XXI

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Narrador Omnisciente;

En el silencio de la biblioteca, Cedric Diggory ajustó su túnica con nerviosismo, revisando una última vez su reflejo en el cristal de la ventana. Quería parecer sereno para que Catherine no notara nada extraño tras su discusión con Malfoy. Justo cuando exhalaba, la puerta se abrió suavemente, y el aroma fresco de su novia llenó el lugar.

—¿Ced? —La voz suave y confiada de Catherine lo hizo voltear. Ella se acercó con una sonrisa amable y le dio un cálido abrazo, que él devolvió con una sonrisa forzada.

—Hola, Cath. Me alegra que vinieras —murmuró, separándose con una mirada seria mientras tomaba asiento en una de las sillas de madera maciza.

Catherine se acomodó enfrente, frunciendo ligeramente el ceño al ver su expresión reservada.

—No suelo ser de misterios, Diggory. ¿Qué está pasando? —preguntó con un toque de humor, inclinándose hacia él.

Cedric respiró hondo y fue directo al punto.

—Quiero que lo sepas de mí primero. Voy a inscribirme en el Torneo de los Tres Magos.

Un cambio instantáneo cruzó el rostro de Catherine. Sus ojos se abrieron y luego, lentamente, negó con la cabeza, como si la noticia fuera una especie de broma cruel.

—¿Qué dijiste? No, no puedes hacer eso. Es una locura —su voz era apenas un susurro, pero la urgencia en sus palabras era inconfundible.

Él frunció el ceño, sus manos apretando el borde de la mesa.

—No puedes decidir eso por mí, Catherine. Sabés que siempre he querido ese trofeo —dijo con firmeza, elevando el tono.

—Es peligroso, Cedric, no es un simple trofeo —insistió ella, con la mirada aún incrédula.

—Tu hermano también lo intentó, Cath. No es tan grave —replicó él con impaciencia, soltando una risa irónica.

La última afirmación fue como un puñal. La sonrisa de Catherine desapareció y su expresión se volvió fría.

—Mi hermano murió por ese "trofeo", Cedric —contestó con voz temblorosa, poniéndose de pie y fulminándolo con la mirada.

Él intentó suavizar su tono.

—Cath, no quise decir eso... No es... nada —murmuró, bajando la voz.

Ella esbozó una sonrisa amarga, negando levemente.

—¿Nada? Entonces, para ti, lo nuestro tampoco significa nada. Si es que no me tomarás en cuenta.—Y sin darle oportunidad de responder, giró en sus talones y salió de la biblioteca, dejando un vacío pesado tras de sí.

Esa misma noche, Catherine se negó a salir de su habitación, acurrucada en su cama mientras sus pensamientos daban vueltas. Hermione finalmente entró, viendo a su amiga en ese estado.

—¿Me dirás qué pasó? Estás faltando a clases, Cath, esto no es normal en ti —dijo con firmeza, agachándose a su lado.

—¿Qué querés, que te cuente cómo mi vida amorosa es un desastre? —suspiró Catherine, con una mueca que intentaba esconder su tristeza.

Hermione ladeó la cabeza, comprensiva.

—Cath, por eso estamos acá las amigas. ¿Qué hizo Cedric?

Catherine soltó una risa amarga.

—Es una historia larga... que terminó, básicamente.

Al día siguiente en el Gran Comedor, Ron se enteraba de la ruptura de Catherine y Cedric, mientras mordía una tostada distraídamente.

—¿En serio le terminó? —preguntó sorprendido, con la boca llena.

—¡Ron, no deberías decirlo en voz alta! —Hermione golpeó su brazo con frustración.

Fred y George se acercaron en ese momento, escuchando justo a tiempo. Ron levantó las manos en señal de inocencia.

—¡Lo siento! Fue un error... —pero los gemelos ya se alejaban, con intenciones claras de compartir la noticia.

Hermione bufó, lanzando una mirada reprobatoria.

—Genial, ahora todos van a enterarse —murmuró, antes de salir rápidamente.

Finalmente, Catherine salió de su dormitorio, su mirada aún algo ausente. Caminaba por los pasillos de Hogwarts, tratando de despejarse para su próximo examen de Pociones, cuando decidió salir al jardín. Se sentó en uno de los bancos, sacando su libro y enfocándose en los ingredientes, intentando poner su mente en otro lugar.

Unas pisadas lentas y calculadas se acercaron. No necesitaba voltear para saber quién era.

—¿Estudiando sola, Laurent? —Draco Malfoy le habló con su tono arrogante de siempre.

Catherine cerró su libro con calma y lo miró sin darle mucha importancia.

—¿Qué querés, Malfoy? ¿No tenés nada mejor que hacer?

Draco esbozó una sonrisa fría.

—Escuché que Diggory ya no es tu "gran amor". Un cambio refrescante, si me lo preguntás.

Ella lo miró con los ojos entrecerrados, sin dejarse intimidar.

—¿Por qué te importa tanto? ¿No tenés alguien más a quien molestar? —preguntó con sarcasmo, levantándose del banco y comenzando a caminar.

Él apretó la mandíbula, siguiendo su paso.

—Me divierte verte en aprietos, Catherine. Alegra mi día saber que ahora podés ver lo que era obvio para todos. —Su sonrisa era cínica, pero sus ojos reflejaban algo más.

Ella rodó los ojos y se detuvo, dándole la espalda, aunque sus palabras aún le afectaban.

—Claro, Malfoy, porque no tenés nada mejor que hacer que perder el tiempo conmigo. Ahora, ¿me podés dejar en paz? —replicó, acelerando el paso para alejarse de él.

—¿Acaso fue por Cho Chang? —espetó él en voz alta, haciendo que ella se detuviera de golpe.

Catherine giró lentamente, mirándolo con una mezcla de incredulidad y enojo.

—¿Qué pasa con Cho?

Draco se acercó un paso más, deleitándose con su reacción.

—Diggory no es tan "perfecto" como pensabas. Tienes competencia, Laurent. Seguro que él ya olvidó tus desplantes con alguien más... interesante.

Ella lo miró con desdén.

—Claro, Malfoy. No sabes cuándo parar, ¿verdad? Eso es lo único que te importa, ¿no? Ver cómo puedes hacer que alguien se sienta peor.

Draco se quedó en silencio por un momento, sus labios apretados y su mandíbula tensa. Pero justo cuando ella estaba a punto de girarse para irse, murmuró:

—¿Y si te estás equivocando de enemigo, Catherine?

Ella le lanzó una última mirada, sus ojos ardiendo con determinación.

—Confío en que algún día te vas a dar cuenta de lo despreciable que sos. Hasta entonces, mantente lejos de mí.

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22/02/23

𝑢𝑛𝑓𝑜𝑟𝑔𝑒𝑡𝑡𝑎𝑏𝑙𝑒 - 𝑑.𝑚 EN EDICIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora