II

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     Una hora más tarde, todos los de la familia estaban preparados para salir: Kaira llevaba un alegre vestido con estampado floral, de tonalidades azules y blancas. A Sven le habían puesto unos vaqueros, no tan desgastados como los que se solía poner, y una camiseta de manga corta, de rayas verdes y blancas. Elyan había optado por un conjunto bastante similar al de su hermano pequeño y a Evelyn, la protagonista del día, le habían arreglado un poco más.

     Llevaba un vestido azul de tirantes, estos con un pequeño bordado del mismo tono. La falda tenía un poco de vuelo, pero no exagerado. Debajo había optado por una camisa blanca de manga corta, que solo llevaba en las ocasiones más importantes. Su madre le había prestado uno de los pocos collares que tenía, que conjuntaba perfectamente con el vestido. Eso, unas simples bailarinas blancas y el pelo suelto conformaban todo su conjunto.

     Evelyn no estaba acostumbrada a llevar maquillaje, en su día a día no lo necesitaba, pues siempre estaba ayudando a su madre en la cocina, cuidando de sus hermanos pequeños o yendo a trabajar limpiando alguna casa de los más pudientes de la ciudad. Aun así, su madre le había puesto un poco de polvos y colorete y un pequeño toque de pintalabios. Ya estaban todos listos.

- ¿Por qué yo también tengo que ir? – Preguntó Sven a mitad del camino, caminando con desgana de la mano de su madre.

- Porque es un día importante para tu hermana, y no puedes quedarte solo en casa. – Le contestó su madre con una sonrisa en el rostro, aunque era más una sonrisa nerviosa. – Mira, ya casi estamos en la plaza, ya no falta nada.

     La ciudad tenía una gran plaza central, lugar en el que se llevaban a cabo todas las actividades importantes, desde las votaciones para la selección del alcalde hasta pequeños espectáculos del circo, que de vez en cuando paraba en Iretia, la ciudad en la que Evelyn y sus hermanos habían nacido y en la que residían.

     Para esa ocasión, adornaron la plaza con banderines blancos y dorados, que eran los colores del escudo real. Había un montón de gente, pero todo el lugar estaba enormemente organizado. Una gran carpa había sido instalada en el centro de la plaza, allí acudían todas las jóvenes de entre dieciocho y veinte años de la ciudad. Se les realizaba un cuestionario y, si conseguían pasarlo, eran redirigidas a otra zona de la plaza, donde deberían hacer cola y esperar para que le echasen una foto para completar su inscripción. Una vez terminado, ya podían irse a casa; parecía un proceso corto, pero la gran cantidad de chicas que acudían hacía que la espera se antojase interminable.

- Elyan, espera aquí con tus hermanos, Evelyn y yo iremos primero a la carpa, cuando toque esperar para la foto ya vamos todos juntos. – Le explicó Sarah a su hijo. Soltó la mano de Sven y cogió a Evelyn por el brazo, acercándola a ella y adentrándose entre el barullo.

     En el interior de la carpa hacía un calor insoportable, y eso que aún quedaban un par de horas para el medio día. Un hombre alto y fornido, vestido con el uniforme de la guardia real les esperaba en la entrada. Evelyn apenas escuchó a su madre hablar con él, estaba distraída observando a todas las jóvenes que allí había. Veía vestimentas coloridas y alegres y llamativas a lo largo de toda la carpa y a las chicas que tenía más cerca podía verles el maquillaje que llevaban en el rostro: algunas habían escogido una paleta perfecta para sus tonos de piel, otras parecían un payaso. ¿Cómo iban a elegirla a ella entre tantas chicas? Y eso solo era su ciudad, el reino contaba con varias más, tan solo sesenta y cuatro plazas para miles de jóvenes...

- Evelyn, cariño, tienes que responder.

     Escuchando de nuevo la voz de su madre, Evelyn volvió a la realidad. No sabía cómo había llegado ni cuándo, pero se encontraba en frente de un hombre algo menudo, con gafas y una expresión de seriedad y cansancio, que sostenía una gran libreta y una pluma en la mano izquierda.

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