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Rosé

El domingo por la mañana me levanto eufórica, apenas he podido pegar ojo ante la idea de tener por fin una cita de verdad con Jisoo. Tanto insistirle y ahora que lo he conseguido estoy cagada de miedo; quiero impresionarla, demostrarle que, a pesar de mentir por mi hermano, no soy una mala persona.
Mientras medito donde puedo comprar la cena o qué es lo que le puede gustar, el timbre de la puerta suena dándome un susto de muerte.

—Jihoon…—digo sorprendida en cuanto abro—¿qué haces aquí?

Mi hermano se encoge de hombros y me dedica una sonrisa mansa, de esas que solo él sabe poner y ante las cuales me resulta complicado enfadarme.

—¿No me invitas a pasar?

—Sí, claro, idiota, entra, vamos a la cocina y preparo café.

—¿Te importa si primero voy al baño?
Llevo meándome desde hace un buen rato.

—Claro.

Mientras mi hermano va al baño, preparo un par de tazas de café y saco unas galletas para acompañar.

—Quería disculparme—dice en cuanto vuelve—no me gustó como te marchaste el otro día, no quiero que estemos enfadados.

—No estoy enfadada, estoy decepcionada y algo cansada, es diferente.

—Pues tampoco quiero que estés así. voy a cambiar, hermanita, en serio, he conseguido un trabajo con un colega, se ha montado por su cuenta una pequeña empresa de transporte, no es gran cosa, pero tiene bastante curro y necesita que alguien le eche una mano.

—Eso es fantástico—digo contenta—necesitas trabajar, saber lo que cuesta ganar el dinero y empezar a sentar la cabeza de una vez.

—Lo sé, ahora solo tengo que esperar a que el banco le conceda un pequeño préstamo para adquirir otra furgoneta y en cuanto la tenga empezaré con él. Es cuestión de días.

Ya ha hecho como siempre, primero me expone la parte buena y luego aparece el inconveniente, odio que venda la liebre antes de cazarla, pero odio todavía más que nunca me lo vea venir, siempre le creo a la primera de cambio y eso tiene que cambiar.

A pesar de eso, decido no mostrarle mi decepción. Hoy no quiero que nada me amargue el día, Jisoo me importa demasiado como para permitir que Jihoon me ponga de mal humor y me estropee lo que espero que sea una bonita cena.

—¿Cómo está tu madre? Hace días que no te pregunto—dice interesado.

—Bien, la vi hace poco y está como siempre.

—Dale saludos de mi parte la próxima vez.

—Claro.

—Tengo que irme ya, Rosé—dice mirando la hora en un reloj que no le había visto hasta ahora y que parece costar una demasiado.

Trago saliva y no le pregunto la procedencia, creo que no quiero saberla.

—¿De verdad que está todo bien entre nosotros? —pregunta mientras le acompaño a la puerta.

—Lo está, siempre que tengas claro que no pienso volver a mentir por ti.

—Clarísimo—dice con la mejor de sus sonrisas.

Besa mi mejilla y desaparece corriendo por el jardín, cuando se marcha me quedo con una sensación agridulce que no logro explicarme, hay algo en su visita que no me cuadra, pero soy incapaz de ver el qué y tampoco quiero obsesionarme.

Me doy cuenta de que el día se me puede hacer muy largo si me quedo en casa, así que llamo a mi madre y le digo que iré a visitarla y pasaré la tarde con ella, cosa que hago y que como siempre logra relajarme.

—Esta mañana ha venido Jihoon a verme, ha mandado saludos para ti—le comento después de varias conversaciones mundanas.

Ella entorna los ojos de un modo imperceptible para cualquiera, pero no para mí, ese gesto indica que acaba de adivinar por qué estoy aquí.

Conociéndola, debe llevar desde que la he llamado preguntándose qué ha pasado para que venga a verla así de sopetón.

—Devuélveselos, cariño, ya sabes que no es santo de mi devoción por todo lo que te hace, pero es tu hermano y yo siempre respetaré eso.

—Lo sé, mamá, dice que ha conseguido trabajo con un amigo suyo y que piensa sentar la cabeza.

—¿Y tú le crees? —pregunta con un gesto indescifrable.

—La verdad es que no—contesto con sinceridad, de nuevo presa de su red de preguntas —últimamente no sé qué me pasa, quizá estoy perdiendo la esperanza en él y hasta que no me demuestre las cosas que promete con hechos, creo que me va a resultar muy difícil creerle de nuevo.

—Menos mal, hija, ya era hora de que empezases a darte cuenta, odio ver lo decepcionada que te hace sentir una y otra vez y que después confíes en él de nuevo en cuanto usa esa labia suya para prometerte el oro y el moro. Siempre he dicho que, si Jihoon fuese comercial, conseguiría vender incluso la arena del desierto a los lugareños.

—Supongo que nunca perderé la esperanza de que algún día cambie, pero también es cierto que cada vez me cuesta más creer que eso sucederá.

—No te sientas mal por ello, cariño, que no le creas no significa que le quieras menos, ¿me oyes? Has sido la mejor hermana que Jihoon ha podido tener y él ya se ha aprovechado demasiado de tu inocencia. Ya es hora de que despiertes y veas las cosas como son.

Sé que mi madre me dice todo eso porque me quiere, pero la verdad es que me jode que hable de mi hermano así, aunque yo sepa que cada una de las palabras que ha soltado son verdades como templos.

—Dejemos de hablar de él, hoy tengo una cita con una mujer a la que quiero impresionar y estoy muy nerviosa, mamá—le confieso buscando su consejo.

—¿La policía?

—La misma.

—Pues lo tienes muy fácil—dice encogiéndose de hombros—sé tú misma, muéstrate tal y como eres y si esa chica no queda tan impresionada como yo, es que no te merece.

La verdad es que la mujer cuando se lo propone tiene un don para subirme la moral.

𝐅𝐋𝐎𝐑𝐄𝐒 𝐘 𝐌𝐄𝐍𝐓𝐈𝐑𝐀𝐒 [chaesoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora