Capitulo 7. Es un comienzo

51 2 0
                                    

- Debes estar loco por aceptar una cosa así ¿Cómo puedes permitir que entre a la universidad? Candy debe prepararse para ser una buena esposa y más si piensas comprometerla con el hijo del Duque o con cualquier otro. Le has dado mucha libertad.

Los gritos de la Tía Abuela se escuchaban en toda la mansión de las rosas. Albert había escrito la petición a una prestigiosa Universidad de Francia para completar mis estudios e iniciar con mi preparación en ciencias políticas. Ninguna mujer que no fuera noble o de la realeza había sido aceptada, por supuesto que la noticia se esparció por toda la clase alta y por ende la Tía Abuela perdió la cordura en cuanto se enteró.

- Tolere que estudiara para ser enfermera pero esto no puedo aceptarlo. Ustedes dos quieren matarme del coraje, solo estarán felices cuando lo logren. Esta pobre anciana ya no puede seguir, tengo el corazón débil.

- Tía Abuela no sea exagerada, además yo también iré con ella para cuidarla, necesita prepararse, será una Duquesa en el futuro, debe ser una mujer influyente en un mundo lleno de hombres.

- Precisamente porque es un mundo de hombres ella no debe inmiscuirse en esos asuntos. Te lo advierto Albert si sigues con esto me enfermare y tu tendrás la culpa. Nunca me escuchas, haces lo que quieres a cada rato, solo disfrutas verme rabiar.

Me pregunto si habrá algo que no haga enojar a la Tía Abuela. Termine de empacar mis pertenencias, quería ver a Terry lo más pronto posible, en tan solo unos pocos días había terminado de leer la novela Vals de Candy, el bello final me conmovió el corazón. Terry me seguía hasta la estación del tren y juntos huiríamos al hogar de Pony para después fugarnos a escocia y formar nuestra familia junto a lago donde dimos nuestro primer beso. Cada vez que lo imagino me siento como en un sueño, le pediré que regresemos ahí algún día para revivir esos hermosos días.

Los días pasados estuve hablando con Archi y Annie, preocupados por mí me insistieron que me quedará en la residencia de los Britter pero no me sentiría cómoda ahí y como la Tía Abuelo me pidió estar con ella para hacerle compañía regrese a vivir a la Mansión de las rosas, me angustiaba recaer en la tristeza por recordar a Anthony y a Stear estando aquí pero ha sido lo contrario, he podido hablar con ellos frente a las lapidas donde descansaban sus restos, incluso Patty hizo lo mismo con Stear, le hablo sobre el chico que conoció y como le pedía que los cuidara desde el cielo, espero ella pueda ser muy feliz.

También he estado intercambiando cartas con el señor Cornell para continuar con la terapia y ver mis avances, mi tratamiento farmacológico con los antidepresivos durará dos meses más y después me volverá evaluar para actualizar mi diagnóstico. He tenido un poco de trabajo para aceptar mis decisiones en cuanto a todo, no dejo de pensar en que consecuencias malas podría tener, el señor Cornell me menciono que un exceso de pasado causa depresión y que un exceso de futuro causa ansiedad por lo que ha pedido que me relaje y disfrute el ahora, supongo que tiene razón. La verdad es que trato de ocuparme todos los días para no hacer volar mi mente, aunque siempre escribo mis inquietudes y dudas existenciales para comentarlas con el señor Cornell. Antes de irme le pediré a la Tía Abuela que horneemos ese postre que hace años atrás me ofreció y que le rechace.

Sali de la habitación en dirección al despacho de Albert donde seguía discutiendo o más bien escuchando las amenazas de la Tía Abuela sobre su salud.

- No Tía Abuela, yo no la veo pálida.

- Claro que sí, mira mis manos, como si hubiera visto un fantasma. Candy es enfermera deberá quedarse para cuidar de mi salud, no puede irse a Francia. No me ignores, me desmayare y esta vez es enserio, la cabeza me da vueltas.

Rei ante los comentarios de la Tía Abuela, de seguro cuando Eliza sea una anciana será así de escandalosa torturando al pobre hombre que la despose. Toque la puerta para anunciarme y entre, ahí estaba la Tía Abuela desparramada en una de las sillas frente al escritorio fingiendo estar debí mientras Albert la veía como si se tratara de una niña jugando. Ambos voltearon a verme esperando que dijera algo.

AceptarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora