NUESTRA GRAN VIRTUD

1K 92 12
                                    

Kate no había comido ni bebido nada en horas, dos días para ser exacto, no había dormido y se negaba a moverse de su lugar, estaba realmente preocupado.

Owen tuvo múltiples complicaciones en estos últimos días por lo que no pudimos verlo ni saber de su estado lo suficiente para que Kate pudiera estar en paz.

— Iré por un café, ¿quieres uno? — pregunté sabiendo la respuesta, exacto, silencio, Kate no dijo nada ante mi pregunta.

Suspiré y me di la vuelta con un nudo en mi garganta, el estado de Kate me estaba afectando, parecía completamente perdida, no sabíamos mucho de Owen pero sabía que estaría bien, mi preocupación era Kate, quería a mi Kate de vuelta.

Suena egoísta, lo sé, de verdad, pero me dolía verla así, intenté de todo para tranquilizarla pero simplemente parece que me borró de su alrededor, es como si yo no fuera real para ella.

Me sentía cansado, triste, jamás, en todo el tiempo que llevo con Kate la vi de esta forma y no sé cómo ayudarla.

Entré al baño pues no podía seguir guardando lo que sentía, parecía estar solo, entré a uno de los cubículos cerrando la puerta para apoyar mi frente contra esta, no podía soportarlo más, verla sufrir me estaba lastimando, no solo emocionalmente, comenzaba a sentir dolor físico al verla así. Lágrimas inundaron mis ojos para desbordarse por mis mejillas, mi respiración era más rápida y mis manos temblaban, mi garganta ardía y no podía dejar de llorar, necesitaba dejar ir todas esas emociones que tenía atrapadas.

Uno o dos minutos después me tranquilicé tratando de controlar mis sollozos e hipidos que producía, suspiré cerrando mis ojos, afortunadamente nadie había entrado en el baño en todo este tiempo.

Abrí la puerta avanzando hasta los lavabos apoyando mis manos en ellos hasta que subí mi mirada al espejo, mi cabello estaba desarreglado y mis ojos húmedos y rojos al igual que mi nariz.

Bajé mi mirada nuevamente hacia el lavabo, nuevas ganas de soltarme a llorar se habían instalado nuevamente en mí pero intenté no someterme ante la idea de llorar. La puerta fue abierta y un hombre de alrededor de unos ochenta años entró.

Fue directamente a los lavabos para limpiarse lo que parecía ser pintura de las manos, no lo miré demasiado para evitar ser grosero, pero sentí su mirada después de unos segundos.

— Hijo, ¿te encuentras bien? — preguntó amablemente provocando que lo mirara.

— Sí, no se preocupe, estoy bien — dije forzando una sonrisa.

— Tranquilo, está bien que llores, yo no te voy a juzgar, es normal — dijo él con una sonrisa cálida — anda, dime qué pasa — dijo tomando un trozo de papel para secarse las manos.

— Mi prometida... ella está, indispuesta, su hermano mayor está muy grave y yo-yo no sé qué hacer, ni siquiera me habla o me mira — dije sintiendo las lágrimas en mis ojos nuevamente.

— Oh... mira chico, no conozco a la chica pero te aseguro que no es algo contra ti, a veces solo nos desconectamos para no dañar a los demás, sin pensar que podemos estarlos dañando aún más con nuestro silencio — dijo él.

— Lo entiendo, entiendo que esté así pero no puedo evitar sentir que le estoy fallando —

— ¿En qué estarías fallando? — preguntó él y lo miré con confusión.

— En que, siento que no aporto nada, que es infeliz —

— No le estás fallando, hijo, ella es feliz contigo, la situación es la que la está afectando pero no es tu culpa, verás que su hermano va a mejorar en menos de lo que esperas, todo va a mejorar — dijo sonriendo — me tengo que ir, mi esposa debe ver la pintura que hice para ella, espero que todo mejore y ya no te mortifiques, no es tu culpa, chico — se dió la vuelta avanzando a la puerta para salir y dejarme solo.

ONLY YOU III | ZACH MITCHELL Donde viven las historias. Descúbrelo ahora