• XIV •

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Cuando menos lo pensaron ya era 26 de mayo, y esa era una fecha especial. Aunque para Kyle estaba lejos de serlo, despertó con una sonrisa amarga.

Debió de mantener una actuación alegre y emocionada por ser su cumpleaños número diecinueve, sobre todo ante Kenny y Wendy, pues ellos aun desconocían que el príncipe hechizado conocía de su propia maldición.

Cumplir años es un ritual que la mayoría, por no decir que casi todas las personas en el mundo, festejan con alegría y gratitud. Un año más con vida, un paso más a la madurez. Pero para Kyle eso solo significaba un paso más hacia una muerte prematura.

Los tres hadas guardianes junto con su escolta le dieron unos cuantos obsequios, cosas sencillas pero llenas sentimientos, sentimientos que no sabía si lo alegraban o lo hundían más en la miseria. Para el próximo año tal vez no sería capaz de recibir ningún regalo, estos eran sus últimos obsequios y abrazos de cumpleaños. Estaba aterrado mientras sonreía, soltaba pequeñas risas y asentía ante los comentarios alegres. Sentía que se estaba desmoronando por dentro.

Pero el peor momento fue cuando entre Bebe y Wendy cargaron el pastel de zanahoria de tres pisos que ambas hicieron (con magia) hasta el comedor, colocándolo frente a él y posteriormente entre Stan y Kenny encendieron las diecinueve velas. La luz era tenue, pero a la vez  capaz de encandilarlo. Cantaron la canción del cumpleaños feliz y después sopló las velas.

Todos se esmeraban por fingir un ambiente alegre, dulce, entre cantos, sonrisas y aplausos. Pero la realidad era que absolutamente todos los presentes estaban devastados por dentro. Vieron a ese pequeño bebé que hace diecinueve años fue condenado a morir a una edad temprana soplando diecinueve velas que dictaban como un reloj de arena que su tiempo de vida ya estaba casi agotado.

Comieron pastel, bebieron, Kenny le ofreció alcohol al pelirrojo y éste se negó. Después de probarlo con el castaño se dio cuenta que realmente no era lo suyo, además unas cuantas gotas de eso en su sistema y seguramente haría que todo el peso que cargaba lo terminara de hundir.

Cerca de la media noche la fiesta se acabó. Todos se fueron a sus respectivas recámaras a descansar. Todos, excepto Kyle. Él espero a que los demás estuviesen bien dormidos para salir de la cabaña e ir las caballerizas, tomar un caballo y...

— ¿A dónde crees que vas, señorito?

La voz de cierta rubia lo hizo saltar del susto. Fue pillado.

—Tía Bebe... —musitó Kyle con una sonrisa nerviosa.

— ¿No vas a responder mi pregunta? —la rubia de cabellera rizada se recargó con los brazos cruzados en la entrada de las caballerizas, impidiendo el paso.

—Solo quiero dar una vuelta —respondió Kyle, afligido, con un hilo de voz que no pudo contener más.

—Kyle... —Bebe sabía perfectamente cómo se debía de sentir, si los demás lo estaban pasando mal, él que era el principal afectado debía de estar peor. Suspiró y se acercó al pelirrojo besando su mejilla —. Es un hechizo de protección que no permitirá que nadie te haga daño... Bueno, si te llegaras a encontrar con alguien como el brujo hada, Cartman... Seguro solo le haría cosquillas. Pero al menos tendrás una oportunidad para defenderte.

—Bebe... Gracias —la abrazó en compañía de un suspiro, siempre podía contar con ella.

—Solo te imploro que regreses antes de las 6:00 hrs. Por favor, no sabría explicarles a los demás tu ausencia —suplicó Bebe con una risa intranquila.

—Gracias y no te preocupes... Solo será un paseo. Lo necesito —asintió Kyle con gratitud subiendo a su caballo.

—Ve con cuidado.

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