• E P Í L O G O •

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El brujo hada terminó de subir la torre. Llegó casi sin aliento tras pisar el último escalón.

Recompuso su postura, sacudió su capa oscura y empujó la puerta entrando al cuarto. Los rayos del sol matutino se colaban a través de las cortinas blancas. Ni siquiera esa luz era capaz de perturbar el sueño del príncipe judío. Dormía con un gesto pacífico sobre su cama, su cabeza se mantenía ladeada y algo de saliva escurría de sus definidos labios rosados.

Se encaminó a él subiendo una rodilla al colchón y recorrió unas cortinillas tintas de la misma cama. Sus espesas pestañas rojas cubrían sus ojos cerrados, sus rizos rojos como las cerezas permanecían revueltos y destellantes por los rayos de sol que se reflejaban en él.

Para Eric apreciar a Kyle de esta manera era como presenciar una imagen religiosa, divina. Su corazón latía con devoción y entraba al fin en paz por encontrarse con él después de casi perderlo en sus brazos.

Pasó su dedo pulgar sobre la comisura de sus labios limpiando la saliva y peinó sus rizos rojos hacia atrás para así poder apreciar cada una de sus facciones y pecas. Soltó un suspiro aliviado, se inclinó sobre de él dejando que sus párpados cayeran mientras, sentía su aliento, mientras respiraba sus exhalaciones y se atrevía tan sincero como temeroso a juntar sus labios, deseando con su amor y esperanza que funcionase este último y tercer don.

Y entonces con el roce del calor del beso del verdadero amor, las mejillas pálidas del bello durmiente se apoderaron de un rubor rosado, devolviéndole la vida.

Eric se separó un poco para comprobar que el beso haya funcionado.

Primero el bello durmiente arrugó su fea nariz judía, su gesto en general y poco después, con lentitud, levantó sus espesas pestañas rojas revelando esos hermosos como únicos iris esmeraldas dormilones.

—Kyle...

Kyle ya lo sabía, sabía que lo primero que vería al despertar serían esos bonitos ojos bicolor adornados por esas pestañas brumosas de niña. Estiró su mano para sostener la mejilla regordeta del castaño y acariciándola con suma delicadeza. Sentía que acababa de despertar en el jardín del Edén.

Bello durmiente, ya amaneció, es hora de levantarse —Eric sonrió al sentir ese tacto tan suave de sus manos y lagrimeó un poco al comprobar que nunca se equivocó.

Esto era verdadero amor.

—Eric... —Kyle sonrió aun soñoliento —. Tuve un sueño.

— ¿Qué soñaste, Kahl?

—Soñé con una dulce ilusión —el príncipe pelirrojo se estiró para alcanzar los labios del castaño, esos mismos que rompieron su maldición, y lo besó con dulzura y adicción —. Soñé contigo, Eric.

—Entonces tu sueño se hizo realidad —dijo el brujo hada apreciando en su mirada esmeralda la fuerte devoción mutua que sentían el uno por el otro.

El castaño lo sostuvo en sus brazos, sintiéndose completo con solo poder respirar su aliento, con tocarlo, con estar a su lado y sentir su corazón latir en la misma sincronía.

— ¿Cuánto tiempo llevaba dormido? —preguntaba Kyle aferrándose a su suave y robusto cuerpo, deseando poder fundirse en él.

—La verdad no mucho, sigue siendo tu cumpleaños —Eric apretó sus mejillas con una ligera rudeza —. Feliz cumpleaños, Kahl, llegaste a los veinte años.

—Gordo... —se quejó liberando su rostro del apretón —Y viviré muchos años, junto a ti, no existen devoluciones conmigo.

—Lo mismo digo, judío —asintió y aceptó esa ardua tarea por la cual por supuesto que se sacrificaría.

Sostuvo su mano y ofreciéndole su elegante capa oscura como abrigo bajaron de aquella torre con una gran sonrisa resplandeciente en sus rostros. Se reunieron con el resto; Stan brincó hacia el pelirrojo enseguida, colgándose de su cuello para abrazarle, feliz de que su súper mejor amigo despertara, le agradeció con profunda sinceridad a Eric por haberlo hecho posible.

— ¿Qué harán ahora? Falta poco para que todos en el castillo despierten —preguntó Kenny tras felicitarles.

Kyle miró por un momento al castaño y, como si ambos pudiesen leerse la mente, asintieron totalmente de acuerdo.

—Esperaré a que mis padres despierten. Les explicaré todo y si se rehúsan a escucharme o amenazan con dañar a Eric me marcharé con él de este reino.

Dicho esto ambos se dirigieron hacia el salón donde sus padres perdieron la conciencia. Cuando se despertaron abrazaron a su hijo llenos de felicidad de ver que superó el hechizo. Pero sus sonrisas se borraron cuando Eric dio un paso dentro del salón y les fue revelado como el príncipe se liberó de la maldición.

Claramente se rehusaron a aprobar esta relación ¿Cómo podrían aceptar al brujo hada malvado que casi mató a su hijo con un terrible hechizo? Por culpa de él se perdieron de tantas cosas en la crianza de su retoño, y al parecer ahora lo perderían por completo porque Kyle terminó retirándose en compañía de Cartman. Fue un proceso más que doloroso en el que flaqueó más de una vez, pero ese tercer don no mentía y su corazón tampoco. Esperaba que con el tiempo sus padres pudieran perdonarlo de haber tomado esa decisión tan caprichosa y egoísta, de la cual no se arrepentía. Tomó la mano de su amado y se fue con él.

Salieron del reino y en realidad no se fueron a vivir a un sitio muy lejano, aun tenían amistades que consideraban como a una familia y que usualmente los visitaban, incluso su hermano adoptivo llegaba a visitarlos y se llevaba muy bien con el castaño. Vivían en una cálida cabaña en el bosque; Kyle se dedicó a estudiar medicina y con ayuda de la magia de Eric abrieron un pequeño consultorio donde trataban de vez en cuando a algunos pueblerinos de aldeas cercanas. Un intento por parte de Kyle para que Cartman enfocara sus poderes en causas más nobles aunque en más de una ocasión siguió haciendo uno que otro desastre.

Y efectivamente con los pasos de los años los reyes judíos terminaron de aceptar esta extraña relación, a regañadientes. No aceptaban del todo a Cartman, lo toleraban y de lejitos. Solo con el fin de poder ser parte de la vida de su adorado hijo.

Y como veníamos mencionando los años pasaron, no importa que tan fuerte y mágico seas, el tiempo es indetenible y efímero. Kyle al ser un humano común y corriente fue envejeciendo poco a poco. Eric aterrado se negaba que eso ocurriera, buscó formas de hacerlo inmortal o extender su vida, pero de alguna manera u otra comprendió que eso sería algo que el pelirrojo no estaría para nada de acuerdo; así que usando su magia fue modificando su propia apariencia para ir envejeciendo junto a él.

Hizo que su cabellera castaña fuera adquiriendo canas poco a poco, a la vez que los rojizos rizos del judío se fueron tornando naranjosos, casi rubios. Sus cuerpo se encorvaron y las arrugas se fueron presentando con el paso del cruel tiempo. Pero sus apariencias eran lo de menos, poder estar juntos, mimarse, a veces discutir e insultarse, perdonarse, hablar y amar era todo lo que necesitaban para ser felices. Crear infinidades de recuerdos atestiguaron la dichosa felicidad que vivieron al compartir sus vidas.

Pero llegó el día que descansando en su cama Kyle se quedó dormido y nunca más volvió a despertar. Sus párpados se sellaron y el pulso cardíaco que estuvo latiendo en sincronía con el corazón del castaño por tantos años se detuvo.

Eric Cartman mentiría si dijera que no lloró un océano completo al enfrentar este hecho que desde décadas atrás se percató que en algún momento tendría que vivir. Pero lo supo aceptar y lejos de morir de tristeza supo mantenerse de pie para observar por última vez a su amado; aun siendo un anciano con barba, con rizos pelirrojos canosos y su piel pecosa cubierta de arrugas continuaba viéndose como toda una divinidad para él.

En esta ocasión no existía ningún beso que fuera a despertarlo.

—Descansa, mi bello durmiente.

Concluyó el brujo hada, Eric Cartman, colocando una rosa sobre su tumba, viviendo por su amado príncipe pelirrojo y a su vez esperando que su longeva vida acabara para poder ser enterrado a su lado y descansar junto a él.

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F I N














El Bello Durmiente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora