• XV •

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Era el caluroso fin de mes de agosto, con ese tipo de clima Kyle preferiría usar ropas más cómodas y frescas, pero sus padres  insistieron en que debía de vestirse formal para la ocasión. No comprendía el por qué, solo iban a cenar o eso creía él. Pero antes de iniciar con la cena lo terminó de comprender. Al comedor principal entraron el rey Daniels y su única hija, la princesa Nichole. La reina Sheila le dio una palmada disimulada en la espalda a su adorado hijo para que se acercara y saludara a la invitada.

—Buenas noches, su majestad Daniels —saludó Kyle con un ligero nerviosismo al rey del reino vecino —. Princesa Nichole —hizo una corta reverencia a ambos.

—Buenas noches, es un placer volverlo a ver, príncipe Kyle. La última vez que lo vi aun usaba pañales —saludó el rey Daniels en compañía de una risa.

—Era tan pequeño, pero mi bubbala ya es todo un hombre ¿No lo cree, princesa Nichole? —agregó Sheila, orgullosa del encanto que tenía por hijo.

—Sin dudas lo es —asintió Nichole con una sonrisita tímida y un leve sonrojo.

A Kyle le pareció que la princesa Nichole era una mujer muy hermosa, su piel oscura era increíblemente lisa y se veía suave como la seda, sin ningún tipo de imperfección, mancha, lunar o pecas; tenía una tierna mirada oscura como las aceitunas y su cabello era negro y brillante como la obsidiana, esponjoso, mucho más esponjoso que su propia cabellera. Su cuerpo era delgado, era más baja que el solo por unos cuantos centímetros. No cabía duda que ella seguro era la mujer más preciosa de todo su reino. Si no hubiera conocido a cierta personita antes muy probablemente hubiese estado interesado en ella. Pero ahora eso le era impensable, estos últimos meses se había decantado por completo por el gordo de mirada avellana.

Y esto sería un problema. 

Estaba claro que sus padres no invitaron a cenar a los Daniels solo como un gesto gentil, había otras intenciones detrás de todo esto y lo confirmó cuando al terminar de cenar su madre le pidió que fuera a dar un pequeño paseo con la invitada.

—Mamá... No creo que... —murmuró el pelirrojo, inconforme con esa orden.

—Obedece, Kyle —repitió su madre por lo bajo, con una hipócrita sonrisa.

Se quedó sin opciones. Acompañó a dicha princesa a dar un pequeño paseo nocturno a los jardines en compañía de sus damas de compañía y de Stan, como escolta. Conversaba con ella acerca de sus intereses, del precioso jardín y lo estúpido que era pasear en él siendo ya de noche, había poca claridad para apreciarlo como se debería. 

La princesa Nichole tenía una risa encantadora y una personalidad maravillosa, recatada y tímida. Le daba demasiada pena que ella gastara su tiempo en él y a la vez se esforzaba en buscar una solución a este problema.

—En seguida vuelvo, necesito refrescarme —la princesa Nichole detuvo la conservación y paseo, gentilmente.

—Adelante —asintió Kyle con una sonrisa gentil observando como la dama se retiraba momentáneamente —. Stan... —lo llamó una vez que quedaron los dos solos.

—Cielos, amigo... Estás jodido —fue lo primero que soltó el caballero con una corta risa —. Sin dudas quieren casarte con ella.

—Por Moisés... ¿Cómo se les ocurre a mis padres buscarme una prometida? —suspiró, exhausto, por fin pudiendo deshacerse de esa faceta cordial y elegante, y exponer los nervios que lo estaban consumiendo.

—Lo siento... —musitó Stan, cabizbajo —. El mes pasado, antes de irnos del castillo tus padres me preguntaron si tenías algún interés amoroso o algo, y bueno... Tuve que decir que no. Seguro por eso optaron por buscarte una prometida.

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