Cap VII

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Que incómodo se convirtió de un momento a otro en menos de cinco horas. ¿Por qué está abrazándome? ¿Acaso no ve que me incomoda? Ni siquiera me dio tiempo de decirle que no. ¿Qué horas serán? Es de noche pero no sé con exactitud la hora.

Entre los dos la única incómoda soy yo, mientras que él duerme plácidamente y tranquilamente. ¿Por qué no se cubrió la parte de arriba de su cuerpo? Dios, si me escuchas, haz que sea de mañana ya...

Justamente cuando trataba de alejarme de él un poco, inconscientemente él volvía acercarme hacia su cuerpo o ponía fuerza en sus grandes brazos para que yo evitara alejarme. La noche era fresca pero yo estaba sufriendo de un terrible calor gracias al hombre dormido a mi lado. De tantas veces que me retorcía en la amplia cama redonda que tenía techumbre que de este colgaban finas cortinas blancas que se transparentaban, el hombre al que llamaba padre, con voz baja y gruesa me habló. Lo había despertado.

—¿No duermes? ¿Hay algo que te incomoda?

Si. Me incomodas tú. Pero no iba a decírselo, así que puse una excusa.

—Tuve una pesadilla, y ya no pude dormirme.

Luego de que le dijera mi motivo, el duque se quedó mirándome fijamente en silencio durante unos minutos que para mí fueron horas. Sus ojos eran tan penetrantes que sentía como en cualquier momento estos me atravesarían la cabeza. Pero al final, decidió hablar.

—Cuando eras una bebe, por las noches siempre llorabas desesperadamente, como si alguien estuviera atacándote. Tú dormías a lado de la habitación en donde dormíamos tú madre y yo. Entonces ella siempre salía corriendo de la habitación a tu habitación antes de que alguna sirvienta lo hiciera. Para tranquilizar tu llanto ella siempre te cantaba una canción, y cuando lo hacía tú llanto cesaba y dormías de nuevo.

¿Significa que me cantará? Pero, no estoy llorando.

—Lo gracioso es que cuando yo iba en lugar de tu madre en las noches, tu llanto aumentaba más de lo que llorabas. Entonces me preguntaba si cantaba terrible o si me odiabas.

En su mirada pude notarlo, y aunque en su rostro no lo expresaba, su mirada lo delataba. Padre extrañaba aquellos días junto a madre. Su nostalgia era algo inevitable, y podía sentir lo vacío que se sentía sin ella. Por un momento sentí lástima de él, por un momento me compadecí, porque al igual que él extrañaba a la madre de Floreya, yo extrañaba a la mía. Mi corazón dolió y podía sentir como mis ojos se llenaban de lágrimas amenazando con salir, pero tenía que resistir. Necesitaba cambiar de conversación.

—¿Piensas que sigues cantando terrible? O, ¿que te odio?

Voltio a mirarme con esos ojos hermosos que solamente él tenía. Me veía como si quisiera saber a través de mi rostro mis pensamientos. Me miró por un buen tiempo y luego volvió a mirar hacia el techumbre de la amplia cama.

— ¿Te gustaría que te cantara la canción que tú madre siempre cantaba para ti?

—Si.

No lo pensé dos veces, pero antes de siquiera comenzar, inclinó su cuerpo hacia el otro lado de donde estaba yo y alcanzó algo. Después de verlo, me entregó un peluche de un conejo vestido con un uniforme igual que el de los caballeros del ducado. Es un conejo hecho por la madre de Floreya. Cuando me lo entregó, se acomodo mejor en la cama, tomando una posición en donde se acosto de lado viendo hacia mi, mientras que con una mano apoyaba su cabeza y la otra me arropaba mejor. Yo simplemente lo veía expectante. Hasta que comenzó a cantar.

—"Bueno ya hablaste suficiente, mi pequeño halcón, ¿por qué lloras? "

—"¿Recibiste suficiente amor? Mi pequeña paloma, ¿por qué lloras?"

No Quiero Seguir Muriendo a Manos de la Santa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora