Capitulo 25. Aceptar

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- Su excelencia, los daños reportados son inimaginables. Nunca se ha visto algo así, nadie sabe qué hacer.

- ¿Encontrarte al autor de las bombas?

- Encontramos al científico que descubrió parte del principio activo de una de las bombas. Él se mantuvo firme de que no se utilizarán por su nivel de destrucción.

- Pero... él debe de saber cómo actuar ante las consecuencias.

- No lo sabe.

- Hay heridos en todos lados, no tenemos hospitales, insumos, personal de salud, medicamentos.

- Se dice que son un imperio fuerte, sobrevivirán.

- Su emperador decidió abandonarlos, no hay nadie quien los guíe.

El terror que se vivía en Asía era realmente macabro. Los Estados Unidos de América terminaron la guerra lanzando dos bombas atómicas sobre la Nación del sol naciente. Miles de cosas se escucharon, estábamos en una crisis financiera basta te fuerte, por lo que ayudarlos no era una opción. Teníamos ahora una gran deuda y un problema. Al pedir la ayuda de América y ellos haber terminado la segunda guerra mundial, ahora serían la primer potencia del mundo, dando fin a la época dorada de Europa, en específico de Inglaterra.

Muchos ilustres personajes de la nobleza inglesa cedieron su papel dentro del parlamento a ciudadanos para que el reino tuviera un nuevo sentido. Terry y yo tomamos la misma decisión, seguíamos siendo los Duques de Grandchester, parte de la nobleza Inglesa, solo que ahora seríamos como los reyes. Algo cultural, traducción, un adorno. Los ministros tomarían el control del país. Ahora había un nuevo rey, con un heredero muy inusual. Una mujer. La princesa Isabel.

Tenía la misma edad de Carlos e incluso tuvo una breve participación dentro del ejercicio Inglés. Era una señorita bastante noble e inocente, de algún modo me vi reflejada en ella cuando era joven. Tan llena de vida y con el mundo en la palma de mi mano. Pero la vida se encargaría de enseñarle muchas cosas.

Tiempo después la hermana María, mi segunda madre, partió de este mundo, se fue a dormir después de cenar con nosotros y ya no despertó. Esta mujer me cuido y me protegió durante toda su vida. Estuvo con mis hijos en mi lugar, le debo demasiado y al igual que la señorita Pony, es una deuda que jamás podré pagar. Si pudiera decirle algo más por última vez sería "Gracias Mamá, te amo".

Teniendo demasiado tiempo libre, nos encargamos de nuestra familia. Mis hermosas hijas regresaron a sus colegios en Francia. La guerra las había hecho madurar bastante rápido, su inocencia quedó sepultada en lo más profundo de sus corazones, solo puedo desear que cuando llegue el momento en el que conozcan a alguien que las ame con toda su vida puedan rescatar a esas niñas que quedaron atrapadas en las escalofriantes situaciones de la guerra.

Carlos prácticamente asumió el papel de padre para sus nietos honrando siempre la memoria de su hermano. Con el dolo puedo desear que más adelante pueda tener su propia familia y pueda encontrar en ella la paz que nosotros no pudimos darle. El protagonista en su propia vida. Hanna se encargó de sus hijos, mis nietos. Tuvimos más tiempo para conocerla y por medio de ella una parte desconocida para nosotros de Eduard. Me hubiera encantado verlo como padre. Ojalá pueda rehacer su vida más adelante, es muy joven para vivir en luto toda su vida.

Mi preciosos nietos, Frederic y Alicia. Dos angelitos que nos brindan consuelo y resiliencia ante la muerte de mi hijo. Verlos crecer es como si reviviera la etapa en la que tenía a mis niños pequeños y me di cuenta de que el tiempo que les brinde no bastó. Pude jugar más con ellos, pude trabajar menos, pude dejarlo todo y quizás mi hijo estaría vivo.

No había sido consciente de la edad que tenía, siempre trate de trabajar y ser útil. Nunca me gustó quedarme mucho tiempo sentada y tranquila. Ahora que las rodillas me truenan, el cuerpo lo siento pesado, se me agota el aliento al caminar mucho. Siempre tengo frío o demasiado calor. Todo era tan normal como una oruga convertirse en mariposa. Una mañana me levanté adolorida por dormir un poco de lado, fui a lavarme la cara como de costumbre pero al ver mi rostro reflejado en el espejo, me vi como mis madres, algo diferente. En mi rostro estaba marcado el dolor de perder a mi hijo. Pero aun así creo que si había arrugas que dejaban ver qué fui una traviesa risueña.

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