Capitulo 8

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Narra Alma.

Salí de la habitación dejando a Amón dormido.
Me preocupaba su estado pero verlo reaccionar y hablar me tranquilizó un poco.

Bajé las escaleras hasta llegar al salón donde estaban Samuel y Junier.

-¿Cómo esta?- Pregunto Junier.

-Por ahora bien, hay que tenerlo vigilado por si algo sale mal, nunca antes había curado heridas tan grandes.- Me dejé caer en el sofá justo enfrente de ellos.

-Tranquila estará bien.- Si me preocupa Amón, solo había querido ayudar.

Pero Azacel.

Azacel estaba cada día peor, nunca lo había visto tan mal.
Se que necesita ayuda, me necesita, pero el tiempo tiene que pasar.

-Sobre Azacel, Alma.- Levanté la cabeza en dirección a Samuel.

-Por lo que hemos estado investigando, aun faltan unos meses para que las toxinas desaparezcan de su organismo.- Samuel se levantó del sofá con un libro entre sus manos y se sentó a mi lado enseñándome sus páginas.

-Mira, aquí pone que al consumir la sangre como es la tuya, el estado del huésped que la consume mejora en cualquier sentido pero se vuelve una droga y a la larga provocan efectos secundarios.- Tomé el libro para ojearlo.

-Aquí pone que también el cuerpo del que la consume cambia de cierto modo ya que la sangre le proporciona todo tipo de sustento y además con el tiempo se convierte en su único alimento.- Pensé entonces que si en estos libros venían tanta información valiosa, quiere decir que algunos como yo sobrevivieron.

-Si existen estos libros quiere decir que algunos Alas Doradas sobrevivieron y ciertas personas los pudieron investigar.-

-No solo eso Alma, algunos tuvieron familias, durante años se escondieron ocultándose de todo pero logrando vivir siglos así.- Miré a Junier quién sonreía de lado.

-Entonces quiere decir que soy descendientes de los Alas doradas.- Junier se levantó del sofá para arrebatarme el libro.

Paso unas páginas y volvió a entregármelo.

-Mira, no solo eres descendiente de ellos sino que eres más fuerte, por decirlo así tu rango es mayor, tras generaciones y generaciones las mejoras en las pocas familias de los Alas doradas causaron algo conocido como el "Millenian", quiere decir Milenario, y es simplemente la genética en su máximo esplendor.- Comprendía cada palabra y me quedé sin aliento al escucharlo.

-Entonces...- Dije aún sabiendo la respuesta.

-Eres el ser mas poderoso que puede albergar la Tierra en todos sus siglos de vida.- Aclaró Junier.

-Aún no tengo los dones muy desarrollados.- Dije a la vez que me levantaba del sofá para beber algo de agua.

-Los tendrás, poco a poco.- Junier agarró el libro cerrándolo y lo dejó en la mesa del salón.

-Ya es hora de descansar mañana tenemos que entrenar y prepararnos para cualquier acontecimiento.- Samuel también se levantó y se despidió de nosotros, dejándonos a solas.

-¿Crees que todo saldrá bien?- Dije cuando Junier se colocó a mi lado.

-Si, podremos con todo y además no es la primera vez que estamos en problemas ¿no?- Reí un poco en bajo.

-Me gusta tu risa.- Miré a Junier sonriendo.

-Me alegro de que al menos estemos bien y de que seamos "libres" no del todo, pero "libres".- Junier levantó la mano para tocar mi mejilla y acunarla un poco.

-Alma yo...- Se escucharon pisadas por las escaleras y me giré para ver de quien se trataba.

-Amón, no deberías haberte levantado.- Me acerqué corriendo a él ya que su aspecto no era muy bueno.

-No estabas cuando me desperté y pensaba que...que...- Una sonrisa se dibujó en mi cara al notar su miedo.

-Que te había abandonado.- Termine su frase.

-Si.- El sudor le caía por la frente dejando ver que la fiebre había vuelto.

-Nunca abandonaré a un amigo, ahora volvamos a la cama.- Amón sonrió como pudo y le ayude a sostenerse.

-Agárrate a mi.- Este rodeó mis hombros y subimos las escaleras no sin antes mirar a Junier, quien contemplaba mi intento de sujetar a Amón.

Me lanzó una sonrisa y ambos nos despedimos con la mirada; terminamos de subir las escaleras y Amón y yo entramos en el cuarto para volver a la cama.

-Ayúdame un poco a subirte a la cama.- Dije mientras le quitaba la camiseta para que la fiebre no le subiera más.

Amón se subió y tumbo, no tarde mucho yo en también hacer lo mismo y volvimos a la posición que teníamos antes.
Había cerrado ya los ojos pensando un poco en todo pero una voz me impidió dormir.

-Alma.-

-Dime.- Baje la vista para cerciorarme de que estuviera bien.

-Ahora se porque Azacel te ama tanto.- Aquellas palabras llegaron a mi haciendo que mi corazón se encogiera por un instante.

-¿Por qué?- Dije siguiendo la conversación.

Quizás por complacer las ganas de hablar de Amón.

-Eres realmente un Ángel, no todos son buenos pero tú, tú eres distinta y muy bella.- Reí un poco ya que decía todo aquello por los delirios de la fiebre.

-¿Bella?- Dije sonando un poco confusa ya que me hacia gracia la situación.

-Bellísima.- Volví a reír pero esta vez Amón se dio cuenta.

-¿Que no crees que seas bella?- Su voz parecía la de alguien que había bebido demasiado y eso hacia que me entraran más ganas de reír.

-La verdad que no.- Pasé la mano por su cabeza para comprobar la fiebre, poco a poco estaba bajando.

-Pues no se porque piensas eso, yo nada mas verte me entraron ganas de besarte, ¿y sabes qué?- Madre mía, si seguíamos así toda la noche no íbamos a dormir nada pero no podía evitar seguir hablando.

-Que.- Dije tapándome la boca con la mano.

-Me la pusiste muy dura.-

-¡¡AMÓN POR FAVOR COMO DICES ESAS COSAS!!- Mis mejillas estaban hirviendo y solté una carcajada que estaba segura de que Samuel y Junier me había escuchado.

-Es la verdad, yo solo la digo.- Este se acurrucó un poco más.

-Mañana te contaré todo lo que has dicho, verás que gracia te hace.- Me acomodé yo también para dormir al fin.

-Alma.- Abrí los ojos de nuevo.

-Dime Amón-

-¿Sabes que te quedaría bien?-

-¿El qué?- Pregunte incrédula.

-Un hijo mio.-

-¡¡AMÓN QUE TODAVIA SOY CAPAZ DE METERTE EN LA DUCHA CON AGUA FRÍA HABER SI SE TE PASA LA FIEBRE!!!- Este me miró serio como si toda la conversación fuera normal y fuera yo la que estaba diciendo barbaridades.

-Esta bien vamos a dormir, pero no me arrepiento de habértelo dicho.- Hizo un puchero y cerró los ojos durmiéndose al momento.

Intenté dormir pero los pensamientos sobre Azacel me abordaban y apenas podía cerrar los ojos.
Desde aquella noche donde pensé que moriria en sus manos no paro de repetirme el daño que estoy causando, a mis padres, a mi hermana o los que fueren mis amigos o conocidos y sobretodo a Azacel.
Ahora que sabe que estoy viva su tormento es mayor, me culpo cada día por no haber podido hacer nada más que esconderme y esperar.

Pero todavía puedo enmendar mis acciones, no podré cambiar el pasado pero si el futuro y estaba dispuesta a ello.

La oscuridad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora