Bailar bajo la lluvia

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—¿No te gusta la lluvia? —me preguntó mientras me ofrecía una taza de chocolate caliente.

Llegamos a su casa hace unas horas. Bible me ofreció ropa para cambiarme y me permitió tomar un baño. No lo voy a negar me encantaba el hecho de usar su ropa. Tenía un olor característico, tan suyo.

Depués de que los dos tomáramos un baño y nos pusiéramos ropa seca, a Bible se le ocurrió la idea de hacer chocolate caliente. Mientras yo me quedé en el sofá que justo tenía una gran  ventana detrás donde podía ver la lluvia caer. Al principio parecía una simple llovizna, pero ahora daba la impresión de que no pararía en un buen rato.

—No en realidad ¿y a ti? —dije tomando una sorbo del chocolate. Bible observó por la ventana y deslizó su mano por donde una gota caía por el  cristal.

—Desde pequeño siempre me gustó. Por lo general la gente dicen que los días nublados y de lluvia los ponen triste, pero a mi por el contrario me dan paz. El sonido de la lluvia, de las gotas caer sobre el suelo, el olor a tierra mojada y ese aire húmedo me fascina —Bible dejó de mirar las gotas y se concentró en mi—mis padres viajaban mucho. Me pase gran parte de mi infancia en un carro yendo de un lugar para el otro. Lo odiaba. Odiaba estar en ese maldito coche, los únicos buenos recuerdos que tengo de él, son cuando llovía y hacía carrera entre las gotas que se deslizaban sobre el cristal de la ventana. Ridículo ¿verdad?

—Creo que todos lo han hecho alguna vez —sonreí triste ante los recuerdos que se colaban en mi mente —no odio la lluvia como tal, sino más bien lo que me recuerda.

Bible me observo sin entender. Sentía frío así que abracé mis rodillas intentando relajarme. Bible no dijo nada, alzó una mano y la dejo suspendida, creo que cuestionandose si debía abrazarme o no. Escondí mi cara en mis rodillas y suspire.

—Los días de lluvia y tormenta me recuerdan a mi vida. Más bien a las cosas malas. Todos los días siento que estoy en una tormenta, donde la lluvia no deja de mojarme y los truenos retumban en mis oídos cuando menos me lo espero. A veces las luz del sol se cuela a través de las nubes, pero no deja de llover jamás.

Quería esconderme, ahora que lo decía en voz alta sonaba mucho más ridículo que en mi cabeza. Debía estar delirando, seguro parecía que estaba fuera de mis cabales.

Era patético.

Entonces sentí su mano acariciando mi cabello. Tenía vergüenza de mirarlo, pero no pude evitarlo cuando sus manos se posaron en mis mejillas y lentamente levantó mi rostro.

—Siempre escampa Biu, siempre vuelve a salir el sol. Nada dura para siempre, ni siquiera las tormentas —unas lágrima rebelde se escapó de mi ojo. Él me entendía como nadie más lo había hecho.

Aunque siempre creí que era mi culpa que los demás nunca supieran que estaba mal. Como podrían saber si me negaba a admitir mi tristeza, creí que así sería más fácil. Ignorar el dolor, fingir no tener ningún problema.

¿Sabes qué puede pasar cuando ignoras el dolor por mucho tiempo?

Pueden pasar varias cosas:

Una, puedes aprender a vivir con él y en algún momento terminar olvidandolo. Obviar el recuerdo de que alguna vez estuvo ahí.

Dos, puede crecer en tu interior hasta el punto en que se te haga imposible seguir ignorandolo. Te rompes. Como un globo que ya no puede seguir aguantando tanto aire.

—¡¿Y mientras qué hago?! —alze la voz mientras un nudo se formaba en mi garganta y las lágrimas amenazaban con volver a salir. No se le estaba preguntando a él sino a mí —¿y si para mí ya no hay solución? ¿Qué hago para arreglarlo?

—Aprendes a bailar bajo la lluvia.

Me quedé estático sin comprender a qué había venido esa frase. No era la primera vez que la escuchaba. Podía jugar que estaba en millones de libros y películas.

—Puedes mejorar Biu, puedes sanar tus heridas aunque ahora para ti todo sea negro. No te voy a mentir, no es fácil. No hay una solución mágica que valla arreglarlo todo, pero puedes empezar aceptando las tormentas, los días malos y buenos. Aceptando que no estás bien. Ese es el primer paso y los estás haciendo.

Sus palabras se repitieron muchas veces en mi mente, su ojos me atravesaron y mi voz no quería salir por más que intentaba articular palabra.

Deje de querer llorar y por alguna razón que aún no entiendo sonreí.

Conocer a Bible me había hecho darme cuenta de algo. Por más que me pase años fingiendo que todo era de colores, en el fondo siempre había querido que alguien se diera cuenta de que todo era mentira. Quería que alguien me dijera “no estás bien” y me abrazara. No bastaba con que yo creyera que algún día podría salir el sol, quería que alguien me lo dijera con la misma convicción con la qué me lo había dicho Bible.

Tal vez eso fue lo que me llamó tanto la atención de él la primera vez que nos vimos. Cuando me preguntó si estaba bien y sin que yo necesitará decir nada se dio cuenta de que no lo estaba.

Bible se paró y buscó su teléfono. Yo me quedé sentado observando cada movimiento que hacía. Una melodía comenzó a sonar. El volvió a acercarse y me tendio la mano.

—¿Qué haces? —pregunté alzando una ceja.

—Vamos a bailar bajo la lluvia juntos —pestañeé repetidas veces como un idiota mirando su mano suspendida.

—¿Es una broma? —debía serlo.

—No. Te diría para salir, pero no quiero que te resfries así que vamos a bailar aquí y ahora.

Solo a él se le podía ocurrir tales ideas.
Tomé su mano y empezamos a bailar al compás de la suave música. Era un piano, no había letra, pero no era necesaria.

—Ves, la lluvia no están mala después de todo— susurró en mi oído. Sus manos en mis caderas, las mías en su espalda y mi cabeza escondida en su cuello.

Estábamos bailando bajo la lluvia, no en sentido literal sino bajo mi propia tormenta. La que había en mi interior.

Por primera vez me alegré de que lloviera y a partir de este día cada vez que pasará de nuevo, recordaría este instante, este baile.

—Tienes razón, no es tan mala —no lo vi, pero juraría que sonrió. Luego pude sentir sus labios sobre mi pelo.

Para cuando la música terminó ya hacía tiempo que nos habíamos dejado de mover. Solo estabamos ahí parados, abrazandonos sin decir nada.

Suspire, ya era hora de hablar. Me sentía listo y liviano. Si no hablaba ahora tal vez nunca lo haría.

—Bible ¿quieres saber por qué soy así? —me aleje de sus brazos y nos quedamos frente a frente —te contaré todo.

Cuando los mundos colisionan[BibleBuild]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora