo frágil de su posición. Ser un Omega, ser tocado así, ser forzado a representar un papel que odiaba... Cada segundo que pasaba aumentaba su ansiedad.

Los ojos de Mew buscaban los suyos, tratando de leer sus pensamientos, de comprender el rechazo que emanaba de cada uno de sus movimientos. Pero Gulf no podía ocultarlo. Su aversión era palpable, una barrera invisible que Mew intentaba atravesar en vano. La expresión de comprensión en el rostro de Mew se fue desmoronando, reemplazada por un dolor silencioso, reflejo del rechazo que sentía el alfa, en carne viva.

Cada paso en el baile se volvía una prueba de resistencia, cada giro un recordatorio de la distancia insalvable entre ellos. Para los demás, parecían la imagen perfecta de la unión real. Pero entre ellos, el abismo crecía con cada movimiento, lleno de emociones no expresadas, de resentimientos ocultos. La música seguía, pero para Gulf todo se desvanecía, el salón y sus espectadores no eran más que una sombra borrosa, mientras él luchaba por mantener el control y salir huyendo de ahí.

 La música seguía, pero para Gulf todo se desvanecía, el salón y sus espectadores no eran más que una sombra borrosa, mientras él luchaba por mantener el control y salir huyendo de ahí

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