El principio

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Acababa de cumplir catorce años cuando lo conocí.

Nunca fui muy sociable, era bastante introvertido y prefería quedarme en casa leyendo algún cómic o viendo algún anime antes de ir a salir a hacer lo que hacían los chicos de mi edad. Me parecía absurdo la manera en que ellos querían ser mayores tan rápido.

Sus pláticas sobre fiestas, cigarros y la última persona que querían tirarse no era de mi interés. Por eso siempre andaba solo, sin embargo todos me prestaban atención de una manera u otra, maestros, alumnos y cualquiera que me veía siempre tenía un halago para mí. Mamá de pequeño me decía que había nacido con un don, el de llamar la atención de la gente, por mi sonrisa y mi aspecto adorable.

Yo nunca lo considere un don, pero nunca me atreví a decírselo.

La atención de la gente no me agradaba, prefería pasar desapercibido y vivir en mi propio mundo.

Sin embargo llega un momento en el que no puedes seguir viviendo así y te obligan a salir "por tu bien". Uno no puede vivir a su manera en una sociedad donde desde que naces tienes expectativas que cumplir y te obliga a crecer quieras o no. Debes adaptarte a la manera en la que los demás viven.

Aunque a mí no me parecía un gran problema mi manera de ser, a mis padres y maestros les empezó a preocupar que a mi edad no tuviera amigos y no me comportará como los demás adolescentes.

No me gustaba la manera en que mis padres me veían cuando llegaba de la escuela y me preguntaban por que nunca habían conocido a ninguno de mis amigos. Estaba cansado de escuchar a los maestros decir que debía ser más sociable.

"Con esa bonita sonrisa que tienes, seguro todos querrán ser tus amigos"

Esa frase fue la gota que rebaso el vaso. Si para ellos era un problema mi forma de ser. Entonces haría lo que ellos querían, me esforzaría para hacer amigos. Después de todo no podía ser tan difícil, pensé.

Recuerdo ese día. La clases terminaron temprano y como era regular los chicos se juntaban para planear salir a jugar fútbol o cualquier deporte o ir a un centro de juego. Por lo general siempre había alguien que me invitaba, tal vez solo por costumbre o porque les resultaba curioso la manera en la yo me negaba y luego salía apurado, deseoso de llegar a casa.

Esa vez les dije que sí, todos se sorprendieron, pero no dijeron nada. Les seguí sin mucho ánimo, pero con la mejor sonrisa que tenía. Debía adaptarme, formar parte de su mundo.

No diré que fue aburrido, si obviaba los chistes absurdos y sus comentarios fuera de lugar sobre algún chico o chica de la escuela, socializar no era tan malo.

Luego de que nos cansamos de jugar en el centro de juegos. Alguien dijo que debíamos ir al partido de fútbol del campeonato entre los Institutos.

Quise negarme no me interesaba mucho el fútbol, pero me fue imposible. Me arrastraron sin darme posibilidad de decir no.

Y en ese partido lo vi por primera vez.

Alto, de pelo negro con unos mechones rubios muy mal hechos, pero que aún así le daban una imagen de chico rebelde. Unos ojos color miel que te robaban el aliento, una piel bronceada y un cuerpo que demostraba el fruto de su entrenamiento.

No voy a decir que su físico no me llamó la atención, era guapo, decir lo contrario sería una vil mentira. Sin embargo lo que realmente me llamó la atención fue su confianza, la manera en que se movía. Él sabía que era el mejor en el campo y no tenía miedo a demostrarlo.

Cuando terminó el partido que por supuesto ganaron, me enteré que la verdadera razón por la que el juego era tan importante no era el campeonato como tal, sino más bien la fiesta que se celebraría después.

Tenía catorce años, ¿a los catorce uno va a fiestas  como esa?

Me pregunté cuando entre a la gran casa con piscina y música tan fuerte que los oídos te llegaban a doler después de un rato.

No podía creérmelo. ¿Teníamos permitido estar ahí? pero uno de mi aula nos dijo que no nos preocupáramos. Uno de los que organizó la fiesta era su hermano.

Alcohol en todas partes, el humo del tabaco se veía flotar por encima de los cuerpos todos sudados y pegasos.

Parejas besándose en cualquier esquina, algunos parecían estar a punto de tener sexo allí mismo y a nadie le importaba las personas a su alrededor.

No me apetecía estar en la fiesta, me sentía fuera de lugar, pero cuando la idea de irme tomó fuerza en mi cabeza, unos ojos color miel se posaron en mí.

Se presentó como King, según él así lo llamaban todos. Un apodo bastante ridículo desde mi punto de vista, pero no podías negar que lo describía totalmente.
No sólo por su apariencia, sus dotes de liderazgo y confianza sino porque te hacía sentir que él era muy superior a ti. Te sentias pequeño a su lado.

Él era el rey y te podía convertir en su siervo con solo una mirada.

En ese entonces no me di cuenta que King solo quería jugar y yo sería su nuevo juguete.

Cuando los mundos colisionan[BibleBuild]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora