III

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     Ada Corday era una joven de la misma edad que Evelyn y Elyan. Había sido compañera de escuela de los mellizos y vivía a dos calles de ellos, por lo que se cruzaban a menudo, aunque a Evelyn nunca le había caído excesivamente bien. De pequeña era descarada y contestona, pero era indudablemente hermosa, y había crecido convirtiéndose en una joven alta y esbelta. Su belleza parecía haber aumentado con los años: contaba con una cabellera ondulada y sedosa de tonalidades rubias, que se asemejaban a los primeros rayos de sol por la mañana, su piel era blanca y tersa, sin ninguna imperfección y sus ojos azules y brillantes como el agua del mar. Tenía un rostro magnífico y un cuerpo tallado a la perfección.

     Sin embargo, su apariencia no concordaba con su carácter: era una chica altiva y envidiosa, que había aprendido el arte de la manipulación desde pequeña, con la habilidad de tener siempre una respuesta para todo y con la inteligencia especialmente desarrollada para crear comentarios y situaciones hirientes para el resto de personas sin que se llegase a sospechar de ella. Y así había crecido con Evelyn, desde pequeñas sintiéndose superior a ella y disfrutando mientras se lo demostraba.

- ¿Qué tal te ha ido la entrevista? ¿Te han dejado pasar? – Preguntó Ada mientras se echaba el pelo hacia atrás con un gesto delicado.

- ¿Has venido sola? –Intervino Elyan, buscando un cambio de tema para que Evelyn no tuviese que hablar mucho con ella.

- Sí, mi madre está ocupada y mi padre ha ido a palacio. Ya sabes que los reyes solo compran telas de la mejor calidad, Elyan.

     Evelyn abrió la boca para replicar, contestar algo, pero se quedó sin palabras al ver de dónde venía el destello dorado que ella y su hermano habían visto segundos atrás. Ada esbozó una sonrisa de superioridad al descubrir hacia dónde se dirigían los ojos de Evelyn y decidió sacar partido de la situación y disfrutar un poco más:

- ¿No te lo había dicho? Sí, me han dado un sobre dorado, tan solo yo y dos chicas más lo han conseguido, aunque dudo mucho que sepas lo que significa.

- Dudo que tú también lo sepas. – Contestó con un hilo de voz Evelyn, le daba rabia admitir que tenía razón y que no sabía el porqué de los sobres de distintos colores.

     Ada dejó escapara una risa grácil y elegante que seguramente había estado puliendo desde pequeña, antes de responder:

- Significa que tengo más posibilidades de ser elegida. ¿Pensaste acaso que los príncipes revisarían todas las solicitudes una a una? Ellos establecieron unas características que querían encontrar en su futura esposa, la entrevista era para determinar si las candidatas las cumplen. Primero revisarán las solicitudes que hayan recibido un sobre dorado, después los blancos y por último los azules, y si ni siquiera te han dado un sobre, supongo que sabes lo que significa.

- Entonces, ¿pueden no llegar a revisar si quiera las blancas?

- Bien razonado Elyan, es como tú has dicho: si los príncipes encuentran a sus sesenta y cuatro elegidas entre las solicitudes de los sobres dorados, ni siquiera mirarán las de los blancos.

     A Evelyn se le disiparon la mayoría de esperanzas que tenía de ser elegida, si ni siquiera veían su perfil, ¿cómo iba a ser seleccionada? Aunque recordó que había chicas que habían recibido un sobre azul, la mayoría de ellas. Y se sintió mal por ellas, mal porque las veía sonrientes y emocionadas y no tendrían la oportunidad si quiera de poder ser elegidas, los príncipes ni siquiera sabrían de su existencia.

- ¿Cómo sabes eso? – Preguntó Evelyn, mirando a Ada confusa y con unas inminentes ganas de echarse a llorar.

- Evelyn cariño, hay que explicártelo todo. Mi padre, sabes que solo vende telas de calidad y por ello debe visitar el palacio de vez en cuando. Es un hombre elocuente e inteligente, descubrió el significado de los sobres semanas antes de que se empezasen a repartir.

     El cerebro de Evelyn comenzó a trabajar a toda velocidad: si el padre de Ada había conseguido obtener esa información, ¿Qué más podría haber averiguado? Estaba segura que Ada podría haber contado con las preguntas semanas antes de ese día, incluso dudaba que no hubiese conseguido averiguar algunas características que habían descrito los príncipes como indispensables para su futura esposa.

- De todas formas, ¿por qué me cuentas esto? – Preguntó Evelyn sin confiar en Ada, ni siquiera un segundo.

- Porque somos amigas, Evelyn. – Respondió esta con una sonrisa fraternal fingida, aunque casi parecía ser real. – Y porque sé que no lo irás contando, la información no se filtrará porque yo saldría perjudicada, pero tú también.

     En eso Ada tenía razón, Evelyn no era tan chismosa, y no sería capaz de quitarle la ilusión y la esperanza a todas las jóvenes que habían recibido un sobre azul, quería que siguiesen pensando que al menos habían tenido una oportunidad.

- Voy a saludar a tu madre y al resto de tu familia. Adiós Evelyn, Elyan.

- No la soporto. – Susurró Elyan a su melliza cuando Ada estaba a una distancia prudencial.

- Elyan, si lo que ha dicho es cierto...

- Tú has tenido un sobre blanco, es muy posible que no haya suficientes chicas con el sobre dorado o que no elijan a todas las que tienen uno, no pierdas la esperanza aún. - Le consoló, dándole un corto abrazo, lo suficiente para apoyarle, pero no agobiarle.

     El resto de espera transcurrió sin más intervenciones inesperadas. Caspian y Annie acompañaron a Sven y Kaira a casa y Sarah se quedó con sus hijos mellizos. Las horas pasaban y la espera era cada vez más tediosa. Por suerte, el momento de echarse la fotografía acabó llegando.

     Evelyn apenas tenía fuerzas para sonreír, le entregó al fotógrafo el sobre blanco, que este abrió, sacando una pequeña tarjeta. La leyó y miró a Evelyn:

- ¿Evelyn Aberdeen?

- Así es.

- Bien, ponte allí y mírame. Solo te echaré una fotografía, así que intenta salir bien.

- Gracias por el consejo. – Respondió sarcásticamente Evelyn antes de colocarse donde le había indicado.

     Se dio la vuelta, quedando de cara al fotógrafo. Observó cómo cogía la cámara y la llevaba frente a su ojo derecho, cerrando el izquierdo. Debía salir bien, o las pocas oportunidades que le quedaban se esfumarían y no habría ayudado a su familia para nada. Su familia. Los imaginó a todos felices, aprovechando el dinero que le enviasen gracias a que ella estuviese en palacio, se imaginó a su madre sonriendo como cuando era pequeña, y a todos sus hermanos sin preocupaciones. Con ese recuerdo en mente esbozó una de las sonrisas más bonitas que podrían verse, y sus ojos transmitieron amor y esperanza.

- Me alegra ver que alguien se toma los consejos que doy en serio. – Comentó el fotógrafo apareciendo de detrás de la cámara con las comisuras de los labios ligeramente curvadas hacia arriba.

- Gracias. – Se despidió Evelyn, aun manteniendo la sonrisa.

- Pues ya podríamos irnos a casa. – Comentó Sarah, yendo a abrazar a su hija.

     Por el camino, la madre de los chicos tuvo que apoyarse en Elyan; habían pasado horas de pie en espera y la edad y el cansancio que llevaba acumulado le habían jugado una mala pasada. Cuando llegaron a casa, Caspian los recibió con una amplia sonrisa.

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