°•☆ Donde Jimin es un típico omega que sólo se dedica a su esposo y a sus hijos.
Pero su sueño de una familia feliz se rompe cuando ve que ha estado luchando por un amor que ha estado roto desde hace mucho, mucho tiempo. ☆•°
ADAPTACIÓN AUTORI...
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Para navidad, los niños parecieron aceptar que era mejor viajar que recibir algún regalo. Jimin llevaba mucho tiempo ahorrando para eso, así que no tuvo muchas dudas en elegir un lugar ideal para esas pequeñas vacaciones: Miami.
Aunque eso no significó que iba a derrochar todo el dinero ahorrado. Al final, terminó por pedirles más días a los señores Liu para esas vacaciones, y ellos no dudaron en concedérselo. No iban a ir en avión, porque era demasiado caro para Jimin, así que terminó por comprar pasajes en bus a pesar de que fuera un viaje de casi un día.
Navidad caería el viernes y, una semana antes, el sábado en la mañana, se instalaron en el hostal donde iban a quedarse ese fin de semana y durante la siguiente semana. Como Miami quedaba en el sur de Estados Unidos, el tiempo en esa época del año no era frío como en Nueva York. A Jimin le sorprendió encontrarse con el sol y una temperatura más cálida, y los niños estaban encantados con eso. Durante la tarde quisieron ir a la playa.
Misoo estaba muy entusiasmada cuando bajaron a la arena. La pequeña iba de la mano de Jimin, que observaba a sus otros cachorros correr hacia el agua. A pesar del invierno y de que la temperatura no era tan alta, los tres no dudaron en meterse al mar y gritar por el frío del agua. Misoo se rió.
—¡Vamos, vamos! —gritó la niña, y Jimin la llevó a orillas del mar. A veces, la pequeña hablaba en inglés sin problema alguno, por lo que Jimin estaba orgulloso de que aprendiera dos idiomas.
Se estremeció cuando el frío del mar mojó sus pies. Misoo chilló también, pero comenzó a saltar en la arena, y gotas de agua humedecieron las piernas del mayor.
Yejun estaba colgado de Jeongsan, riéndose escandalosamente. Jisung se acercó dónde Jimin, jadeando y con el cabello empapado, y tomó en brazos a la pequeña Misoo.
—¡Noooooooooo! —chilló ella—. ¡Babo!
—¡A mí no! ¡A Jeongsan! —le dijo Jisung, riendo.
—¡Sannie babo! —gritó Misoo, y Jeongsan empujó a Yejun en el agua.
—¡¿Qué demonios le estás enseñando, Jisung?! —dijo Jeongsan, ofendido.
Jimin sonrió al verlos jugar entre ellos, tan despreocupados y alegres. Ya no eran esos niños hostiles que llegaron más de dos años atrás a Estados Unidos, que apenas hablaban con alguien aparte de la familia y que siempre andaban con el ceño fruncido. Jimin sabía que había muchas cosas que arreglar todavía, pero sus cachorritos estaban bien, con él. Eso era lo único que necesitaba para soportarlo.
Para soportar el celo que vendría los próximos días.
Hizo un mohín al sentir dolor en esa vieja marca olvidada en su cuello. Días antes de que viniera su celo podía sentir esa sensación dolorosa que ya reconocía, en señal de lo mucho que su omega parecía necesitar un poco de contacto. Jeongsan trataba de suplir el aroma alfa de la manada, pero el omega de Jimin se negaba a reconocerlo como tal.