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Al día siguiente, cuando despertó ya no existía ese punzante dolor en su pecho, solo un pequeño rugido proveniente de su estómago hambriento. El príncipe de cabellos rizados y rojos como las cerezas abrió sus ojos esmeraldas adormilado. El cuarto continuaba oscuro, pero el ruido que hacían algunas aves del exterior afirmaban que si llegaba a abrir las cortinas la luz del sol veraniego entraría por la ventana. Pero que molestia sería levantarse, sus párpados se cerraban constantemente con pereza.

Pronto se percató de que estaba extremadamente cerca del castaño. Él lo mantenía apresado en sus brazos sin darle ninguna oportunidad de poder escapar sin despertarlo; mientras que él también se hallaba cómodamente abrazado a él, pensó que entonces era mejor volverse a dormir. Pero antes de ello se vio tentado a acariciar su suave cabello liso y castaño, peinándolo a la vez que mantenía una corta sonrisa boba y soñolienta.

Y esto por accidente terminó de despertar al más robusto. Bostezó y liberó al pelirrojo de su abrazo para así estirarse.

—Mierda... Tengo hambre —musitó Eric envolviéndose en la sábana y entonces chocó con esa mirada esmeralda soñolienta del príncipe judío con quien compartía su cama.

—Pues levántate y prepara algo —dijo Kyle también estirándose perezosamente, con cierta indiferencia y dispuesto a retomar su sueño.

— ¿Así me tratas tan temprano? ¿Ni siquiera me darás primero los buenos días? —se quejó Eric con fastidio.

—No empieces... —murmuró Kyle con pesadez, tallando sus ojos y después se apegó de nuevo al castaño para plantar un pequeño beso en su mejilla —. Buenos días, Eric.

Esa cariñosa acción fue suficiente como para terminar de despertar al brujo hada malvado. Miró perplejo a ese Kyle soñoliento, aun si había despertado primero tardaba algo en poder entrar en total razón.

Enredó sus dedos en sus despeinados rizos rojos, acariciándolos con cierta actitud posesiva y sin quitarle la vista de encima, manteniendo una expresión tonta y enternecida. Se sentía tan poco merecedor de esto, de su amor, de su compañía, de respirar el mismo aire que él. Pensaba paranoicamente que quizás este era un perverso plan del príncipe judío, iba a engatuzarlo así como lo hizo con él para después vengarse y darle una cucharada de su propia medicina. Eric creía que no era una idea tan descabellada ¿Cómo pudo de pasar de exigirle un duelo a muerte a terminar durmiendo en la misma cama? Estaba consciente de que no lo había perdonado y estaba bien con eso, no iba a pedirlo, pero con más razón era poco creíble que ahora estuviese siendo abrazado por él con tanto cariño.

Sin embargo, tras chocar con esa mirada esmeralda adormilada en la que no se veía para nada ningún toque de malicia ni de ira, tal vez si existía algo de resentimiento, pero para nada señales de venganza; sencillamente solo pudo pensar que Kyle no era un humano cruel como los demás, sino que era un ángel; el único ser que intentó y que nunca podría matar por más que se lo propusiera.

No podría dejarlo morir aun si esto se trataba de una cruel venganza.

Pero esto no significaba que Eric creyera que Kyle había ganado, muy al contrario. Cada caricia de él alimentaba su ego. Quien perdió fue el príncipe, él se rindió ante sus pies. Si bien ambos admitieron anoche pertenecerse Eric era quien lo tomaba más como un hecho literal. Kyle era suyo, se entregó a él y admitió la derrota cuando no pudo vengarse y asesinarlo. El brujo hada malvado se consideraba por lo tanto el ganador y conquistador de su corazón, y como festejo llenó de besos las mejillas del pelirrojo, deseando acariciar cada peca en su rostro; expresando su euforia por haber "ganado". Su paranoia acerca de si esto era o no una venganza pasó a segundo o hasta casi tal vez a tercer plano.

El Bello Durmiente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora