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Jisoo

Conforme cruzo el portal voy directa al ascensor para subir hasta la planta cinco, solo que en lugar de dirigirme a mi puerta cuando llego, me dirijo a la que está justo enfrente, donde viven mis amigas Lisa y Jennie que, gracias a Dios, esta última es enfermera y hoy libra.

—Joder, Jisoo—exclama perpleja al ver mi lamentable estado en cuanto me abre la puerta—¿qué te ha pasado?

—Creo que la definición ordinaria sería que me he escoñado en un muro y después he caído sobre unos rosales.

—¿Qué te has escoñado? —pregunta descolocada.

Dicen que una imagen vale más que mil palabras, así que me limito a bajarme los pantalones, sentarme en el sillón y separar las piernas.

—Mierda—susurra Jennie con los ojos muy abiertos.

eso mismo pienso yo.

—Vale, vamos al baño. Quítate toda la ropa y date una ducha para limpiar toda la sangre. ¿Puedes sola?

—Creo que sí.

Por si acaso, Jennie me espera sentada en el inodoro hasta que termino.

Después hace que me tumbe en su cama y desinfecta y limpia todos los arañazos que se extienden sobre mi cuerpo, que no son pocos, aunque el más profundo lo tengo en la frente.

—Creo que este te dejará una pequeña cicatriz de regalo, una herida de guerra—se ríe mi amiga.

A mí no me hace ni puta gracia.

—Joder, es que te pasan unas cosas…

Por último, Jennie palpa mi pubis con cuidado y en cuanto me roza me retuerzo de dolor.

Media hora más tarde abandono el apartamento de mis amigas después de prometerle que me limpiaré las heridas al menos dos veces al día y con la recomendación de no practicar sexo durante las próximas dos semanas, o al menos hasta que el dolor en esa zona remita completamente. Esto último no me preocupa mucho teniendo en cuenta que llevo una temporada de sequía que no recuerdo haber tenido nunca,y  comienza a ser inquietante.

Ahora sí, vuelvo a salir a la calle, esta vez con un paraguas, vestida con el chándal que me ha prestado la chica de los rosales porque me es más cómodo para mis maltrechas piernas y sujetando con fuerza el bolso de la señora. Lo llevaré a comisaría, a estas alturas seguro que la pobre mujer ya ha presentado una denuncia y podré devolvérselo.

Miro el reloj mientras empiezo a caminar todo lo rápido que me permite mi estado, que es muy poco. Son casi las diez.

—Dos horas tarde el primer día. Genial, Jisoo—me digo a mí misma.

No llevo ni cinco minutos andando y el dolor comienza a ser insoportable, tendría que haberle hecho caso a Jennie y llamar a comisaría explicando lo que me ha pasado. Después tomarme un calmante y tumbarme en la cama con las piernas abiertas. Joder, eso suena muy tentador, pero no puedo ni quiero.

Mientras camino pienso en lo que ha sucedido y todavía no termino de creérmelo, de hecho, no estoy segura de que la inspectora Lee lo haga.

El recuerdo de Rosé, la mujer de las flores viene a mi cabeza y me doy cuenta de que ni siquiera le he preguntado en qué comisaría trabaja. Me gustaría volver a verla para devolverle su ropa, darle las gracias por no pegarme un tiro y ayudarme, y tomarme un café con ella. ¿Un café con ella? Quizá es demasiado osado, pero la recuerdo sonriendo y el deseo de volver a verla crece en mi interior a un ritmo tan devastador que me asusta. En fin, siempre puedo preguntar por ella, seguro que alguno de mis compañeros la conoce.

𝐅𝐋𝐎𝐑𝐄𝐒 𝐘 𝐌𝐄𝐍𝐓𝐈𝐑𝐀𝐒 [chaesoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora