Capítulo IV

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Parada frente al carruaje donde Lukas estaba por subirse, ambos se miraban fijamente sin hablar pero sin sentir ese sentimiento incómodo. Para cuándo las voces de sus padres resonaron en sus oídos, Floreya se colocó alado de Lukas, y antes de que se fuera el joven, preguntó por última vez.

—Lukas, ¿tienes algún sueño?

—¿Un sueño? Mi sueño es poder ayudar a padre con los asuntos del ducado.

—¿Ese es tu sueño? ¿O el de tu padre Lukas?

Sorprendido por la pregunta, Lukas comenzó a divagar entre sus pensamientos.

—Lukas, cuando tengas la edad suficiente te encargarás de la casa Blois y me ayudaras como tú deber de ser el único heredero.

—Lukas, tú única prioridad es aprender el cómo manejarás los asuntos de la casa ducal Blois.

—Lukas, tienes que poner el apellido Blois en alto, tienes que ser el mejor.

—Lukas, tu prioridad es esta casa, no tienes por que tener otras prioridades. Si tuviste sueños, deshazlos, si tienes otras metas que no sean manejar los asuntos de la casa ducal Blois, deséchalos. Desaste de todo lo que no tenga que ver con los asuntos familiares de Blois.

Claro que Lukas tenía sueños, claro que tenía otras metas que quería cumplir. Su sueño era ser el mejor joyero de todo el imperio o incluso de todo el mundo. Su pasatiempo favorito cuando su padre no estaba en el ducado, era crear pequeñas joyas con la ayuda de su nana, quien lo inculcó al mundo de estas.

Pero su padre tenía otros planes para él, y cuando Lukas le habló por primera vez de dicho pasatiempo, fue severamente castigado y juzgado junto con la nana. Escuchar a su nana sufrir por el doloroso castigo que su padre había implementado en ella, hizo que se arrepintiera de haberle contado y prometió desechar sus sueños. Si esa era la única forma para que su nana no sufriera, lo haría.

Luego Lukas le devolvió la pregunta a Floreya. La joven miró al frente donde veía a su padre fijamente, lo observó un par de segundos y luego habló.

—Vivir. Mi sueño es vivir.

Confundido, Lukas quiso volver a preguntarle exactamente a lo que ella se refería, pero antes de hacerlo los dos padres ya estaban con ellos.

—Bueno, su gracia, fue un gusto volver hacer tratos con usted. Sé que pronto verá buenos resultados.

—Eso espero duque. Deseo que tenga un buen viaje de regreso al ducado.

—Muchas gracias.

Estrechando mutuamente sus manos los dos hombres, Floreya y Lukas también procedieron a despedirse. Justo cuando Floreya iba a hacer una leve reverencia, Lukas tomó su mano con cuidado y apenas tocando con sus labios la mano de la joven, Lukas depositó un pequeño beso.

—Fue un gusto el haberla conocido, señorita Floreya.

Ambos padres, al igual que Floreya, quedaron sorprendidos por la acción de Lukas. Avergonzada, Floreya habló.

—F-Fue un gusto igual, j-joven Lukas.

—Espero volver a verla pronto.

Aún sosteniendo la mano de Floreya, Lukas sonrió para ella, haciendo que su corazón latiera con fuerza y temiera que alguien lo escuchara.

Luego de que el carruaje con el duque Blois y Lukas se retirara, Floreya junto a su padre se encaminaron de nuevo hacia dentro.

—Iré a mi habitación.

—Espera, no te vayas.

De su bolsillo sacó un pequeño pañuelo con bordados azulados, y con él limpio la mano en la que Lukas había besado a Floreya anteriormente.

Miró a su padre con su misma expresión seria, pero con algo diferente en su rostro. En su frente resaltaba demasiado una pequeña vena y podía ver cómo su padre apretaba su mandíbula con fuerza. De inmediato supo que estaba enojado por la acción que había hecho Lukas con ella.

Pero el estar constantemente frotando el pañuelo en la mano de la joven, comenzó a enrojecerse y a dolerle. Ejerciendo fuerza en su muñeca el duque siguió frotando el pañuelo, como si de esa forma el sucio beso de Lukas se quitara.

—Padre me está lastimando, suélteme por favor.

Asustada, Floreya amablemente le pidió a su padre que la soltara, pero el duque no respondió a su llamado, en cambio siguió ejerciendo más fuerza. Desesperada porque ahora el enrojecimiento era muchísimo más presente y parecía sentir que en cualquier momento de su piel saldría sangre, Floreya gritó.

—¡Suéltame, suéltame! ¡Me duele! ¡Ya basta!

Aturdido por los gritos de Floreya, el duque detuvo sus movimientos. Miró a su hija y luego a su mano que sostenía fuertemente. El lugar donde había frotado estaba totalmente de un color carmesí oscuro, y pareciera que había perforado la mano.

Al momento de dejar ejercer fuerza en su muñeca y de retirar su gran mano, la muñeca estaba completamente rojiza con las huella marcadas de su padre. Justo cuando su padre retiró su mano, un dolor insoportable comenzó a recorrer la mano de Floreya, y poco a poco podía notarse una que otra vena que había explotado. Entonces un grito se escuchó por todo el ducado.

—¡AHHHHH! ¡AHHHH!

Rápidamente algunas sirvientas que estaban cerca llegaron al lugar y miraron la condición de Floreya. Una de ellas pidió que fuera llamada Emily y las otras fueron al rescate de Floreya. El duque trató de tomar a su hija para llevarla a su cuarto para que fuera tratada por el médico, pero rápidamente Floreya se lo impidió alejándose de él. El duque al ver esto abrió sus ojos sorprendido y volvió a tratar de acercarse a ella.

—Floreya, yo...

—¡Aléjese de mi! ¡No se me acerque!

Al igual que el duque, las sirvientes que estaban  ahí se sorprendieron ante la actitud de Floreya. La niña de hace un año era una niña tímida y callada, la cual no se atrevía a hablarle a su padre, ni muchos menos  gritarle. Pero ahora, estaban viendo a alguien diferente a lo que estaban acostumbradas a ver. Justamente hace once meses, sentían que la actitud, personalidad de Floreya había cambiado. Pero no era algo que les desagradara, mientras ella no les hiciera nada malo.

—Señorita, tranquilícese un poco. Necesitamos llevarla  a su habitación para que pueda ser tratada por el médico, por favor vamos.

Pero Floreya hizo oídos sordos. Mientras seguía sujetando su mano con su otra mano, miraba fijamente al duque con una mirada desagradable, con una mirada de odio.

"¿Por qué sigues lastimándome?"

—¡Señorita Floreya!

Entonces la voz y los pasos de Emily se escucharon por el lugar.

—Señorita Floreya vayamos arriba...

"Quiero dejar de ser débil. Quiero dejar de seguir siendo lastimada. No quiero que me vean como un vil insecto, como a un animal al que tiene que cuidar. ¡Quiero ser fuerte!"

Al momento en que Emily iba a tomar la mano de Floreya, esta fue más rápida y de un golpe apartó su mano. Floreya estaba enojada, la ira había nublado su razonamiento.

Una segunda voz se hizo presente, la cual Floreya ya conocía, pero esta se escuchaba más seria.

—Vuelve.

No Quiero Seguir Muriendo a Manos de la Santa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora