7.3 Hogar, Dulce Hogar

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ANÓNIMO

Deslizo un trapo húmedo sobre la mesa del comedor, pues esta pieza siempre se encuentra con polvo o manchas provenientes de alimento.

Una vez quedando reluciente, arrojo la tela de limpieza sobre la orilla del lavaplatos para darle la oportunidad de secar.

En pasos lentos, recorro la vivienda que han logrado amueblar y decorar para convertirla en un cálido hogar.

Un agradable ambiente se forma en el aire, sin embargo, sé que este lugar nunca podrá sentirse como un hogar formal, debido a que yo no formo parte de él... aún.

Me aproximo a la chimenea apagada para encontrar un pequeño portarretratos encima de ésta. Observo la imagen de mi dulce Alena junto a su actual pareja.

Mis ojos escanean a Jacob, quien no muestra ningún rasgo superior a mí.

Su oscuro cabello, su pálida piel y la personalidad que aparenta ser la misma que una hoja blanca de papel me impiden la tarea de comprender por qué Alena lo encuentra encantador.

Me he mantenido al tanto de su relación desde el primer día en que sus caminos se cruzaron en la universidad donde todos estudiamos.

Debí haber sido yo quien le compartió indicaciones para encontrar el aula de su próxima clase. Debí haber sido yo quien reía con ella a la hora del almuerzo. Debí haber sido yo quien la cargó hacia el interior de esta casa el día en que llegaron para habitarla.

Jacob me robó la oportunidad de estar a su lado. Él es el responsable de mi ausencia en la vida de Alena.

Regreso el marco sobre la superficie de la chimenea para después dirigirme hacia las escaleras que dan hacia el nivel superior del hogar.

Ingreso a la recámara principal, apreciando el silencio absoluto del espacio libre de huéspedes.

Recuesto mi silueta sobre la suave cama de Alena y Jacob, sintiendo repulsión por el hecho de saber que ese hombre duerme a su lado cuando debería ser yo quien la arrulla durante las noches.

Mi espalda goza la comodidad del edredón al momento en que cierro la mirada, imaginando en mis fantasías que soy yo quien le brinda placer total a la castaña de este hogar. Que soy yo quien la provoca gemir a gran volumen por la forma tan exquisita en la que nuestros cuerpos en contacto mútuo se hacen sentir.

Una sonrisa de lado a lado se pinta en mi semblante por la satisfacción que me provoca ese escenario.

Pero, un ruido proveniente de la puerta de entrada llega a mis oídos para indicarme que alguien ha ingresado a la casa.

De inmediato, regreso a mis pies para caminar sobre la punta de éstos y, de manera sigilosa me acerco al librero situado en la esquina de la habitación, para así empujarlo hacia el costado y revelar el pasadizo secreto que Alena aún no ha descubierto.

Una vez dentro, regreso el librero a su posición inicial, mientras que yo procedo a caminar dentro de la oscuridad del angosto túnel hasta llegar a mi zona favorita: el baño.

El espejo del tocador de mi ser amado no es una superficie reflectiva cualquiera, sino que, al encontrarme detrás de éste, soy capaz de observar todo lo que sucede al otro lado sin que ella se percate de mi intrusión.

Cualquiera pensaría que esta casa es una vivienda habitual pero, lo que nadie se destina el tiempo de investigar es conocer quiénes fueron los propietarios anteriores o, quiénes fueron los arquitectos que elaboraron los planos para su creación.

Para mi fortuna, mi padre adquirió numerosos hogares en esta vecindad hace unos años, remodelándolos a su antojo y brindándome la oportunidad de diseñar cambios que me pareciesen pertinentes.

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