XXII

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Narrador Omnisciente;

El cáliz de fuego, rodeado de curiosos estudiantes, crepitaba bajo una luz azulada y misteriosa. Los alumnos observaban expectantes cómo los mayores de diecisiete años colocaban sus nombres con cuidado, y entre ellos estaba Cedric Diggory. Apenas dejó su nombre, Cedric festejó con sus amigos, ignorando por completo la mirada dolida de Catherine, su ahora ex novia, antes de salir del salón con una sonrisa de triunfo.

—¿No es increíble? ¡En tres años podríamos tener la gloria eterna! —dijo Ron con entusiasmo, caminando alrededor del cáliz junto a Harry.

Harry, algo menos entusiasmado, solo asintió y se dejó caer en un banco junto a Hermione y Catherine.

—Los gemelos han hecho una estúpida poción para intentar poner su nombre en el cáliz. ¿No suena ridículo? —comentó Hermione, abriendo su libro con una sonrisa de superioridad.

—Quizás funcione —murmuró Catherine, encogiéndose de hombros con una sonrisa divertida.

—Claro que no, Cath. Verás que solo harán el ridículo —Hermione se rió con una mezcla de compasión y exasperación.

Justo en ese momento, Fred y George se acercaron, tomando asiento a su alrededor con una sonrisita pícara.

—¿Ah, sí? ¿Por qué, Granger? —preguntó Fred, mirándola con fingida inocencia.

Hermione cerró su libro de golpe y les lanzó una mirada condescendiente, señalando la línea de edad que rodeaba el cáliz de fuego.

—Es la línea de la edad. ¡Dumbledore la dibujó! —dijo, enfatizando cada palabra.

—¿Y qué? —preguntó George, levantando las cejas con una sonrisa de incredulidad.

—Un genio como Dumbledore no dejaría que dos cabezas huecas la atraviesen —respondió Hermione, en un tono que no dejaba lugar a dudas.

Los gemelos intercambiaron miradas retadoras y se encogieron de hombros.

—Eso ya lo veremos —replicó Fred con una sonrisa confiada.

Sin embargo, como Hermione predijo, la poción de envejecimiento falló estrepitosamente, y la sala estalló en carcajadas al ver a Fred y George transformados en ancianos, que se gritaban y peleaban mientras se culpaban mutuamente. Catherine, incapaz de contenerse, reía a carcajadas junto a Ron.

[...]

A la mañana siguiente, en la mesa de Slytherin, reinaba un silencio extraño, roto solo por el repiqueteo de los cubiertos. Hasta que Pansy Parkinson se inclinó hacia Draco con una expresión calculadora.

—¿Escucharon sobre el Baile de Navidad? —susurró, lanzando miradas de reojo.

Draco, absorto en su desayuno, apenas levantó la vista.

—No tengo intención de ir —replicó con desinterés, rodando los ojos.

Pansy frunció el ceño, pero no se dio por vencida.

—Oh, ¿en serio? Y si fueras, ¿con quién irías?

Draco lanzó una fugaz mirada hacia la mesa de Gryffindor, donde Catherine, riéndose junto a Ron, parecía tan ajena como divertida. El rubio hizo una mueca, sus labios torciéndose en una sonrisa irónica, y volvió la vista a su plato.

—Probablemente contigo, Pansy —murmuró, lo suficientemente bajo para que solo ella y sus amigos lo escucharan.

Pansy esbozó una sonrisa satisfecha, mientras Draco se levantaba de la mesa sin darle más importancia.

En el Gran Comedor, las emociones aumentaban conforme el cáliz de fuego seleccionaba a los campeones. Cuando Dumbledore anunció el nombre de Fleur Delacour, Catherine se inclinó hacia Hermione, susurrando:

—La competencia empieza fuerte. Me pregunto a quién escogerá de Hogwarts...

Las chicas intercambiaron miradas, y en ese momento, Dumbledore sacó el siguiente nombre: Cedric Diggory. La mesa de Hufflepuff estalló en aplausos, y Catherine se forzó a mantener la compostura mientras Cedric pasaba a su lado sin siquiera mirarla.

Pero, inesperadamente, un cuarto papel emergió del cáliz: el nombre de Harry Potter. La tensión en la sala se palpaba en el aire, mientras el joven, nervioso, se dirigía al frente en medio de susurros y miradas escépticas.

—Esto no tiene sentido —susurró Catherine, frunciendo el ceño.

Hermione asintió, evidentemente preocupada. —Alguien ha hecho trampa.

Ron, con una expresión amarga, susurró, —Fue Harry, él hizo trampa.

Esa noche, el ambiente en la sala común de Gryffindor era incómodo. Ron, molesto, se había retirado a su dormitorio murmurando enfadado sobre Harry. Hermione y Catherine permanecieron junto a Harry en silencio, mientras él trataba de procesar todo lo ocurrido.

—Déjalo, Harry. Solo está celoso —dijo Hermione con un suspiro.

—Pero yo no puse mi nombre en el cáliz —insistió Harry, sin saber a quién más convencer.

—Te creemos, Harry —aseguró Catherine, esbozando una pequeña sonrisa de apoyo.

Con una sonrisa agradecida, Harry se despidió y se dirigió a su habitación.

Después de unos momentos de silencio, Catherine suspiró.

—¿Crees que Harry... sobrevivirá? —preguntó en voz baja, dejando entrever una genuina preocupación.

Hermione la miró sorprendida, pero luego sonrió.

—Es Harry. Claro que sobrevivirá.

Ambas amigas intercambiaron una mirada, compartiendo el mismo miedo.

—¿Y tú, Cath? ¿Tienes pareja para el baile? —preguntó Hermione de repente, intentando aliviar la tensión.

—¿Baile? —repitió Catherine, riendo con sarcasmo. —No tengo pareja, y no planeo buscar una.

—Podrías ir con Harry.

—Paso. Ya tiene suficiente atención encima —bromeó Catherine, alzando una ceja.

Hermione se encogió de hombros. —Entonces podrías ir con Draco Malfoy. Seguro que te divertirías mucho. —Habló en un tono sarcástico

—Que asco —replicó Catherine, riendo de solo pensarlo, aunque, en el fondo, se dio cuenta de que su desprecio hacia Draco le provocaba una emoción intensa.

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23/02/23

𝑢𝑛𝑓𝑜𝑟𝑔𝑒𝑡𝑡𝑎𝑏𝑙𝑒 - 𝑑.𝑚 EN EDICIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora