9.3 A Tu Servicio

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Mis ojos se amplían de una manera que no creí fuera posible desde el momento en que pongo un pie en el apartamento de Dominique.

Esto no es lo que esperaba.

Para nada es lo que esperaba. Es todo lo contrario.

La apariencia física de Dom contrasta enormemente con la forma en la que ha optado por decorar su vivienda.

Todo es tan... peculiar.

El ambiente es bastante oscuro, pues todo el espacio es iluminado por una luz morada, la cual le brinda un toque un tanto tenebroso a su hogar.

La mayor parte de sus muebles son de color negro y parece como si una banda de rock hubiese vomitado en este espacio, dejando trazos aterradores en cada esquina del departamento.

No me molesta en lo absoluto, en gustos se rompen géneros, pero definitivamente me ha tomado por sorpresa el estilo de Dom.

Recargo mi mano sobre la pequeña mesa junto a la entrada del apartamento, mientras espero a que Dom termine de cerrar su puerta principal con llave.

Bajo la mirada tras sentir que mi palma descansa sobre un libro, despertando curiosidad por saber de qué trata el texto.

Una sonrisa se forma en mis labios al identificar el decorado familiar de la Biblia. Alzo las sagradas escrituras para encontrarme con lo que parece ser el único artefacto blanco de este lugar.

Parece que, a pesar de todo, Dominique sí es la chica inocente que aparenta ser.

Pero, mi perspectiva es rápidamente cambiada al girar el libro hacia arriba para exponer su portada y revelar el nombre correcto de la obra:

Kama-Sutra Ilustrado.

Suelto el libro como si me quemase al tacto y, lo acomodo nuevamente sobre su lugar de origen.

—¿Te interesa?— La voz de Dom llega a mis oídos.

Regreso mis ojos hacia ella, encontrándola llena de calma y confianza.

—Hay unas cuantas poses que aún no he tenido la oportunidad de perfeccionar—. Me observa con lujuria y con una sonrisa traviesa en sus labios que me he encargado de desmaquillar al besarla.

Nunca me ha intimidado una mujer en toda mi vida. Pero la imagen de una chica linda de pueblo que tenía en mi mente de Dom rápidamente se ha modificado hacia algo que desconozco.

No me aterra experimentar con prácticas nuevas, pues me considero una persona abierta a novedosas aventuras, pero la revelación frente a mis ojos me ha creado un pequeño trauma por el momento.

—Ah, em, yo—. Delato el nerviosismo en mi persona tras tartamudear, intentando formular una respuesta coherente.

Mis manos comienzan a sudar debido a que me siento fuera de mi zona de confort.

—Tranquilo—. Dom avanza un paso hacia mi cuerpo para tomar el costado mi rostro con su palma y acercar sus labios con los míos, besándome suavemente para relajar mi tensión.

Mis manos viajan hacia sus caderas para sentir su delicada figura que me invita a continuar con lo que ella desee hacer.

Al cabo de unos segundos, la pelinegra rompe nuestro afecto para susurrar sobre mi boca:

—¿Te gustaría jugar?— Pregunta con ese tono de inocencia que ahora dudo sea genuino, pues tal vez simplemente es fingido.

Arqueo una ceja por la confusión formada en mi cabeza.

—¿Jugar?— Respondo con otra pregunta, —¿Videojuegos?

Dom sonríe, como si encontrara cómica mi contestación.

Eterna TentaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora