Capitulo 35

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El viaje se les hace corto. No dejan de hablar en todo el camino, y no necesariamente de un tema. Hablan de todo tipo de cosas incansablemente. Quizá para ahogar los nervios, quizá para matar el tiempo.

Cuando llegan a su destino, bajan y comienzan a caminar en busca de algún bus o taxi que los lleve al pueblo. Al cabo de minutos encuentran uno y emprenden el corto viaje definitivo.

Llegan luego de 15 minutos.

- ¿Dónde es? – Pregunta Rubén, mirando a todas partes encontrando rústicas casas.

- Hay que caminar un poco – Responde el pelinegro, quien siente el corazón en medio de la garganta, a punto de salir.

- ¿Les diremos hoy mismo? – Vuelve a preguntar. A Mangel se le encoge el estómago y respira con dificultad, pero aún así intenta parecer seguro.

- No... no lo sé. En mi opinión sería mejor mañana, para así tener al menos una buena tarde con ellos – Agarra bien las maletas y camina a paso firme, aferrándose a aquello. Sino, se desplomaría allí mismo.

- Vale, como tú quieras. Pero debes estar tranquilo y confiar en lo positivo – Rubén le sonríe dulcemente, pero Mangel no lo ve al estar tan concentrado caminando en línea recta.

- Lo sé, Rubén. Pero tú no los conoces y no tienes la menor idea de cómo son ellos – Responde fríamente. Rubén se detiene y deja las maletas en el suelo, Mangel le mira y se detiene.

- No servirá de nada si andas así de negativo – Le dice mientras pone sus manos en los hombros de Mangel-. No pienses en las catástrofes, piensa en lo bueno que vendrá luego de eso.

Mangel suspira.

- Me cuesta mucho, ¿sabes? – Su tono sale como un susurro. Baja la vista e intenta respirar con más tranquilidad.

- Claro que lo sé. Yo estaba igual que tú cuando le íbamos a contar a mis padres. Pero intenté ser fuerte y pensar positivo, y ya ves cómo salió todo. ¿De qué sirve atreverte a algo si te convences todo el tiempo de que saldrá mal? – Lo mira fraternalmente. Mangel intenta sostenerle la mirada, pero le cuesta. Le humilla sentirse débil e indefenso frente a su novio.

- Vale, vale. Tienes razón. Debo pensar positivo. Todo saldrá bien, no debo estar nervioso por aquello – Mangel levanta la mirada y sonríe, se siente mejor al pensar en aquello, aunque no se convence del todo. Pero debe intentarlo, por él, por Rubén, por ambos.

- Así se habla – El castaño le sonríe y enseguida le da un corto abrazo.

- Bien. Mejor sigamos caminando, ya falta poco – Propone el pelinegro. Rubén asiente, toma las maletas y sigue el paso de su novio.

Llegan unos pocos minutos más tarde. Una simple casa, de dos pisos, nada fuera de lo común. Mangel toca el timbre con manos temblorosas y aguarda junto a Rubén fuera del lugar. Pasados unos segundos la puerta se abre y una sonriente mujer sale a recibirlos.

- ¡Hijo! – Dice mientras abre la reja y camina rápidamente a abrazarlo.

- Mamá – Dice él cuando ya tiene a la mujer entre sus brazos.

- ¿Cómo has estado? Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos – Se separa ligeramente y toma con cuidado la cabeza del muchacho entre sus manos. Lo mira de una manera muy detallada, como si fuese un tesoro digno de admirar.

- Muy bien mamá. La mudanza la llevo muy bien. ¿Y ustedes? ¿Qué tal? – Pregunta él mientras la mira sonriente.

- Todo bien. Te extrañábamos, sobre todo tu hermana – Responde ella.

Promise? (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora