13.2 Amarlo Fue Rojo

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Gris parece estar bastante molesto con Azul y Rojo puesto que sus gritos descontrolados llevan un gran rato irrumpiendo el silencio del escondite donde me alojan.

Molestia, ira, odio, frustración y desesperación llenan la tensa vibra del aire que corre por la habitación, provocando que mi cuerpo tiemble por la incertidumbre de lo que está sucediendo.

La manera en la que Gris denigra al resto sale con gran naturalidad de su salvaje y asquerosa persona, pues críticas continuas se liberan de sus labios para expresar todas las ideas que cruzan por su agresiva mente.

El pedazo de tela que Rojo rodeó sobre mis hombros hace unas horas, a manera de cubrirme como si de una manta se tratase, me protege ligeramente del frío que inunda la habitación, finalmente pudiendo recibir un poco de la calidez corporal que tanto he anhelado.

Presiono la mirada para emparejar mis párpados con gran ímpetu debajo de la tela que restringe mi visión, con el fin de viajar hacia el interior de mi mente y aislar la voz de Gris que no cesa de perturbar mi seguridad.

En ocasiones, mantengo mis pensamientos ocupados con escenarios ficticios o fantasiosos para distraer mi mente del presente y así evadir la realidad en la que actualmente me encuentro. Y, afortunadamente, mi imaginación activa ha sido una gran vía de escape.

Cuando peor la estoy pasando, solo intento visualizar a mi familia, a mis amigos y a mi hermoso hogar que tanto extraño, pues solo así logro soportar el abuso físico al cual me someten.

—¿Acaso tengo cara de niñera?— La voz rasposa de Azul retumba contra las paredes que me habitan, —Estoy rodeado de completos idiotas—. Resopla con molestia.

—Tengo otros asuntos qué atender, no es mi problema que su cerebro no dé para más y no puedan solucionar el más mínimo inconveniente—. Su gruesa voz se percibe a todo volumen.

—Si no fueran tan estúpidos habríamos concluido con esto hace tiempo—. Le reclama al resto.

Gris se une a la discusión, pues su personalidad explosiva le impide poder quedarse callado.

—Sería tan sencillo terminar con la pequeña zorra y partir—. Mi cuerpo se tensa al escuchar sus palabras.

No. No. No pueden hacerme esto. No estoy preparada para que mi vida termine de esta manera.

Aún me queda todo un futuro por delante. No he experimentado ni lo más mínimo de la vida. Esta no puede ser mi conclusión. No puede ser mi final.

—El acuerdo fue mantenerla aquí—. Rojo decide intervenir, —Viva.

El nudo en mi estómago se tensa, incrementando el dolor que se ha formado en mi zona abdominal debido al estrés y nerviosismo que me carcome.

—Rojo tiene razón, imbécil. ¿Tú crees que nos conviene dejar de recibir el dinero de sus padres? Tantos narcóticos te han frito las pocas neuronas restantes que te quedaban, Gris—. Azul dice con un tono burlón, demeritando las ideas de su compañero.

¿Mis padres se han dedicado a proporcionarles dinero a estos sujetos? ¿Entonces saben que me encuentro con vida?

Una chispa de esperanza corre por mis venas al saber que mi familia continúa luchando por mi rescate.

Después de tanto tiempo, mis labios se curvan ligeramente hacia arriba para formar una tenue sonrisa que ha alimentado mi fuerza para continuar sobreviviendo aquí adentro.

—Siete meses han transcurrido desde que la puta llegó a este lugar, ¿cuánto tiempo más esperan que pase hasta que se den por vencidos y la abandonen por siempre?— Gris les reclama su perspectiva.

Eterna TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora