Episodio 25

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Cuando abre un ojo, se da cuenta que sigue en un auto. En realidad, en un auto que está en marcha.

No sabe qué hace ahí. No hasta que ve una cabellera negra en el piloto, y de inmediato recuerda lo que ha hecho.

Sus mejillas se sonrojan con fuerza y se tapa más con esa tela que emanaba un perfume rico. Olía a Yeonjun, de esa forma varonil y madura que conoce.

Cuando se separa un poco de la tela, se da cuenta que, en realidad, para sorpresa suya es el saco de su cliente. Y para peor, también cae en consciencia que está completamente desnudo. Se siente pegajoso y realmente adolorido, no cree poder mover un solo dedo; peor cuando el aire acondicionado encendido lo estaba refrescando y de nuevo el sueño lo ataca.

Cuando cierra los ojos para volver a sus sueños, oye la voz del mayor.

—¿Soobin?

Soobin no responde. No quiere irse tan pronto, definitivamente no quiere. Así que finge dormirse, y lo logra porque Yeonjun deja de llamarlo.

Oye un suspiro y nota por el sólo sonido que está tomando algo. Cuando oye el timbre de su teléfono, entiende que está llamando a alguien.

—¿Yeji?

Un silencio largo.

—Escucha. Acabo de firmar con una empresa. Así que iré a celebrarlo con mis empleados. No puedo, lo siento, ¿sí?

No sabe porque al de hoyuelos le da la sensación de que aquella persona es su esposa.

—Sí. Haré una cena. Y ya no puedo cancelarlo, ya está hecho.

Pasan segundos que no son tan silenciosos. Se puede oír que desde la otra línea la mujer chilla y grita. Extasiada y angustiada.

—No estoy de humor para oírte quejarte. Sabes en qué trabajo, Yeji.

Y se oye un pitido.

Y un gran suspiro pesado.

Soobin de alguna manera quiere levantarse y preguntar si en verdad era su esposa. Y también, según lo que había oído, si es que esa cena era para festejar con sus empleados, y no una donde invitaba a su mujer.

Aunque ya estaba claro. Y le ponía feliz. Saber de su esposa le causaba incomodidad, porque realmente no tenía la libertad de Yeonjun como para reclamarle por donde metía su miembro.

Y eso le molestaba.

Luego de minutos que para Soobin le parecieron eternos, decide levantarse de tantos pensamientos.

Primero finge removerse, después bosteza. Y se sienta, mirando alrededor como si no supiera dónde está. Aunque eso sí es verdad.

—Al fin despiertas. Pensé que tendría que llevarte al hospital por una sobredosis de orgasmos.—dice sin despegar su mirada de la pista.

Soobin sonroja y niega. Sus cabellos están desordenados y sus labios rojos e hinchados, pero aún así se acerca hasta el mayor.

—¿Adónde vamos, hyung?—su voz sale un poco ronca sin quererlo y se muerde el labio inferior suavemente por la forma en la que Yeonjun tensa la mandíbula.

—A tu casa.—Soobin abre los ojos en grande, mirándolo.

—¿Qué? ¿Mi casa dice?

—Sí. Y sería mejor si te abrochas el cinturón.

—¿Cómo sabe mi dirección?—pregunta incrédulo.

—Se lo pregunté a la recepcionista del prostíbulo.—Soobin se pone pálido. Jessie no le habrá dicho que seguía trabajando, ¿no?

—P-Pero... no era necesario. Yo pude haberle dicho... E incluso pude haber ido solo a mi casa.—hace un puchero.

—Con tu estado no creo que hubieras podido hacer algo.—es cuando se da cuenta de que sigue desnudo, y de inmediato vuelve a su asiento con el saco cubriendo su intimidad.—Considéralo como una disculpa de haberte ensuciado el trasero con helado.

Soobin se cubre el rostro con las manos, totalmente avergonzado. Realmente habían tenido sexo con helado de por medio.

Aunque lo que comenzaba a ponerlo curioso era la actitud extraña de su hyung. No dejaba de jugar con el timón o hasta ahora girar a mirarlo. Ni por el espejo retrovisor.

Se quedaron así, en silencio por lo que duraba el recorrido hasta su casa que resultó estar lejos porque de seguro Jessie le dio la dirección de su casa principal.

Porque sí. Soobin no sólo tenía una ni dos casas, tenía seis y en parte se turnaba en donde dormía. Aunque obviamente se quedaba en la que está más cerca a su universidad.

—¿Es ésta?—pregunta cuando está frente a una gran casa decorada con flores, un jardín hermoso. Desde ahí podía verse una piscina; y a juzgar por el tipo de vecindario en donde estaba, confirmó que Soobin en realidad no era nadie de clase media.

Una clase alta en definitiva era lo que definía su estatus actual.

Así que, ¿por qué trabaja en el prostíbulo?

El menor confirma que es su hogar y entonces pregunta dónde están sus ropas. Yeonjun se las pasa junto a su mochila de cosas, y espera un largo rato. Viendo por la ventana diversas personas que pasan por ese vecindario que deduce es habitada por gente de dinero.

—Ya estoy, hyung.—murmura con algo de timidez. Ajustando las correas de su mochila.

—Bien, vamos.—Soobin casi se atora de nuevo. No tiene tiempo de decir algo respecto a eso porque Yeonjun baja del auto sólo para abrir su puerta.

—Pero, Yeonjun-hyung, ahí están mis empleadas... Lo pueden ver y-y...

—Sólo te acompañaré hasta afuera, vamos.—lo apresura. Hasta que finalmente el de hoyuelos asiente, suspirando.

Una vez están caminando hasta la puerta, Yeonjun habla.

—Yo también sé jugar sucio. ¿Lo sabes?

Soobin se siente confundido. Sus dedos comienzan a jugar entre sí de tan sólo ver la faceta tan dura y seria del mayor.

¡Hace minutos acababan de hacerlo! ¿Por qué estaría tan tenso? ¿No se supone que follar disminuía el estrés?

Y él sabe que follaron bien. Demasiado bien.

Deduce que es por la conversación con su esposa.

—No lo entiendo...—al fin ambos se encuentran frente a la puerta de su casa.

Yeonjun tiene ganas de reírse porque en esos momentos las piernas del adolescente parecían gelatinas. Y está orgulloso porque él quería justamente eso.

El de menor edad traga saliva cuando el hombre se acerca a él para después posar su mano en su mejilla.

Sus cuerpos están cerca, así como sus caras también.

Y lo besa, tomándolo de la nuca con fuerza.

Soobin jadea cuando su lengua se introduce. Cuando él decide unirse, Yeonjun antes chupa su lengua y vuelve a besarlo con hambre. Muerde su labio inferior, logrando sacarle un gemido cuando ambos empiezan a formar sonidos morbosos. Chasquidos que terminan por jadeos bajos y cortos.

Cuando el menor comienza a calentarse y desea acelerar el beso, su cliente se separa bruscamente.

Y se ubica en su cuello, sólo para chupar su piel con fuerza, haciendo un chupetón grande.

Lo toma de los hombros y le sonríe de manera burlesca.

—No voy a volver a llamarte hasta que se me dé la maldita gana. Hasta entonces vaya pensando en cómo puedes lograr un buen orgasmo sin mí.

Besa su boca de nuevo y deja a Soobin mudo. Con el corazón en la boca y con las mejillas rojas. Labios palpitando y manos jugando entre sí al dejar de sentir a su mayor junto a él. Pues se está yendo de su vista, dejándolo en la puerta de su casa.

Por primera vez aquel beso no sólo le transmitió la lujuria que su cliente siente por él.

De alguna manera, ha desquitado el enojo en su boca. Enojo que no sabe el porqué.

❦| Si te elijo a ti... ©yeonbin ¡ཿ྇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora