8.2 ¿Me Pasas la Sal?

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Entramos a la habitación del hotel en completo silencio, mismo que guardamos durante todo el camino de regreso.

La figura de Tom sigue mis pasos tras invitarme a ingresar primero al cuarto. Posteriormente empareja la puerta y, sellando sus labios como si los hubiesen adherido entre sí con pegamento industrial, procede a tomar asiento sobre la cama de la amplia habitación que alquilaremos esta noche.

Remuevo el abrigo acogedor de mis hombros para colocarlo sobre el perchero junto a la puerta, luciendo solamente mi vestido blanco, el cual abraza cada curva de mi cuerpo a la perfección, tal y como una segunda piel.

En zancadas lentas y pausadas, me aproximo al área donde Tom se encuentra pensativo.

Su atlético cuerpo que viste un pantalón de vestir azul marino y una camisa blanca, muestran lo hermoso que es, recordándome con quien pasaré el resto de mi vida, en unión eterna.

Nunca me había enamorado tanto de alguien como lo hice con él. Simplemente, me atrapó con sus encantos.

Apartando su mirada de la mía, Tom comienza a desabotonar su camisa, hasta removerla de su torso para dejarla caer sobre la cama, dejando sus abdominales al descubierto.

Con delicadeza, me acerco a su cuerpo hasta quedar frente a él.

—Daddy, ¿acaso hice algo malo?— Le pregunto inocentemente.

Tom conecta sus ojos color esmeralda con los míos, presionando su quijada tan fuerte que los músculos de su rostro se tensan de inmediato.

—Hiciste pasar a daddy un momento vergonzoso, princesa—. Me recalca, —Humillante, inclusive.

Me arrodillo delante de su cuerpo, al borde de la cama, colocando mis manos sobre sus rodillas a la par que mis ojos se plasman sobre su bello rostro.

TOM'S POV

Kacey presiona sus manos sobre mis piernas tras haberse arrodillado. Su belleza inigualable y su expresión llena de inocencia se mantiene sobre mi semblante con el fin de descubrir lo que corre por mi mente.

—Déjame compensar mi error—. Sus traviesas manos suben hacia el inicio de mi pantalón para desabotonarlo.

Tomo sus suaves palmas entre mi agarre para detenerla, alejándola de mi cuerpo para obstruirla de continuar.

—Estás castigada, princesa—. Le recuerdo, —Nada de juegos para ti.

Bajo mi tono de voz para expresar la dominancia que guardo sobre ella, la cual sabe que, solo muestro cuando montamos nuestros juegos.

Mi bebé deja caer sus hombros a manera de decepción, puesto que no le ha apetecido mi decisión.

—Pero, daddy

—Nada de peros—. La interrumpo abruptamente.

—Acatar mis instrucciones será de tu conveniencia, a menos que desees extender tu castigo—. La amenazo.

Sus ojos cristalinos me observan con angustia, pues he rechazado su oferta por brindarme un momento de placer para endulzar el momento amargo que vivimos en casa de sus padres.

Joder. Tenerla de rodillas frente a mí, siendo ella quien muestra la iniciativa de pasarla bien, y con ese escote tan pronunciado que deja poco a la imaginación, dificulta mi tarea de presentarme molesto por sus palabras empleadas en la cena de esta noche.

Kacey inclina su cuerpo hacia adelante para apoyarse sobre mis piernas, provocando que su blanco vestido resbale y revele que no lleva sostén debajo de su prenda.

Eterna TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora