La Agencia

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Cuando se despidió de Naruto se sintió mucho más tranquilo, no debería sentirse de esa forma, pero no podía evitarlo. Cuando llegó a la estación era muy tarde, para su fortuna pudo cambiar el ticket para las doce y logró también embarcar su moto. Finalmente a las once logró sentarse en la sala de espera de la estación, después de haberse cambiado de ropa y de haberse limpiado lo mejor que pudo en el baño de la estación. Un respiro hondo salió de su boca cuando por fin se vio en quietud. Su mente estaba en silencio, por primera vez en todo el día no tenía deseos de pensar en nada. Le llegó el olor del pollo frito y sintió hambre, Kakashi a duras penas le había dado tiempo de tocar su plato, así que fue hasta el puesto de comida y pidió dos presas para comerlas mientras esperaba.

La estación estaba casi sola. Había tenido suerte, solo los sábados salía el tren de las doce para los turistas que viajaban, pero esa noche la estación estaba particularmente vacía. Un par de familias y algunas personas solas; sonrió imaginando que no tendría que lidiar con ningún niño y podría dormir tranquilamente. Cuando dio el último bocado el reloj marcaba un cuarto para las doce. Se acercó a la línea de salida y vio venir la luz del tren eléctrico que se detuvo suave y casi silenciosamente sobre los rieles enfrente suyo. Ingresó y buscó su asiento, se durmió antes de que arrancara. Y hubiera podido dormir todo el viaje si alguien no se hubiera sentado al lado suyo. Lo sintió sentarse en una carrera, como si hubiera conseguido el tren en un golpe de suerte. Sasuke dio una mirada alrededor, podría sentarse en cualquier otro lugar si así lo quisiera, pero no, lo hizo a su lado, y no contento con eso, cuando el tren ya había iniciado su marcha, desplegó la bandeja y sacó su portátil. ¿Va a ver una película? Si ese hubiera sido el caso no hubiera habido problema, Sasuke se hubiera girado un poco e igual, con lo cansado que estaba se hubiera quedado dormido. Pero no, el tecleo incesante lo obligó a abrir los ojos. ¿Era en serio, de todos los lugares vacíos tenía que hacerse justo a su lado, y además hacer ese impertinente ruido? El movimiento de sus dedos sobre las teclas produce un ruido constante y punzante en su cabeza.

—Hola. —Lo saludó cordialmente, aunque la sonrisa incómoda en sus labios lo delataba. El intruso lo miró asombrado pero no respondió— Intento dormir, si miras a tú alrededor hay muchas otras sillas vacías que puedes usar si lo que necesitas es trabajar.

—Esta fue la silla que me asignaron.

—Oh, créeme que nadie va a molestarse por que te cambies de lugar.

—Pero...

—Va, no te preocupes, entiendo, yo lo hago, ¿me das permiso por favor?

Se dio cuenta que el chico no parecía muy dispuesto a moverse, a pesar de que él le había mostrado claramente sus intenciones de levantarse. Lo empujó un poco por los hombros para cerciorarse de que lo había escuchado. Las orbes aguamarinas de su interlocutor lo miraron sin ningún tipo de emoción.

—¿Por qué no te sientas e intentas descansar? sí el problema es mi trabajo, no te preocupes no tardaré mucho.

Sasuke se quedó en silencio, algo en su interior le dijo que no debía pelear, primero por que no era el momento, y segundo por que estaba realmente cansado y pensó que si en verdad hacía el esfuerzo de dormirse ni siquiera el ruido del golpeteo de sus dedos blancos sobre las teclas lograría despertarlo. Se giró ligeramente hacía la ventana tratando de darle la espalda y así a pesar del ruido constante de las teclas se quedó dormido.

Un sueño profundo, reparador. La silla en la que iba sentado era realmente cómoda a pesar de ser clase turista. Había escuchado, por que en realidad no la conocía, que la zona vip era una delicia, pero estando tan cansado como estaba, la silla le pareció condenadamente cómoda, casi como si hubiera estado en su propia cama. Además, gracias a la experiencia de los viajes anteriores, en su carrera por empacar, había recordado que debía llevar una manta, y como lo agradeció, cuando desperto se sintio como un bebe, acurrucado en la silla lo mejor que sus pies y el espacio se lo permitieron, envuelto en la manta. Se llevó una sorpresa cuando al abrir los ojos por completo se encontró con que los aguamarinas de su compañero de silla estaban fijos en él.

CulpableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora