10.2 ¿Querías Emoción?

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—¿Qué haremos exactamente?— Aparento ignorancia tras preguntarle al Sr. Lawrence.

Si no fuese por mi alto sentido de ética y mi gran profesionalismo, no dudaría ni un segundo en arrancarle esa corbata negra que descansa alrededor de su cuello, para así abrir su camisa con descontrol, aventarla al suelo, quitarle el cinturón y tirar de sus pantalones para revelar lo que carga entre-

—Eso mismo que estás pensando en este momento—. Me quedo sin palabras tras escucharlo.

 ¿Acaso lee mentes? Apuesto a que su signo zodiacal es cáncer, pues ellos tienen fama de ser los psíquicos del zodiaco.

—No es que pueda leer tus pensamientos—. Continúa, su voz baja y sus labios casi pegados a los míos. 

Exactamente eso diría alguien que puede leer mi mente para que no lo descubra.

—Es que tu entrepierna está tan mojada que puedo sentir la humedad formándose en el aire—. Mi corazón se detiene al escuchar sus palabras llenas de deseo.

Si antes no me encontraba avergonzada, ahora mis mejillas se pintan de un tono tan rojo que los tomates envidiarían tener mi mismo color de piel.

Permanezco en silencio tras ignorar cómo afrontar esta situación inesperada, sintiendo cómo mi corazón late con tal fuerza que pareciese querer salir de mi pecho.

—¿No lo sientes?— El Sr. Lawrence me pregunta sin despegar su mirada de la mía, percatándome de cómo se han comenzado a dilatar sus pupilas.

—Hum, yo, eh—. Tartamudeo porque siento que estoy cometiendo un delito en la oficina de Judith.

Mi jefa.

Esa mujer puede llegar en cualquier momento. ¿Qué sucedería si llega a entrar y nos encuentra en esta posición comprometedora? No podría volver a trabajar en esta empresa por la vergüenza que sentiría de saber que me atrapó con su abogado.

Tomándome desprevenida, el Sr. Lawrence toma mi mano para recorrer lentamente el trazo de mi pierna hasta llegar debajo de mi falda; la electricidad que su tacto desprende despierta cada célula de mi cuerpo.

Sin romper el contacto visual, el pelinegro coloca nuestras manos debajo de mi vestimenta, sobre mi entrepierna, posicionando mi mano sobre mi centro para tocar mi ropa interior y después preguntar con su ronca voz:

—¿Ahora lo sientes?— Susurra en mi oído, sus labios dibujando suaves movimientos en la parte inferior de mi oreja.

Un pequeño jadeo involuntario sale de mi boca.

Se ha elevado a gran escala la temperatura en la habitación, dificultándome la tarea de respirar con normalidad.

—No creo que debamos—

—¿Por qué no?— El Sr. Lawrence me interrumpe nuevamente, lanzándome una mirada juguetona, totalmente distinta a su porte formal de costumbre.

—Eres mayor de edad, ¿no es así?— Asiento a su pregunta.

—Me has comentado que necesitas más emoción y diversión en tu trabajo, ¿correcto?— Continúa y vuelvo a asentir.

No me refería necesariamente a este tipo de emoción, pero quién soy yo para llevarle la contraria a uno de los abogados más exitosos del país.

—¿Y me vas a decir que no estás disfrutando de esto?— Introduce su mano en mis bragas para acariciarme con delicadez, tentándome a lo que podría hacerme sentir.

Mi cuerpo se estremece de inmediato, pero me relajo al minuto siguiente tras percibir las caricias agradables que el abogado está compartiendo en mi intimidad.

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