Capítulo 4: Averiguaciones

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Gabriela

Por más que trataba de pensar en algo que nos salvara de la ruina, no se me ocurría nada.

Ya no tenía otro salvavidas.

Solo me quedaba esperar a que terminara de hundirse nuestro barco. En este momento mi principal objetivo era buscar un lugar en donde pudiera vivir cómodamente con papá, pero lo veía difícil. El arriendo de casas era carísimo, y las habitaciones a las que podía optar por pagar eran insalubres, estaban en completo abandono y cobran más de la mitad de mi sueldo por ello.

Estaba cansada de remar contra la corriente, pero la naturaleza de las cosas finalmente tomó su curso y me estaba arrastrando al precipicio en donde caería junto con papá.

—¿Gabi estás bien? —Abi me trae de vuelta de mis pensamientos, y me doy cuenta de que llevo parada en medio del salón sosteniendo la escoba unos veinte minutos.

Podía sentir como la hinchazón de mis ojos habían bajado un poco. La noche anterior estuve acostada abrazando a la almohada y lloré hasta que me dormí.

—Eso creo —aprieto la escoba y se me llenan los ojos de lágrimas.

Abi me había ofrecido quedarme en su casa y algo de sus ahorros, pero no podía aceptar su ofrecimiento. Ella vivía con su pareja y no quería quitarles su privacidad.

—Entiendo que estás viviendo algo muy difícil en este momento —dice sobándome la espalda—. Y sabes que las puertas de mi casa siempre estarán abiertas para ti.

Sollozo con la cabeza apoyada en el hombro de Abi, pero rápidamente me limpio las lágrimas. Aún me quedan horas para irme a casa y no quiero que nadie se entere de los problemas que tengo, además, odio llorar en el trabajo.

—Abi, sé que siempre me ayudarías, tienes corazón de abuela, también sé que Víctor es muy buena persona y haría lo que sea para hacerte feliz, pero no podría vivir en su casa, no quiero molestar, ya me las arreglaré, siempre lo hago.

Trataba de ser lo más positiva que pudiera en esta situación tan horrible, pero era difícil.

—Deberían ponerse a trabajar en lugar de estar perdiendo el tiempo.

¡Genial, lo que me faltaba!

Adriana y su venenosa lengua hicieron aparición para terminar de arruinar más mi día.

—Ve —le digo a Abi, no quiero que la regañen por mi culpa.

Una vez que Abi se fue a limpiar el salón principal, observé como Adriana se quedó limpiando la cafetera para espiar. Sin poder aguantar el mismo aire que ella me dirigí a la terraza, si me quedaba, la mataría.

Limpié las mesas vacías y barrí las migajas que se quedaron en el suelo.

Desde a fuera vi como Abigail atendía a un hombre joven, hablaban y se reían como si se conocieran de toda la vida.

Por más que miraba aquel hombre, no sabía dónde lo había visto, se me hacía muy familiar.



Daren

—Averigüé lo que me pediste —Alex irrumpe en mi oficina y suelta un informe sobre la mesa bruscamente—. Tu querida mesera está en más problemas de los que pensé.

Al ver la foto de la chica en la primera página mi curiosidad se hace grande y comienzo a pasear la vista por las primeras líneas escritas.

—¿Estuvo en la cárcel o algo por el estilo? —pregunto mirando a Alex. Si estuvo en algún problema de ese calibre, la descartaré inmediatamente.

—No es nada de eso —Alex se acomoda delante de mí y con entusiasmo me observa—. Tiene 24 años, fue buena estudiante, su mamá desafortunadamente murió producto de una enfermedad. Su padre es un hombre alcohólico, depresivo y no trabaja.

Ahora entiendo por qué siempre parecía tan ocupada, ella trabaja para ayudar a su padre.

—Y como si acarrear a su padre en la espalda no fuera suficiente, hace unos días el banco le envió la orden de desalojo. Tienen una numerosa deuda con el banco y hace meses que están atrasados con las mensualidades, así que como pago les quitarán la casa y todo lo que esté dentro.

Al ver la foto de la chica en el informe no puedo evitar sentir angustia por ella, es muy joven para que la vida se empeñe en hundirla. Pero al mismo tiempo me siento con suerte, con el desespero de la chica por querer salvar su casa, no dudará en aceptar el trato que voy a ofrecerle.

—Por cierto, tienes muy buen ojo, la chica es muy guapa —noto como la voz de Alex está llena de segundas intenciones—. Ya te dije lo que querías, ¡Me largo! Tengo cosas importantes que hacer.

Puedo imaginar perfectamente a donde irá. Desde mi asiento ve como Alex descaradamente sale directamente al escritorio de Julián, y le toca la mano logrando que lo mire avergonzado.

Me rio desde la distancia con la escena, pobre Julián, tendrá que soportar a ese cretino por el resto de su vida.

El resto de la tarde me la paso entre pendientes y hablando con el abogado, necesito que redacte un contrato de completa confidencialidad y que sea tan tentador que no pueda resistirse.

Necesito esa esposa.

Y quiero que sea Gabriela Rangel.


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Hasta que el contrato nos separeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora