Capitulo 1

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1 años después desde que Azacel vio por última vez a Alma...

La oscuridad que albergaba el cuarto hacía sentirme reconfortado de cierta manera.
La resaca de la noche anterior y el efecto de varias sustancias aún estaban presentes en mi organismo.
Es complicado para alguien como yo, que cualquier tipo de alimento, bebida... hagan algún efecto en mi cuerpo; las cantidades que tengo que ingerir son cuatro o cinco veces mayores a la media entre los humanos.

La verdad que la fiesta de anoche anterior solo ayudo a desinhibirme por un par de horas del tormento que vivo; que es de mi sin ella, sin mi pequeña.
Desde que la perdí no he dejado a ninguna mujer entrar en mi vida, solo para saciar las necesidades primarias, con una noche es suficiente.
Muy cabrón por mi parte pero, que son esas mujeres que les vale con meter la mano debajo de la falda para llevártelas a cama a comparación de ella.

Nada.

Mi cabeza no para de repetir en bucle los recuerdos de mi pequeña; sus carias, besos y risas.
Su niñez y adolescencia, verla jugar y aprender, cabreada y contenta; los momentos donde me decía todo lo que sentía por mi. Tuve la mayor suerte del mundo al saber que sus sentimientos eran iguales a los míos y me deseaba tanto como yo a ella.
La primera vez que la hice mía y entre risas le decía que algún día seria mi mujer, mi esposa.
Y se cumplió, aquel sueño que deseaba tanto en mi cabeza se hizo realidad; la noche que la perdí aceptó amarme aunque estuviera arrebatándole la vida.

El tiempo había pasado rápido, su familia se enteró por la noticias de su muerte.
Obviamente la verdad no fue dicho, ella fue una de las tantas persona que desaparecieron aquellos días, no me siento mal por la cantidad de muertes que hubo.
Para mi los humanos solo eran pedazos de carne que desaprovechaban su vida, no le tenía aprecio alguno a la creación de Dios.

Después de que su familia se enterara de su muerte, un entierro se celebro en forma de honrar su partida; su cuerpo jamás se encontró pero la necesidad de sus padres de llorar su muerte justificaba el tener un hueco vacío en el cementerio para ella.

Nunca me aparte de ellos.

De su padre que ahora había cambiado de trabajo por una gran depresión y estaba trabajando en una pequeña empresa de uno de sus socios, tenía un mal trato en su nuevo trabajo, pero menos presión que en su último empresa y con eso le bastaba.
Frecuentaba los bares para emborracharse hasta la madrugada.

De su madre que ahora vive con la culpa de no haber cuidado lo suficiente de su pequeña hija y no haberla escuchado cuando gritaba su ayuda.
Después de unos meses la adición a las ansiolíticos por toda la presión en su trabajo, la falta de sueño y una gran depresión, habían hecho de ella una mujer vacía, encerrada en ella misma, sin vida, sin sentimientos exceptuando la culpa.

Y por último de su hermana, Carol.
Ella fue la más afectada; vivía en sufrimientos pensando que nunca estuvo para su amada hermana, que todo fue su culpa por distanciarse tanto, y que quizás si hubiera tenido más interés en ella, no estaría ahora llorando su muerte.
Cambió de instituto varias veces debido a que nunca lograba adaptarse a ellos, las pastillas para dormir eran su mayor amigo y las salidas a fiestas le ayudaban a sentirse mejor.

Y de mi, mi vida terminó con ella.
Los días se habían vuelto negros, la mayor parte del tiempo la pasaba vigilando a su familia y lamentándome al igual que ellos.
Y las noches.
Las noches se basaban en fiesta, alcohol, drogas y mujeres fáciles.
Las pocas horas que mi cuerpo pedía descansar eran torturas debido a las pesadillas.
La sangre y ella sin vida entre mis brazos, siempre me levantaba asustado y perdido; gateaba hasta un rincón de la habitación y lloraba el resto de la noche allí agazapado.

La oscuridad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora