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Jisoo

Ya han pasado cuatro meses desde aquel día en el que Rosé decidió pagar por sus pecados como ella lo llama.

Aquella misma tarde preparamos su declaración con el abogado que le recomendó Suzy y al día siguiente, mientras yo estaba trabajando, se presentó acompañada por él para retractarse, decidida a saldar su deuda con la sociedad.

A Jihoon le cayeron veintiséis meses de cárcel por la suma de los muchos delitos que había cometido.

Rosé descubrió que en dos de las ocasiones que le había proporcionado coartada, no eran bolsos precisamente lo que había robado el muy cabrón, aquello parece que solo era un entretenimiento, algo que le divierte hacer de vez en cuando, pero lo que a Jihoon realmente le gustaba hacer junto a sus dos coleguitas, era atracar gasolineras y supermercados.

En total se demostró su culpabilidad en al menos ocho gasolineras y tres supermercados, aunque se sospecha que fueron muchos más.

Rosé encajó el golpe como pudo, y entonces me alegré por ella tras su decisión, sé que no lo hubiera superado sin pagar por la parte de culpa que ella considera que tiene de todo aquello.

Le han caído cuatrocientas horas de trabajos comunitarios, y aprovechando su experiencia en la jardinería, el juez estimó oportuno que su castigo consistiese en el mantenimiento de los parques y jardines de la ciudad, así que para ella está siendo un castigo que además hace con gusto y al que le dedica cuatro horas cada día, después se marcha a la floristería.

Hoy es su cumpleaños y hace días que me pedí el día libre para sorprenderla.
Sé cuál es el jardín en el que estará esta mañana y después de hablar con Ana para que la cubra durante toda la mañana en la floristería, he preparado una pequeña cesta de pícnic y estoy esperando en mi coche, aparcada junto a la entrada hasta que acabe su jornada de hoy.

Aprovecho el tiempo para observarla desde lejos, con su cara de concentración y a la vez de paz, mientras arranca malas hierbas que están creciendo junto a enormes círculos de flores.

Cuando faltan un par de minutos para terminar su jornada, decido dirigirme hacia donde está caminando de forma sigilosa, mezclándome como un transeúnte más hasta llegar a ella; que en ese momento está agachada frente a unas flores de color lila, que me parecen preciosas, pero que como siempre, no tengo ni idea de cuál es su nombre.

Rosé en ese momento se está quitando los guantes de jardinería y yo me he acercado por el lado en el que mi propia sombra no puede delatarme. Me agacho tras ella y le coloco las manos en la cintura.

—Feliz cumpleaños, cariño—logro decir, justo cuando ella da un brinco por el susto y por poco nos caemos hacia atrás.

—No deberías asustar así a alguien que tiene tan cerca unas tijeras de podar—dice arrastrando una de mis manos hasta sus labios para darme un beso en los dedos.

—Pasaba por aquí, y te he visto ahí, tan guapa junto a tus flores, que no he podido resistirme.

Rosé se ríe y niega con la cabeza.
Esta vez rodeo su cintura con los brazos y me pego a su espalda dejando la cabeza sobre su hombro izquierdo.

—¿Qué son? —le susurro al oído mirando las flores frente a ella.

—Voy a tener que hacerte un cursillo rápido, que no conozcas todas las flores me parece bien, pero que no conozcas unas tan bonitas como estas es un delito, en serio.

—Puedo tratar de adivinarlo, pero solo nos pasaríamos aquí el día entero y encima tú acabarías desesperada y con ganas de clavarme esas tijeras de las que hablabas.

—Son violetas—dice riendo—aunque también se las conoce como las lágrimas de los dioses. Según una leyenda romana, después de que los dioses crearan el invierno, con la llegada de la primavera el sol derritió la nieve, los caudales de los ríos aumentaron, las hierbas brotaron y el sol brillaba con fuerza dotando aquella imagen de una majestuosidad difícil de describir, los dioses lloraron de alegría al ver tanta belleza, y cuando sus lágrimas cayeron sobre la tierra comenzaron a crecer las violetas, de ahí su sobrenombre.

Cuando menos me lo espero, Chaeyoung suele sorprenderme con una de sus historias sobre flores como aquel día en su floristería siempre me quedo embobada escuchándola con atención, me gusta oír el tono sosegado de su voz y lo intensa que se pone cuando habla de cualquier cosa con pétalos.

—Me encanta la historia—afirmo besando su mejilla.

Nos levantamos, llevamos las herramientas al maletero de mi coche y las cambiamos por la cesta de pícnic. Buscamos un lugar con algo de sombra y lejos de los caminos habilitados para pasear y comemos al aire libre mientras nos explicamos el día.

—Bueno, ¿dónde está mi regalo? —bromea Rosé cuando terminamos de comer.

—Tu regalo te está esperando en casa, así que no te emociones.

—Umm, debe ser algo muy interesante cuando no me lo puedes dar en público—dice con su sonrisa de matadora.

Me cago en ella, esa maldita sonrisa suya y todas mis hormonas revolucionadas como si fuese una adolescente.

Miro a un lado y a otro maldiciendo que estemos en un lugar público.

—¿Qué piensas? —pregunta sin perder esa sonrisa que sabe que me turba tanto.

—Pienso que con mi puesto y los antecedentes que tienes, solo nos falta que nos denuncien por escándalo público.

Ella rompe a reír y se lanza sobre mí haciéndome caer de espalda sobre la hierba.

—Prometo ser buena—susurra en mi oído—después sus labios atrapan los míos sin compasión y me maldigo de nuevo por no haberle preparado la sorpresa en casa.

                              FIN




creo que estaré subiendo otra historia chaesoo en los próximos días por si quieren pasar a leer es corta pero linda.

Nos vemos pronto gracias por leer y sobretodo gracias a esas tres personas que siempre votan de verdad gracias.

𝐅𝐋𝐎𝐑𝐄𝐒 𝐘 𝐌𝐄𝐍𝐓𝐈𝐑𝐀𝐒 [chaesoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora