• XXI •

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Cerca del atardecer Kenny volvió a presentarse en casa del hada de cabellos rubios como la mantequilla. Estaba sentado en un sillón de la sala, mientras Butters le servía una taza de té y le ofrecía una rebanada de pie de manzana. En contraparte Eric esperaba ansiosamente a que se largara. Se suponía que ya debería de estar dirigiéndose a la cabaña del bosque para colarse al cuarto de Kyle. Pero ese hada indigente pobretón seguía sentado ahí, repitiendo una y otra vez que no consideraba apto todos estos sucesos.

El hada de cabellos dorados estaba más que inconforme. Pero al mismo tiempo no podía evitar su emoción. No le importaba en realidad quien fuera, solo quería que existiera alguien capaz de romper el hechizo de Kyle; y por parte de este príncipe, después de la conversación que tuvieron esa tarde ellos dos solos de camino a la cabaña, le quedó claro que sus intenciones eran honestas y que amaba al castaño de manera genuina ¿Le sorprendía? Por supuesto. El día de ayer, cuando Butters le confesó todo, no dudó en hablar con Stan y por él se enteró de las sanguinarias intenciones del pelirrojo, pero esos planes por alguna extraña razón fueron desechados y ahora Kyle se mostraba más que seguro de sus propios sentimientos.

Todo eso sonaba espectacular, pero...

-Eric, no quiero que le hagas perder el tiempo. Literalmente su vida depende de ello -expuso Kenny con un suspiro agotador -. Si tú no lo amas de verdad, como él lo hace...

Seguía dudando de Eric, temía que fuera uno más de sus enredos y planes maliciosos.

- ¿Cuántas veces más tengo que decirte que lo amo? -cuestionó Eric con fastidio -. No le toque un solo pelo al inepto de Butters para demostrártelo cuando me estoy muriendo del coraje de volverlo papilla.

-No puedes culparme de no poder confiar en ti. Hace años que no hablamos y la última vez que lo hicimos las cosas no terminaron nada bien -suspiró Kenny con nostalgia y una notoria tristeza - ¿Tienes idea de cuánto te extrañé? No sé porque siempre te consideré mi mejor amigo a pesar de lo mierda que eres y... Eric, sé de lo que eres capaz, por eso dudo de ti.

-Kenny... -el castaño oprimió sus labios -. Yo también te extrañé... A mi hermano de otra madre -confesó bajando la mirada.

Durante mucho tiempo culpó a Kyle de haberle quitado a su mejor amigo cuando Kenny "se puso de su parte". El odio y ego lo cegaban y nunca se dio cuenta de que en realidad él tenía la responsabilidad de eso. Pero al mismo tiempo fue por Kyle que indirectamente ahora se encontraban hablando, tomando el té y comiendo pie de manzana, como en los viejos tiempos.

-Kenny déjame demostrarte que de verdad amo a Kyle -pedía Eric levantando su mirada bicolor, decidido -. Déjame recuperar tu amistad y confianza, por favor.

Los ojos celestes del hada de la flora se cristalizaron ante esa última petición y suprimió las amenazantes lágrimas.

-Quiero que vayamos a pasos pequeños -aclaró Kenny cediendo y a la vez negociando -. No puedo aceptarlo de golpe. Pero si de verdad esas son tus intenciones con el paso del tiempo lo comprobaremos. Los actos dicen más que las palabras.

Ambos se levantaron y procedieron a abrazarse, palmeando sus espaldas con cariño a la vez que se estrujaban.

-Si me llegas a pegar las pulgas tendré que matarte, Kenny -se burló Eric manteniendo el cálido y nostálgico abrazo.

-Inténtalo, gordo -le siguió Kenny con infinita sonrisa mordaz.

Continuaron conversando, poniéndose al día, mientras terminaban el pie de manzana y el té hasta que finalmente Kenny decidió que era hora de irse, prometiendo que por el momento mantendría todo en secreto junto con Stan. Pero en cuanto notara que algo "iba mal" abriría la boca.

El Bello Durmiente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora