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Jisoo

Ahí está, el sonido del timbre que llevo todo el día esperando. Por mucho que he tratado de mantenerme calmada, ahora que por fin Rosé ha llamado a mi puerta puntual como un reloj suizo, tengo el corazón desbocado y los nervios a flor de piel.

Me acerco a la puerta con sigilo y miro por la mirilla sintiendo como me derrito por dentro, está preciosa, sencilla, pero preciosa como siempre. Sus ojos brillantes lo observan todo con lo que me parecen los mismos nervios que tengo yo, hasta que de repente su dedo se mueve y pulsa el timbre otra vez dejándome medio sorda.

—Pensaba que ibas a darme plantón—dice en cuanto abro.

—No me tientes…—la amenazo entornando los ojos.

Rosé me dedica su sonrisa matadora y mis piernas comienzan a temblar.

—Pasa, no te quedes ahí.

La tomo de la única mano libre que tiene y tiro de ella hacia el interior, cerrando la puerta con rapidez porque conociendo a mis dos amigas seguro que están pegadas a la mirilla.

Cuando cierro la puerta tras ella no sé muy bien cómo debo saludarla, estoy tan nerviosa que no atino a adivinar qué es lo correcto en nuestro caso, tampoco tengo claro qué es lo que hay entre nosotras si es que hay algo ni cómo debo actuar.

No recuerdo haberme puesto tan nerviosa ante una cita nunca, y eso que a Rosé digamos que ya la conozco, y aunque haya una tensión palpable entre nosotras también ha habido besos, besos que me excitan y ruborizan cada vez que los recuerdo, y más ahora que la tengo tan cerca.

—Creo que lo mejor es que te bese y acabemos con esta situación incómoda que tenemos ahora—suelta tan fácilmente.

Me deja tan descolocada que soy incapaz de mover un músculo cuando su mano se posa en mi cintura, me atrae hacia ella con un deje de posesión que me vuelve más tonta de lo que ya estoy y me da un tierno beso en los labios que me sabe a tan poco, que soy yo misma la que la empuja hacia la pared con mi cuerpo y la beso con más intensidad.

—Menudo recibimiento—jadea cuando nos separamos—sabía que estabas loca por verme.

—No estropees el momento con tu fanfarronería, ¿quieres? —le pido entornando los ojos.

—Prometo comportarme, al menos hasta que estés desnuda—afirma en un susurro que me quema la piel.

—¡Rosé!

—Era broma—dice riendo, aunque yo no tengo tan claro que lo sea—venga, que esto se enfría—dice alzando la bolsa que ha traído—espero que te guste la pasta italiana, no sé lo que te gusta, pero tampoco conozco a nadie que diga que no a un arroz con salsa de setas.

—Me encanta el arroz con salsa de setas—afirmo quitándole la bolsa de las manos.

Cuando nos dirigimos a la mesa del salón, me doy cuenta de que todo está preparado para una cena romántica sin que fuese esa mi intención. No sé qué tiene esta mujer, pero está claro que me nubla el juicio.

He bajado la intensidad de la luz hasta dejar lo justo para que veamos lo que nos llevamos a la boca. En el centro de la mesa hay una bonita vela adornada en la base con unas hojas verdes que me trajo Lisa de su último viaje. No es que crea en nada, pero me encanta encender velas, quizá porque me tranquiliza mirarlas y ver como la pequeña llama las va consumiendo poco a poco, sin prisa.

También he sacado un par de relucientes copas para llenarlas de un vino que tengo reservado para ocasiones especiales, y ante todo este despliegue me inquieto al darme cuenta de que sí, de que Rosé para mí es alguien especial por mucho que me esfuerce en hacernos creer lo contrario a las dos.

𝐅𝐋𝐎𝐑𝐄𝐒 𝐘 𝐌𝐄𝐍𝐓𝐈𝐑𝐀𝐒 [chaesoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora