XXXII

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- ¿La señorita Aberdeen?

Antes si quiera de que las seleccionadas hubiesen tenido tiempo de dirigirse al comedor para la cena, un guardia se presentó frente a ellas y preguntó, casi gritando, por Evelyn.

La joven contuvo la respiración un instante: ya está, la familia real no estaba del todo contenta con su comportamiento. Caminó hacia el guardia sin arrastrar los pies y armándose de valor, no tenía nada de lo que avergonzarse, ni nada de lo que temer, no había hecho nada malo, no había incumplido ninguna norma.

Cuando estuvo frente al guardia lo reconoció al instante: era el mismo que había conocido en casa de Ada cuando fue seleccionada, el mismo que le había traído a palacio en coche.

- Sus majestades desean verte. - Explicó este a Evelyn, esbozando una sonrisa triste.

- Qué honor, no les hagamos esperar.

Comenzaron a caminar por los pasillos de palacio. Evelyn prestaba atención por dónde iban, conocer las plantas y distribución de las habitaciones de un lugar siempre resultaba muy útil. Además le ayudaba a distraerse y no pensar en los posibles castigos que podrían imponerle los reyes simplemente por haber hablado un pelín más en la respuesta de una entrevista.

El guardia no tardó mucho en detenerse frente a una gran puerta blanca, con detalles dorados, que estaba al final de una largo pasillo donde la cantidad de guardias parecía ser el doble de la que siempre había.

Empujó con ligero esfuerzo y abrió la puerta de par en par, dejando que Evelyn se adentrase en la habitación, por pocas ganas que esta tuviese.

Toda la familia real le esperaba dentro: el rey de pie frente a lo que parecía ser su escritorio, la reina, sentada con gracia en una de las sillas aterciopeladas y sus dos maravillosos hijos al otro lado de la sala, de pie y con los brazos cruzados.

- ¿Querían verme? - Preguntó Evelyn con un tono de voz bajo pero cargado de confianza, estableciendo contacto visual con el rey.

Niels enderezó la espalda y endureció más el rostro, ofreciéndole una mirada a la joven seleccionada cargada de superioridad. Habló con su voz grave y de manera algo pausada:

- ¿Qué ha sido esa respuesta en la entrevista?

- Debe haber sido la emoción, majestad. Es mi primera vez hablando en la tele, creo que me he ilusionado y he hablado más de la cuenta. - Respondió Evelyn sin apartar sus ojos de los del rey.

No le miraba de manera desafiante, simplemente no se arrepentía de lo que había hecho ni permitiría que la familia real le hiciese cambiar de parecer.

- Responde con honestidad, todos los presentes sabemos que lo que acabas de decir es una gran mentira.

- Pero es la verdad, majestad.

- Tienes una última oportunidad antes de ser eliminada.

Evelyn se mordió el interior de la mejilla, no quería responderle con honestidad, ¿Y si dejaba que la rabia que le evocaban las normas de la selección se le escapase? Acabarían castigándole, y estaba segura que sería un castigo peor que la mera eliminación.

Pero no tenía opción.

- Solo quería informar a mi familia.

- ¿Haciendo uso de un canal que ve todo el reino y del tiempo de la reportera, la familia real y todos los ciudadanos de Xirian? - La voz del rey era áspera y fuerte, resonaba dentro de las cuatro paredes del despacho en el que estaban y llegaba hasta los oídos de Evelyn, haciéndole ver el cabreo que estaba empezando a crecer en su interior.

Pero ella también estaba cabreada, no era el único que se podía permitir ponerse así.

- Se me prohibió hacer uso de las cartas. Sólo busqué una solución. - Respondió la seleccionada, echando los hombros ligeramente hacia atrás a medida que hablaba, ganando más confianza.

- Si las cartas están prohibidas es por algo. - Intervino Greta, que había observado cómo su marido apretaba los puños en un gesto furioso.

- Soy consciente de ello, pero mi familia debe haber estado increíblemente preocupada al no haber recibido noticias mías, más aún cuando les prometí escribirles siempre que pudiese.

- No hagas promesas que no puedes cumplir. - Sentenció el rey.

- No sabía que se me prohibiría escribir cartas. Comprendo el motivo por el que se impuso esa norma, majestad, pero, ¿No se podrían revisar las cartas y ver si contienen algún mensaje sospechoso? No estoy pidiendo salir de palacio sin consentimiento ni vigilancia, solo quiero poder comunicarme con mi familia. Saben que lo que ha pasado esta noche ha sido previamente premeditado, no me afectaría repetirlo todas la semanas; realmente no me asusta los castigos que se me puedan proporcionar por hablar un poco más en las entrevistas.

Evelyn estaba desesperada, lo notó en su voz y en su petición. Temía haber hablado de más y que eso conllevase alguna especie de castigo, pero no había podido contenerse, no cuando lo que estaba pidiendo era algo tan sencillo.

Niels apretó un poco más los puños, incluso dio un muy sutil paso hacia delante, pero su esposa le frenó. Le sujetó la mano con la suya, ofreciéndole un tacto delicado que consiguió tranquilizarle. Una simple mirada de la reina bastó para que el rey suavizase su expresión y cambiase de parecer.

- Una carta cada dos semanas. Podrás escribirle a tu familia bajo esa condición, y las cartas serán revisadas antes de ser enviadas. Sólo se te permitirá leer la carta que te envíen como respuesta, que también será revisada antes de que llegue a tus manos. ¿Queda claro?

- Sí, majestad. - Respondió Evelyn, un atisbo de sonrisa había nacido en su rostro: algo era mejor que nada. Cada dos semanas... Le parecía mucho tiempo, pero al menos podría comunicarse con ellos.

- Y ni una palabra al resto de seleccionadas. Considérate demasiado privilegiada. - Sentenció Niels, regresando al gesto duro con el que contaba segundos antes.

Evelyn asintió con seriedad y realizó una ligera reverencia. El rey pasó por alto su gesto y caminó hacia la salida, seguido de su esposa.

Greta le dirigió una mirada a Evelyn, que se le antojó dulce, y le sonrió con cariño antes de desaparecer de la habitación tras el rey. Cuando no quedaba ni rastro de los reyes Evelyn se permitió soltar un ligero suspiro, sin recordar que los príncipes aún seguían presentes.

- Al final te has salido con la tuya. - Comentó Stefan con una amplia sonrisa en el rostro.

Se había descruzado de brazos y acercado un par de pasos a Evelyn, realmente entretenido con la situación. Su hermano permanecía en la misma postura.

- Hace tiempo que no hablamos.

- Tan solo han sido un par de días, alteza.

- Lo suficiente como para que urdas planes a nuestras espaldas para ganar privilegios que el resto de seleccionadas no pueden compartir. - Stefan no hablaba con maldad, aunque sí había una pizca de ella en sus ojos azules, que observaban a Evelyn con atención para captar cualquier mínima reacción.

- Si de mi dependiese, el resto de seleccionadas también compartirían este privilegio.

Stefan amplió su sonrisa y, tras guiñarle un ojo de manera pícara a la seleccionada, abandonó la habitación.

Evelyn esperaba poder hacer lo mismo, giró sobre sus talones y dio un par de pasos hasta la puerta, aunque realmente no sabía si Kristian le permitía abandonar la estancia o no.

- Lo has hecho bien. - Habló el príncipe.

Evelyn estaba de espaldas a él y no vio la expresión que tenía en el rostro mientras pronunciaba esas palabras, pero le pareció percibir una nota de orgullo en la voz; incluso se atrevería a decir que estaba sonriendo, lo cual era extraño.

- Gracias, alteza. - Evelyn agradeció el cumplido con una leve inclinación de cabeza y esperó a ver si Kristian le decía algo más o reanudaba su marcha.

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