18. La llave del infierno

1.9K 199 12
                                    

18. La llave del infierno

Si vas a pecar, peca bien y con ganas.
El castigo será el mismo
- Anónimo

Ava Brown

Habían pasado tres semanas. ¡Tres semanas! Y todo había estado igual de tenso.

Abi no hablaba con los gemelos, ni siquiera los miraba, y ellos intentaban desesperadamente arreglar algo. Habíamos estado investigando como locos el caso de Theodore Rotland para que la adrenalina nos mantuviera unidos, pero las brechas entre La Manada pesaban cada vez más. Además, yo no dejaba de darle vueltas al plan de mi tío, que comenzaría la semana que viene según me había contado.

Suspiré, estresada. Ash y Abi estaban conmigo en la biblioteca, los Greco habían tenido que quedarse en casa porque su abuela iba a hacerles una visita o algo así.

—Esto no tiene sentido —murmuré, mirando el esquema que había escrito yo con todas las pistas—. No encontramos nada en Hood River ni en la plataforma. ¿Por qué habría túneles hasta allí?

—La plataforma fue probablemente su forma de fingir un suicidio —murmuró Abi.

—Lo sé, pero... ¿Hood River? Debe haber algo, algo se nos ha pasado. No tendrían sentido si no.

Nos miramos entre nosotros, las ideas flotando en nuestras mentes.

—No hemos buscado bien —murmuró Ash.

Nos levantamos de golpe. Mercedes, la bibliotecaria, nos miró mal por el sonido. El teléfono de Abi vibró e hizo una mueca a la vez que se lo llevaba al oído. Salimos de la biblioteca, ella conversaba con su madre. Cuando colgó la llamada, suspiró y nos miró.

—Tengo que irme, mamá insiste en que hable con... Alexander —nos sonrió, pero fue una mueca tensa y su barbilla tembló.

—Ven aquí, cachorra —Ash la envolvió en un abrazo, ella se aferró con fuerza a él.

—Estoy bien —aseguró, aunque fue mentira.

—Estoy aquí —le susurró él—. Estamos aquí. La Manada es familia, cachorra, nos tienes.

—Gracias —sus ojos se humedecieron.

No supe muy bien qué hacer, pero la abracé también. Ella lloriqueó un poco en mi hombro y se limpió las lágrimas con rapidez cuando nos separamos.

—Si necesitas algo, llámanos —le pedí.

—Claro —asintió—. Suerte con la búsqueda.

—Te llevamos a casa —dijo Ash.

—No, gracias. Quiero caminar.

—Abi... —murmuré.

—En serio, estaré bien —dejó un beso en mi mejilla, luego otro en la de Ash, y se alejó de nosotros. Hice una mueca.

—Me preocupa —comenté.

—Y a mí. Pero lo superará, la cachorra siempre lo supera.

—¿Qué hay de los gemelos? —cuestioné, mientras me subía de pasajera en su coche.

—Están fatal, pero solucionarán esto —respondió—. No sé que será de ellos sin Abi.

Frenesí (LM #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora