°•☆ Donde Jimin es un típico omega que sólo se dedica a su esposo y a sus hijos.
Pero su sueño de una familia feliz se rompe cuando ve que ha estado luchando por un amor que ha estado roto desde hace mucho, mucho tiempo. ☆•°
ADAPTACIÓN AUTORI...
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Jimin trató de concentrarse en todo momento en su cachorrita en lo que fue el viaje a casa.
Lo primero que hizo al salir del centro comercial fue pedir un taxi, incapaz de ir en metro con todas las bolsas que llevaba, así que no le importó pagar la enorme suma que le saldría sólo para ir más calmado.
Y, santo dios, calma era lo que necesitaba en ese momento.
-Mami -habló Misoo, llamando su atención, y Jimin se forzó a concentrarse en ella-, ese hombe... he's nice.
Trató de sonreír con tranquilidad, con el corazón acelerado fuertemente y el dolor en la boca de su estómago. Recordar lo que había pasado sólo minutos atrás, con Jungkook observándolo a su lado mientras ellos hablaban...
Él ni siquiera podía entender cómo no había colapsado en ese momento. El por qué todavía no colapsaba.
Rememorarlo se sentía como si hubiera sido un sueño. Como si los bordes de lo que veía se difuminaran, y frente a él, sólo pudiera ver a Jungkook, con ese rostro más duro, tan demacrado y triste, como si hubiera atravesado una larga enfermedad. A veces, cuando veía las noticias, hacían esos reportajes: lo que podía provocar la separación forzada entre un alfa y un omega que tenían un lazo profundo.
-¿Te agradó? -preguntó Jimin, acariciándole el suave cabellito a su niña-. ¿Te parece si lo vemos mañana? Mañana iremos al supermercado para comprar comida para tu cumpleaños.
-¡Bueeeeeeno! -la niña alargó la palabra, sonriendo con feliz-. ¡Te kiedo! Ese hombe... ¡me a-u-do!
-Sí, sí... -Jimin la abrazó con fuerza-. Nunca más salgas así, ¿entendido? Siempre tienes que estar a mi lado.
Misoo se lo prometió y le devolvió el abrazo, suspirando por la tranquilidad. Su mente todavía no procesaba correctamente lo que acababa de ocurrir y, por lo mismo, todavía no daba paso al miedo de lo que la llegada de Jungkook significaba para él. Para sus hijos. Para Misoo.
No tardó en llegar a su casa, pagando el taxi y dejando que Misoo cargara con una de las bolsas más pequeñas. Ya había oscurecido parcialmente a esas alturas, por lo que no fue una sorpresa cuando, al abrir la puerta de su casa, sus tres hijos aparecieron.
-¿Mamá? ¡Mamá, ¿dónde estabas?! -exclamó Jeongsan, dirigiéndose hacia él.
-¡Es muy tarde! -alegó Yejun, apoyando a su hermano mayor y acercándose-. ¡Nos empezábamos a preocupar!
-¿Ha pasado algo? -Jisung, que había estado en el sofá, se puso de pie-. Estás un poco pálido, mamá, ¿estuviste llorando?
Jimin sintió su corazón cayendo por el miedo repentino, sin saber exactamente que era lo que debía hacer o decir. ¿Decirles la verdad? Eso sería un desastre enorme, no tenía que ser un adivino para saberlo. Sería catastrófico y causaría que sus cachorritos se desbordaran. Lo tenía más que claro.