• II •

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Los primeros años fueron un martirio para los hadas guardianes del bosque. Criar un bebé no era una tarea fácil, aun si eran tres quienes cargaban con esa responsabilidad. Un pequeño niño frágil, pero con fuertes y sanos pulmones que no permitían que ni siquiera las aves cerraran los ojos por la noche.

Estaban al borde de la locura. Lloraba, lo alimentaban; volvía a llorar, le cambiaban el pañal; lloraba otra vez, lo bañaban; ¿Qué creen? Sí, lloraba, jugaban con él; lloraba más y lo arrullaban, dormía por unos treinta minutos e iniciaba otra vez el ciclo. Suponían que ser separado de su madre desde tan temprana edad complicaba más su sueño; cuando lo regresaban al castillo los fines de mes es cuando conseguían un ligero descanso. Y ni mencionar cuando la criatura llegaba a enfermarse, creían que perderían la cabeza. Ah, pero cuando dormía pacíficamente o reía era un encanto total, como no adorarlo. Valía cada maldito segundo de desvelo con tal de que ese pequeño de rizos color cereza y mejillas pecosas pudiera sonreír sanamente.

Cuando pasó esta etapa tan desastrosa, la cual consideraron eterna, tuvieron que enfrentarse a un Kyle infante; un niño realmente travieso. Fue gratificante oír sus primeras palabras, le dijo mamá a Kenny y tanto Wendy y Bebe se molestaron por eso, pero deben de admitir que fue lo más tierno que vieron y bueno, no era una competencia. También cuando dio sus primeros pasos para seguir a Wendy, se deshacían viéndolo balancearse torpemente, aunque después de eso tuvieron que estar más al pendiente. Kyle tenía mucha energía, una vez que caminó no tardó en querer correr, saltar y gritar durante horas, era un torbellino rojo.

El momento favorito para todos era la hora de la siesta, donde su imagen más pura e inocente tomaba más forma, ya que despierto era un peligro andante. Se metía a jugar a la chimenea, esculcaba los cajones de la cocina o jugaba con en el agua del retrete. Estaba dejando calvos a todos los mayores de esa cabaña oculta en el bosque. Las hadas lo custodiaban todo el tiempo turnándose y siempre estaban pendientes de mantenerlo lejos de las garras de Cartman, pero sinceramente cualquier cosa dentro de la cabaña parecía ser más amenazante que el mismo brujo hada. Además el castaño parecía estar muy ajeno del asunto y eso no sabían si tomarlo bien o mal.

Habían conseguido que el niño creciera con salud, a veces enfermaba, pero lo normal a su edad. Visitaba de vez en cuando a sus padres. A Kyle le gustaba hacerlo, su madre lo consentía con dulces, mimos y juguetes cada vez que lo hacía. Tanto Gerald como Sheila apreciaban cada segundo que podían compartir con su hijo y cancelaban todas sus tareas los fines de mes para poder dedicarselo a su hijo tiempo completo.

Retomando a Cartman, con los pasos de los años había dejado de lado este tema, le daba poca importancia, pues tenía cosas más importantes que hacer que vigilar a ese niño, no era de su agrado mirar cómo se comía los mocos y lloriqueaba. Era divertido quizás ver como Kenny a veces sufría, pero cuando veía esa sonrisa boba y sobreprotectora en él le enfurecía y prefería no ver nada. Maldito pobre con complejo de superhéroe y hermano mayor.

Pero las estaciones pasaron. Mientras más primaveras pasaban en el calendario más calmada se volvía la tarea de criar a dicho mocoso que fue dejando la etapa de infante para pasar a la niñez. Se volvió un niño obediente, a veces travieso, pero dentro de lo que cabe era calmado.

Kenny era amable con él y siempre trataba de mantenerlo en la línea del bien, como un ángel guardián y a veces traía a su hermana menor, Karen, un hada que servía como compañera de juegos para el niño que no tenía contacto con el exterior y personas de su edad; Bebe era la tía alocada, la que permitía que el niño experimentara e hiciera lo que quisiese, ella fue la que encontró el primer diente de leche del pelirrojo y esa vez estiró las mejillas pecosas del niño sin poder resistirse. Era muy doloroso saber que crecía, pero a la vez emocionante. Kyle aprendió que si quería algo con quien primero tenía que negociar era con la rubia de rizos que siempre lo consentía de más; y por último tenemos a Wendy, ella hacía el papel de policía malo, quien le castigaba o gritaba cuando desobedecía. Obviamente Wendy hacía todo eso no porque lo odiase a una cosa así, sino todo lo contrario. Buscaba protegerlo, mantenerlo limpio, educado, fungía de maestra proporcionándole la educación que debía de recibir un futuro rey.

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