26.2

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Ahora me puedes mostrar las lágrimas que tan silenciosamente me has estado ocultando.

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Se quedó callado, procesando mi confesión. Bajó la mirada y se echó a llorar.

— No puedo... — dijo entre sollozos —. No puedo ser tataratataranieto de un asesino como él... — suspiré. 

— Itadori — mencioné su nombre. Al levantar la cabeza, me miró y corrió a mis brazos. Correspondí su abrazo, aún siendo más alto que yo, trató de esconder su rostro en mi pecho, como niño pequeño que corre a los brazos de su mamá cuando no se siente bien. Si supiera que también he hecho cosas malas, no me miraría ni a la cara.

Dejé que llorara. Sí, a mí también me causaría decepción saber que el ser que llevo dentro de mí, el que ha usado mi cuerpo en contra de mi voluntad sólo para hacer maldades y satisfacer sus deseos de sangre y dolor, el que ha asesinado a un sin fin de personas a lo largo de los años, el que se ha empeñado en hacerme la vida un martirio, es mi tataratataraabuelo. Sí, a mí también me dolería, incluso, quisiera matarme o matarlo.

Luego de que se calmó, comenzamos con nuestra caminata hasta que recordé que tenía algo pendiente con alguien. Espero encontrarlo a tiempo. El chico estaba emocionado, contento en tener a un familiar con él a su lado despues de tanto tiempo. ¿Por qué me ven como si fuera la gran cosa cuando me la he pasado haciéndole daño por 28 años a una mujer que ni siquiera sabía de mi existencia? Suspiré.

— Itadori, ¿dónde vas a estar?

— Iré a buscar a Fushiguro. Espero que se encuentre bien — respondió. Me miró — ¿Por qué me lo preguntas?

— Tengo un asunto pendiente con alguien más — respondí —. Bueno, puedo sentir tu energía, así que con eso sabré dónde estás exactamente.

— Pero, espera, ¿no quieres que vaya contigo? ¿Estarás bien? — asentí sonriente — ¿Segura?

— Te juro que voy a volver a encontrarme contigo en buen estado — contesté y eso lo mantuvo calmado. Asintió cabizabajo pero yo levanté su cabeza con una mano en su mejilla —. Tranquilo, ¿si? Confía en mí.

— Lo haré — respondió sonriente. 

Luego de una cuadra de caminata, nos tuvimos que separar. Él a la derecha y yo a la izquierda. Lo miré sobre mi hombro, él también me miraba pero no era Itadori, era Sukuna. Respiré hondo y volví a seguir con mi caminata y llevé mi mirada al frente. 

Me duele la nuca. Siento una punzada en la nuca. Algo que me dice que no tengo que alejarme, que debo ir con él. Siento que algo malo va a pasar pero... No sé qué es... Mi intuición ha fallado y aquella habilidad donde podía ver el futuro... Se ha ido. 

Llegué a la batalla. Miré que se enfrentaba a los enemigos con la misma brusquedad de antes y sin medir su poder. El muy idiota no sabe si el cuerpo de Tsumiki pueda resistir a esa cantidad de energía maldita y aún así lo hace. Suspiré y tomé asiento en una banca, esperando que sus ataques no logren alcanzarme y hacerme daño. 

— Fushiguro Tsumiki: 100 puntos — dijo Kogane. Suspiré y me levanté de la banca para dirigirme a mi mejor amigo. Llevaba un abanico de cristal en mi mano. Al darse media vuelta, sonrió con animación y corrió.

— ¡Zen'in! — gritó contento. Me abrazó con fuerza pero yo le di un golpe en la cabeza con mi abanico — ¡Eh!

— ¿Cuántas veces tengo que decirte que ese cuerpo no es tuyo como para que lo uses de esa manera, Yorozu? — pregunté firme —. Vas a terminar matando a la muchacha y Fushiguro no me lo perdonará.

Silent Cry; Gojo Satoru.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora