XXIV

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- Los echas de menos, ¿no? - Preguntó Stefan en un susurro.

- Sí. Es normal, es la primera vez en dieciocho años que me separo de ellos. - Respondió Evelyn, girándose ligeramente para quedar cara a cara con el príncipe. - Aunque volveré con ellos pronto.

- Sabes que eso lo decidimos nosotros. - Recordó Stefan, esbozando una leve sonrisa que, nuevamente, a Evelyn se le antojó triste. 

- Sin ofender, alteza, retenerme aquí muchas semanas solo será un acto de compasión. Vuestro hermano no le presta atención a ninguna joven, yo no voy a ser la excepción. Y vos deberíais comenzar a tener citas con el resto de seleccionadas, sabéis que no pretendo ser reina, solo quiero que mi familia tenga una mejor vida. 

- Pero, ¿y si yo sí quiero que seas reina? ¿Qué harás entonces?

- Lo siento mucho alteza. - Respondió Evelyn, decidida en sus palabras. 

     Era cierto que justo al conocer a Stefan no tenía una muy buena imagen de él, cosa que había ido cambiando con esas dos pequeñas charlas que habían tenido. Pero no había sentido nada que no hubiese sentido con cualquier otra persona, no estaba enamorada, y dudaba que se enamorase de él, da igual el tiempo que pasasen juntos. Era difícil de explicar, pero sentía que a él le pasaba lo mismo. 

- Usted y yo... También lo siente, ¿verdad? Que no hay una conexión romántica. 

- Podría cambiar. - Replicó Stefan, encogiéndose ligeramente de hombros. No estaba dolido, ni consideraba que hubiese sido rechazado porque, como ella había dicho, no había ningún tipo de atracción entre ellos. Al menos, no en ese momento.

- ¿Por qué no, en vez de perder el tiempo conmigo, conocéis al resto de jóvenes? Puedo aseguraros que sí hay chicas enamoradas de usted, perdidamente.

- ¿Por qué no me aconsejas? 

- ¿Perdón? - Preguntó Evelyn, sorprendida. Quería asegurarse que había escuchado bien: ¿el príncipe quería que ella le aconsejase con quién tener citas? ¿Cómo iba ella a hacer eso? No era una celestina, ni servía para esas cosas.

- Tú también eres una chica, entiendes de esas cosas. 

- Pero vos sois el príncipe, sois el que debe elegir. 

     Se enzarzaron en una pequeña batalla de miradas silenciosa, que ninguno estaba dispuesto a perder.

- Vamos, sé mi amiga y ayúdame con esto, no puedo elegir a una reina yo solo.

- ¿Cómo que no? Es sencillo, de quien se enamore, alteza.

- Pero necesito consejo. 

     Evelyn soltó un suspiro, parecía que estaba discutiendo con un niño pequeño en vez de con uno de los herederos de Xirian. Se llevó la mano inconscientemente al entrecejo y lo masajeó levemente, pensando. Podía ser su amiga perfectamente, podía acompañarle en paseos cuando él quisiese y sacar algún tema de conversación sin mucho esfuerzo pero, ¿darle consejos amorosos? ¿Ella que no había tenido un romance en su vida?

- No puedo aconsejarle alteza. No me he enamorado nunca. - Susurró, regresando a la pequeña batalla de miradas.

- Yo tampoco. 

     A Evelyn le sorprendió su respuesta y no terminó de creerle del todo; aunque Stefan permanecía serio mientras las palabras salían de su boca y sus ojos destelleaban determinación. 

- Pues estamos apañados. - Comentó Evelyn, más para sí que para él, en un tono de voz casi imperceptible. 

     Entonces, una pequeña bombillita se encendió dentro de su cabeza y la imagen de Brielle le llegó a la cabeza, ¿por qué no había pensando en ella antes? 

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