• XIII •

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— ¿Kyle? Ptsss... Kyle, despierta.

Una voz chillona le despertó y a la vez que un par de palmaditas en su hombro. Abrió sus pesados párpados, y soñoliento se encontró con la cara de aquél chico de cabellos rubios como la mantequilla, mirada inocente turquesa y con una cicatriz en el ojo izquierdo. Talló sus ojos, confundido.

— ¿Eh? ¿Butters...? —cuestionó Kyle bostezando y sentándose — ¿Qué haces aquí?

— ¿Tú qué haces aquí? Esta es mi casa —respondió el rubio igual de confundido.

Miró a su alrededor y recordó dónde estaba y lo ocurrido anoche.

— ¿Qué mierda? Creí que te deje en claro que no te quería por aquí cerca, Butters —se quejó Eric saliendo de un pasillo y tallando sus ojos.

—Es que Er... Theo, ayer estabas comportándote muy extraño y estaba preocupado —explicó Butters dejando al pelirrojo de lado y acercándose al castaño — ¿Todo bien? —apuntó con la mirada a quien descansaba en el sofá, con genuina curiosidad por saber qué hacía ahí.

—Cállate y mejor sirve de algo, prepara el bendito desayuno ya que estás aquí —ordenó Eric rascando su cabeza —. Tomaré un baño.

— ¡Espera! —Kyle se levantó del sofá y corrió al baño —. Deja saco mi ropa de ahí.

Fue cuando Butters notó que el pelirrojo vestía con las prendas del más robusto y comenzó a comprender la situación. Puso una sonrisa boba en su rostro, dio unos pequeños aplausos, emocionado y le lanzó una mirada pícara al castaño.

—Voy a cortarte las bolas si no te callas —amenazó Eric con un ligero sonrojo.

—Perdón ¿Dónde me puedo cambiar? —cuestionó Kyle al salir del baño cargando con su ropa.

—Puedes usar mi cuarto, es la puerta del fondo —respondió Butters colocándose un mandil para dirigirse a la cocina a cumplir con la orden del castaño, quien malhumorado entró al baño.

Kyle siguió la indicación y entró a la recámara cerrando la puerta. Su ropa ya estaba seca, con una sensación fría, pero ya quería cambiarse. Ni loco llegaría a su casa con las ropas del gordo. Dejó todas las prendas bien dobladas sobre la cama. Le parecía de mal gusto no lavarlas antes de devolverlas y por eso se terminó quedando con el abrigo rojo. Era tan cálido que no quería quitarselo y como pretexto para sí mismo se planteó la idea de lavarlo en casa, a escondidas, y después se lo regresaría limpio. Así ya no sería un acto tan maleducado.

Salió del cuarto y fue a la cocina. Sentándose en una pequeña mesita. Viendo al rubio cocinar se dio cuenta como él si encajaba en esa casa de muebles pequeños, rústicos, delicados y adorables. Le quedó muy en claro a quien realmente pertenecía esa casa. No pudo evitar pensar en el castaño como un haragán que abusaba de la hospitalidad del rubio.

—Toma chocolate caliente, hace frío, ayer hubo tremenda tormenta —Butters le entregó una taza.

—Gracias, Butters —asintió Kyle dándole un sorbo.

—Oh... No deberías de llamarme así —corrigió Butters al percatarse de cómo le llamaba.

—Ah, cierto. Perdón Dr. Chaos, es que es raro llamarte así —respondió Kyle por inercia —. Perdón, lo que dije fue muy grosero —recapacitó al darse cuenta que fue inapropiado su señalamiento.

—Bueno, lo es... Pienso lo mismo —suspiró Butters regresando a la estufa y concordando en que no le agradaba mucho ser llamado de esa forma —. Pero Er... Theo se va a enojar si te escucha llamándome así.

El Bello Durmiente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora