Capítulo I

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La lluvia había cesado por fin, dejando tras de sí un aire frío y una atmósfera cargada de niebla que se arremolinaba en las calles de Pireville. Las nubes, que parecían una cortina perpetua sobre el pequeño pueblo, habían vuelto a cubrir el cielo gris, dándole al entorno una sensación de constante melancolía. La humedad se adentraba en cada rincón, parecía impregnar cada edificio y cada esquina.

Por fortuna, el calor de los hornos mantenía cálida a la panadería, por lo que lejos de gimotear, Hyunjin lo veía más bien como una gratificación. El aroma del pan recién horneado y el calor de los hornos contrastaban con el frío exterior, creando una atmósfera acogedora. Los cristales de las ventanas se humedecían, acumulando ligeras gotas que se desbordaban al golpearse una con otra. Hyunjin las observaba de cerca perdido en sus pensamientos, recordando cómo terminó en un lugar como ese. Las tristes memorias de su pasado llegaban como electrochoques a su cabeza y entonces apretaba los ojos intentando deshacerse de ellas, así como intentaba despejar las ventanas de aquella sudoración con una toalla.

Pireville, un pueblo conocido por su clima sombrío y sus habitantes reservados, estaba en una especie de letargo a pesar de los constantes rumores que corrían de una esquina a otra. La gente estaba acostumbrada a la rutina de sus días nublados, pero los acontecimientos recientes habían sacudido esa calma aparente.

La puerta de la panadería se abrió a su lado dejando entrar a tres mujeres de edad avanzada quienes frecuentaban ir a esa hora cada viernes para tomar café junto con una tarta de manzana que compartían entre ellas.

El rubio les dio la bienvenida y se dispuso a preparar lo de siempre.

- La casa Van Amstel ha sido ocupada nuevamente – comentó una con un gesto de preocupación en el rostro.

- Es verdad – confirmó otra – esta mañana yo misma vi como llegaban los vehículos de mudanzas.

- Me causa escalofríos saber que esa familia está de vuelta – dijo la última mientras se llevaba la mano al pecho.

Las ancianas hablaban con un tono grave y expresiones de preocupación, como si la mera mención de los Van Amstel pudiera traer consigo una sombra de mala suerte. Sus miradas y gestos reflejaban la profundidad del temor que sentían hacia esa familia, un temor que se había transmitido a través de generaciones.

La familia Van Amstel había sido objeto de numerosos susurros y temores en Pireville. Se decía que eran descendientes de una antigua línea de vampiros, una leyenda oscura que había sido alimentada por generaciones. Aunque Hyunjin, un joven que había llegado a Pireville solo hacía un año, no conocía la historia completa, pronto se vería envuelto en la inquietud generalizada de sus vecinos.

La panadería no era muy grande, por lo que, aunque no quisiera, Hyunjin podía oír todo, sin embargo, siendo algo que no era de su incumbencia le restaba importancia.

- Tres cafés sin azúcar y una tarta de manzana– anunció mientras colocaba la orden en la mesa provocando que las tres abuelitas cambiaran las caras largas por unas más amigables.

- Gracias, cariño – contestó la primera – eres muy amable.

- Es una pena que tenga que vivir justo frente a la casa de esas personas.

Hyunjin no supo qué contestar, las miró confuso sin saber a lo que se referían.

- Disculpen, ¿Hay algo que debería saber?

La tercera de ellas aclaró la garganta después de darle un sorbo a su café y alzó las cejas con gran asombro.

- ¿Acaso no sabes de los Van Amstel?

Con temor a decepcionar a las tres mujeres, Hyunjin recordó que alguna vez escuchó ese apellido en otra conversación.

- ¡Ah! – exclamó alzando el índice – Si no me equivoco, el jefe Jeff mencionó que fueron los fundadores de Pireville.

Contrato de Sangre (HyunLix) - EN EDICIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora